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Kamui

domingo, 6 de octubre de 2024

Le Robé el Cuerpo, la Vida y los Recuerdos de la Mejor Amiga de mi Mamá

 

Siempre admiré a Melissa, la mejor amiga de mi mamá. Todo en ella parecía perfecto: su cabello siempre impecable, su estilo de vestir que hacía que cada movimiento suyo pareciera un desfile de moda, y, sobre todo, esa presencia que llenaba cualquier habitación. Cuando ella estaba en casa, no podía dejar de observarla, preguntándome cómo sería vivir una vida tan llena de poder, admiración y belleza. Yo, Diego, era lo opuesto. Un chico promedio, siempre a la sombra de los demás. Invisible.



Pero las cosas cambiaron el día que encontré esa extraña caja en el ático. Una caja polvorienta, olvidada por años, pero que parecía tener algo especial en su interior. La abrí y dentro descubrí un collar brillante, casi hipnótico. Lo sostuve en mis manos, y una voz suave resonó en mi mente: "Un deseo por una vida."


Sin pensarlo, dejé que mi deseo más profundo escapara de mis labios: "Quiero ser Melissa."


El cambio fue inmediato. Sentí una corriente eléctrica atravesar mi cuerpo, dejándome sin aliento. Mis manos fueron las primeras en transformarse: mis dedos se alargaron y se afinaron, y mis uñas crecieron, adoptando una manicura perfecta que yo jamás habría llevado. Al observar mi reflejo, mi corazón se aceleró. Mi piel se volvió suave y tersa, casi como si fuera de porcelana. Mi cabello comenzó a crecer rápidamente, ondulándose en largos rizos que caían sobre mis hombros, exactamente como el de Melissa.


Pero lo más impactante fue cuando mi pecho comenzó a cambiar. Sentí una presión creciente en mi torso, y miré con asombro cómo mis pectorales se transformaban en unos pechos grandes, redondos y pesados. El busto de Melissa siempre había sido algo que llamaba la atención, y ahora lo sentía en mi propio cuerpo. Cada movimiento que hacía, cada respiración, lo sentía balancearse. Me sorprendió el peso, la sensación de la piel estirándose para acomodar el nuevo volumen. Mis senos eran enormes, voluptuosos, y no podía dejar de mirarlos. La ropa que llevaba no era suficiente para contenerlos. Apreté el borde de mi blusa, tratando de ajustarla, pero me di cuenta de que ahora, en ese cuerpo, todo lo que usara llamaría la atención.


Mis caderas se ensancharon al mismo tiempo, dándome esa figura curvilínea tan característica de Melissa. Mis piernas se alargaron, y mis pies, que antes apenas prestaba atención, ahora calzaban unos tacones altos que parecían naturales para mí. Era una sensación completamente nueva, sentir el equilibrio que los tacones exigían, mientras todo mi cuerpo se movía de manera distinta. Melissa no solo era hermosa; era una mujer cuya presencia física dominaba cualquier lugar donde estuviera.


Y, en ese momento, ya no era Diego. Yo era Melissa. Pero no solo su cuerpo había cambiado; algo más sucedía en mi mente. Sus recuerdos empezaron a inundar mi conciencia. Pude recordar cómo había sido su niñez, sus amores pasados, sus secretos más profundos. Las veces que había salido con mi mamá y hablado de cosas que nunca pensé que sabría. Cada detalle de su vida estaba ahora dentro de mí.


Me levanté tambaleándome ligeramente, tratando de acostumbrarme al peso de mi nuevo cuerpo. Me miré en el espejo una vez más, maravillándome con lo que veía: mis caderas amplias, mi cintura estrecha, y esos pechos enormes que parecían atraer la mirada hacia mí sin esfuerzo. Era tan distinto ser ella… y tan increíble al mismo tiempo.


La Primera Prueba



Bajé las escaleras, intentando no tropezar con los tacones. Aunque mi cuerpo ahora sabía cómo caminar con ellos, mi mente seguía ajustándose. Entré a la cocina donde mi madre estaba preparando el almuerzo. Ella levantó la vista y me sonrió como si todo fuera normal.


—¡Melissa! —dijo con una sonrisa cálida—. Justo a tiempo, querida. Estaba pensando en llamarte.


Mi corazón dio un vuelco. Había funcionado. Mi madre no sospechaba nada. Me senté en la mesa, cruzando las piernas con naturalidad, notando cómo el peso de mis nuevos pechos hacía que mi postura fuera diferente. Me recosté ligeramente hacia atrás, sintiendo cómo el borde de la mesa presionaba mis senos, otra sensación nueva que me recordaba constantemente lo grande que era mi busto.


La conversación fluyó de manera normal. Me sorprendí a mí mismo respondiendo con soltura, sabiendo exactamente qué decir, cómo actuar. Los recuerdos de Melissa estaban tan integrados en mi mente que no tuve que hacer ningún esfuerzo para comportarme como ella.





Saliendo de casa, sentía el aire fresco deslizarse sobre mi piel suave y sensible de una manera completamente nueva. Mis tacones resonaban en el pavimento con un eco que me recordaba el peso de mi feminidad. El vaivén natural de mis caderas me hacía sentir una sensualidad en cada paso, mientras el peso de mis pechos se balanceaba ligeramente, obligándome a ajustar mi postura con gracia. Crucé la calle, mi mente aún enredada en la incredulidad de lo que acababa de suceder. La casa de Melissa, mi nuevo hogar, estaba frente a mí, invitándome a entrar en la vida que ahora me pertenecía.


Al llegar, algo inesperado me detuvo en seco. Una pequeña niña de ojos brillantes corrió hacia mí con una alegría palpable. No tuve tiempo de procesar lo que ocurría antes de sentir sus bracitos envolviendo mi cintura, aferrándose a mí.


—¡Mamá! —dijo con una voz dulce y llena de amor.


Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Yo era su madre ahora. Sentí cómo el peso de la responsabilidad se asentaba sobre mis hombros, pero también la calidez de su cariño. La niña me miró con una sonrisa amplia y sugerente.


—¿Podemos ir a la cocina? Papá va a llegar pronto y tenemos que preparar la cena —dijo inocentemente.


Papá… mi esposo. Me quedé sin palabras por un momento, pero los recuerdos de Melissa, ahora míos, tomaron el control. Asentí con una sonrisa que se sintió extraña pero natural al mismo tiempo. Me dejé guiar por la niña hasta la cocina, y mis manos comenzaron a moverse casi por instinto. Cortaba los ingredientes, manejaba los utensilios como si siempre lo hubiera hecho. Sentía cómo mis pechos se balanceaban ligeramente con cada movimiento, una sensación nueva y constante que aún me costaba asimilar. Sin embargo, al mismo tiempo, era embriagador sentirme tan femenina, tan poderosa en este cuerpo.


Justo cuando terminamos, la puerta principal se abrió. Mi nuevo esposo entró, su presencia llenando la habitación. Era alto, imponente, y al verme, su mirada se suavizó con una mezcla de admiración y deseo. Mi estómago dio un vuelco. Él era mi esposo ahora. La conexión que tenía con él, aunque nueva para mí, se sentía sorprendentemente familiar, como si sus caricias y susurros ya hubieran sido parte de mi vida durante años.


Una Noche Diferente


La cena transcurrió con normalidad, aunque yo no podía dejar de pensar en lo que vendría después. Tras poner a la niña a dormir, mi corazón comenzó a latir con más fuerza. Era mi primera noche como Melissa, mi primera noche como esposa. Entré a la habitación sintiendo el nerviosismo, pero también una chispa de anticipación. Me quité la ropa lentamente, Me miré en el espejo, admirando mi cuerpo una vez más: mis senos grandes y firmes, mis caderas anchas, todo en mi gritando feminidad. Me puse un delicado camisón de seda que abrazaba cada curva de mi cuerpo, resaltando mis pechos y mis caderas de una manera que nunca antes había sentido. disfrutando de la sensación de la seda del camisón deslizándose sobre mi piel suave. Mis pechos, libres ya de cualquier contención, cayeron pesadamente, y la tela apenas los cubría, dejando al descubierto su generoso tamaño y su redondez perfecta.


Me recosté en la cama, sintiendo el suave roce del camisón contra mis muslos. El peso de mi cuerpo se asentó cómodamente en las curvas que ahora me definían. No pasó mucho tiempo antes de que él se uniera a mí. Me recosté en la cama, esperando lo inevitable. Sentía el nerviosismo, pero también una extraña expectación. Era mi primera vez compartiendo una cama como Melissa.


Minutos después, él se deslizó bajo las sábanas a mi lado. Podía sentir su calor a mi lado, y pronto, unas manos grandes se envolvieron alrededor de mi cintura, atrayéndome hacia él. Mi respiración se agitó cuando noté el bulto que presionaba firmemente contra mi trasero. Era inconfundible.


-Te extrañé hoy -susurró en mi oído, mientras su mano se deslizaba suavemente por mi abdomen, explorando mi nueva figura.

Cerré los ojos, dejándome llevar por las sensaciones. Era extraño y emocionante a la vez. Su toque

Un calor creció en mi interior, una mezcla de nerviosismo y deseo que no podía controlar. Las manos de mi esposo se movieron lentamente, explorando mis curvas, deslizando sus dedos por la suavidad de mis caderas y la plenitud de mis senos, mientras su respiración se volvía más pesada. Esa noche no sería como ninguna otra. Mi nueva vida como mujer, como esposa, estaba a punto de comenzar de la manera más intensa y emocionante.


Esa noche, supe que mi nueva vida iba a estar llena de emociones intensas.


Una Vida Nueva


Con el paso de los días, me fui acostumbrando más a mi nueva vida como Melissa. Descubrí que su cuerpo no solo era atractivo, sino también poderoso. Cada vez que salía, notaba las miradas de los hombres que no podían evitar fijarse en mis pechos. Era imposible ignorar la atención que recibía. Me di cuenta de que Melissa siempre había sabido cómo usar su belleza a su favor, y ahora yo tenía ese mismo poder.



Sentir el roce de la ropa sobre mi nueva piel, la presión de los pechos contra las sábanas al acostarme boca abajo, la manera en que mis caderas se acomodaban sobre el colchón… Todo era diferente, pero al mismo tiempo increíblemente satisfactorio. Yo era Melissa, completamente.


Y aunque en lo profundo sabía que había robado su vida, que había dejado de ser Diego, cada día que pasaba esa realidad se volvía más distante. Ahora, yo era Melissa, y nadie jamás lo sospecharía.



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