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Kamui

sábado, 9 de diciembre de 2023

Otra de segunda pubertad

  Me sumí en un estado de incredulidad al darme cuenta de que mi vida, hasta ese momento, había llegado a un abrupto y desconcertante final. Antes, era el indiscutible protagonista de una existencia envidiable: uno de los chicos más populares de la escuela, con brillantes calificaciones y un futuro universitario prometedor. Sin embargo, todo cambió cuando experimenté lo que algunos denominaban "segunda pubertad", un mes antes de lo anticipado.

Al despertar incómodo, me enfrenté al espejo y quedé estupefacto al descubrir la imagen de una atractiva chica de mi misma edad reflejada en él. El caos se desató cuando mis padres, al irrumpir apresuradamente, me confundieron con una invitada y estuvieron a punto de expulsarme de mi propio hogar.

"¡Mamá, papá, soy yo, Aldo!" grité desesperado, intentando detener la confusión que se apoderaba de la situación.

Tras suplicar y llorar, logré convencerlos de mi verdadera identidad, siendo diagnosticado con un raro trastorno genético llamado segunda pubertad, sin cura aparente.

La adaptación a mi nueva realidad fue desafiante. Alba, ahora mi nombre, me vi navegando por el desconcertante mundo de la moda femenina y aprendiendo a maquillarme con la ayuda de tutoriales en línea. Vestir ropa que antes solo veía en revistas se convirtió en parte de mi Experimentar mi primer período fue una experiencia tan inesperada como desconcertante.

Acostumbrarme a tener un coño y senos fue un tanto difícil pero ahí iba

A pesar de las miradas curiosas y los murmullos en los pasillos, yo intentaba forjar una nueva vida. Al regresar a la escuela, me presenté como la prima de Aldo, una recién llegada llamada Alba, según la insistencia de mi madre de retomar mi viada.

 "Alba, ¿verdad? ¿De dónde eres?" preguntó una compañera con curiosidad.

 "Oh, simplemente de fuera de la ciudad. ¡Un placer conocerte!" respondí, tratando de sonreír de manera convincente.

Sin embargo, la tensión era palpable, entre mi mejor amigo Greko pronto notó la discrepancia. Ese mismo día tuvimos una conversación intensa, Greko me confrontó, exigiendo la verdad.

"No puedes engañarme, Alba. conozco a aldo y su secretos desde que éramos niños. ¿Dónde está Aldo? y ¿quien eres tu realmente " cuestionó Greko, con una mezcla de confusión y preocupación en sus ojos.

Alba suspiro profundo demente y le contó todo a greko, tras esa reveladora charla, Greko aceptó la transformación de Aldo en Alba, convirtiéndose en mi confidente durante esa crucial semana.

"Necesito que confíes en mí, Greko. Esto es difícil para mí también" admití, buscando comprensión en la mirada de mi amigo.

Juntos, enfrentamos miradas y preguntas curiosas. Sin embargo, las cosas tomaron un giro inesperado cuando empeze a desarrollar sentimientos románticos por Greko.

"No sé qué hacer, Greko. Esto es nuevo y confuso para mí" confesé, con una mirada de angustia en mis ojos.

Incapaz de lidiar con la situación, opté por ocultar mis emociones y seguir fingiendo normalidad. Mi dilema interno se intensificaba, planteándome cuánto tiempo podría mantener en secreto mi verdadera identidad y los crecientes sentimientos hacia mi mejor amigo en medio de esta compleja travesía.

Pero un mes después, lo inimaginable sucedió. Al despertar, me enfrenté nuevamente a la rutina matutina, apartando el cabello de mis ojos. La suave luz del amanecer delineaba la habitación, y al mirarme en el espejo, noté un cambio drástico que dejó mi aliento suspendido en el aire.

El balanceo familiar de mis pechos había adquirido una extraña diferencia: eran más grandes y caídos, de copa B a un sorprendente triple D. La sensación de peso y la suavidad de la piel habían experimentado una transformación desconcertante. Mis manos exploraron la nueva curvatura con asombro, y el reflejo en el espejo reveló una figura que desafiaba las expectativas.

Caminé hacia el espejo y, una vez más, solté un grito. Reflejada en él, una mujer de unos 40 años me devolvía la mirada. Las arrugas marcaban líneas de experiencia, narrando historias que mi mente aún no comprendía por completo. El avance rápido de una edad que no podía asimilar por completo se manifestaba en las líneas que surcaban mi rostro y los destellos plateados en mi cabello, antes oscuro y sedoso.

Mis caderas, antes líneas suaves que seguían una melodía juvenil, se ensanchaban, marcando otra transformación inevitable. La curva de la cintura se había difuminado, otorgando a mi figura una madurez que chocaba con la imagen que tenía de mí misma. Este nuevo capítulo de mi existencia se revelaba con cada detalle, desde la textura de mi piel hasta la expresión de mis ojos, ahora cargados de una sabiduría que la vida había depositado de manera inesperada.

Mis padres, al presenciar el alboroto, me llevaron de nuevo al médico. En la consulta, el diagnóstico fue abrumador: una forma increíblemente rara de segunda pubertad llamada "mujer mayor atemporal", que ocurría solo en uno de cada millón de casos. Y, de nuevo, no había cura. La noticia me dejó aturdida, incapaz de asimilar que mi vida se hubiera trastornado por segunda vez en el espacio de un mes.


Al regresar a casa desde la consulta médica, opté por tomar prestada ropa de mi madre que, sorprendentemente, se adaptaba a mi nueva figura en constante evolución. Con pechos ahora de triple D, arrugas más pronunciadas y caderas ensanchadas, enfrenté la incertidumbre y me dirigí a la casa de Greko para compartir la desconcertante noticia.

Al abrir la puerta, el padre soltero de Greko, con una amable sonrisa, me recibió. Le expliqué que era de la escuela y necesitaba hablar con Greko de inmediato.


 "Bueno, señora, Greko no está en casa, pero puede entrar y esperarlo si lo desea" dijo con cortesía el padre de Greko

Sumida en la realidad de mi progresión de edad acelerada, entré, cuestionándome cómo abordar esta nueva etapa de mi vida y los desafíos que la acoacompañaba.

una para de minutos, cuando Greko regresó a casa, lo noté confundido ante la presencia de esta mujer de mediana edad que ahora era yo. Pedí hablar a solas y le conté toda la historia. Greko se mostró comprensivo y dijo que me ayudaría a superarlo.

Decidí dejar atrás mi vida anterior, las aulas y las experiencias juveniles. Me sumergí de lleno en la construcción de una nueva realidad más acorde con una mujer de 40 años. El apoyo de Greko y mi familia se convirtió en el pilar de esta transformación. Abandoné proyectos juveniles y amistades pasadas para abrazar por completo esta nueva fase.


Con el respaldo de Greko, me embarqué en un proceso de adaptación. Experimenté con estilos de vestimenta más maduros, elegí peinados acordes y aprendí a aceptar y abrazar los cambios en mi figura. Mis días dejaron atrás las preocupaciones típicas de la juventud para dar paso a responsabilidades y desafíos propios de mi nueva edad.

Aunque dejé atrás aspectos de mi vida anterior, encontré una nueva identidad y propósito en la construcción de esta versión de mí misma. La clave fue la aceptación de mi realidad, que me brindó la paz y la fortaleza necesarias para abrazar esta etapa, redefiniendo el significado de vivir plenamente.

Mi rutina diaria cambió por completo. Ahora, trabajo en una tienda de ropa junto con mi madre, sumergiéndome en el fascinante mundo de la moda y ayudando a otros a encontrar su estilo. Aunque abandoné la escuela y las inquietudes juveniles, cada jornada laboral se convierte en un nuevo propósito.

Las conversaciones con clientes, las elecciones de diseño y el ir y venir de las prendas son partes fundamentales de mi día. Cada vez que me enfrento al espejo en el probador, veo reflejada la mujer de 40 años que ahora soy, aceptando la realidad de una vida transformada.

Afortunadamente, Greko sigue siendo mi fiel amigo a pesar de todo. Su apoyo incondicional ha sido una constante en mi nueva vida. Aunque las circunstancias cambiaron drásticamente, nuestra amistad perdura, brindándome un ancla en la familiaridad en medio de la transformación.

En los siguientes seis meses, la casa de Greko se convirtió en un refugio donde juntos enfrentamos las complejidades de esta nueva realidad. A medida que visitaba la casa de Greko con más frecuencia, el padre de Greko, cuyo nombre era Armado, y yo íbamos ganando un lazo más íntimo. Al principio, sus coqueteos eran sutiles, expresados en risas compartidas y miradas que traspasaban las formalidades. Las cenas casuales se convirtieron en encuentros más prolongados, y nuestras charlas se tornaban cada vez más personales.

En una de esas noches, compartimos experiencias de vida, revelando su encanto maduro, sabía cómo cautivar mi atención, y yo, desde mi nueva perspectiva de mujer de mediana edad, encontraba en él una conexión que iba más allá de la simple atracción física.

A medida que el tiempo avanzaba, nuestras salidas se volvían más frecuentes y la complicidad entre nosotros se fortalecía. Descubrimos intereses comunes y disfrutábamos de la compañía mutua. La intimidad emocional se mezcló con la atracción física, creando un lazo que, de alguna manera, parecía encajar perfectamente en este capítulo inesperado de mi vida

Greko, aunque inicialmente desconcertado, finalmente aceptó la dinámica entre su padre y yo. Aunque nuestra relación era inusual, Greko comprendió que, a veces, la vida nos lleva por caminos inesperados. 

Un día común para mí, como la pareja apasionada del padre de greko, se desplegaba con la caricia del amanecer colándose por las cortinas de nuestro nuevo capítulo. Al despertar, me encontraba en los ardientes brazos de Armado, cuya presencia inspiraba una conexión intensa y apasionada. El aroma del café recién hecho flotaba en el aire, mientras los primeros rayos del sol prometían un día lleno de complicidad.

Después de compartir un desayuno íntimo, armando y yo nos sumergíamos en la rutina diaria, pero con un toque más sensual. Trabajábamos juntos en la tienda de ropa, donde nuestras conversaciones sobre diseños y tendencias adquirían una dimensión más apasionada. Los roces casuales y las miradas cargadas de complicidad añadían una chispa erótica al ambiente laboral.

Al regresar a casa, nuestras tardes se comeríamos en anticipación y deseo. Las cenas adquirían un tono más seductor, las miradas se volvían más intensas, y los roces de manos sugerían sutilmente una conexión que iba más allá de lo profesional.

Las noches se convertían en un escenario de intimidad compartida. Los gestos apasionados y los susurros al oído tejían una complicidad que encendía la llama de la pasión. Como la ardiente madrastra de Greko, encontraba en armando una nueva normalidad cargada de deseo y placer, explorando las delicias de esta inesperada et

Ahora, en el primer aniversario de mi transformación en mujer de mediana edad, celebraba mi luna de miel con padre de greko. Esta nueva etapa de mi existencia me enseñó a encontrar la felicidad en las sorpresas y a abrazar la compañía que llega de maneras imprevistas.




By: Haxorus777 

y rederizado por: Dawn

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