🗯RECUERDEN QUE SUBIMOS DE 3 A 4 CAP, CADA FIN DE SEMANA 🗯

Kamui

domingo, 22 de junio de 2025



Siempre fuimos inseparables. Héctor y yo compartíamos todo desde niños: videojuegos, teorías locas, memes obscenos… lo típico entre dos nerds sin filtro.


Y entonces llegó la gripe de género.

Una mutación viral rarísima, casi de ciencia ficción. Si tu sistema inmunológico flaqueaba, el virus reescribía tu ADN sexual. Y el mío… se rindió sin pelear.


Seguimos siendo mejores amigos… pero, seamos honestos, la dinámica cambió.


Esa tarde, Héctor vino como siempre. Se tiró en el sillón de mi casa con confianza total, como si nada hubiera cambiado… pero todo había cambiado.

Ahora me miraba distinto. Con curiosidad, con hambre de respuestas.

Cabello recogido, ropa cómoda… aunque nada en mi guardarropa logra ocultar del todo mis nuevas curvas.



Héctor (con una sonrisa ladeada):

—Y bien… dime, ¿qué se siente tener un coño?


Yo (respiro hondo, sin mirarlo):

—Húmedo. Cálido. Vacío.

—Extraño las erecciones matutinas… orinar de pie.

—Y si estornudo muy fuerte… puedo hacerme pis. Literalmente.


Él suelta una risa baja. No burlona… fascinada.


Héctor:

—¿Y los senos? ¿Cómo se sienten?


Llevo las manos al pecho sin pensarlo. No es la primera vez que lo hago hoy. Ni la décima.



Yo:

—El sostén es una tortura. Me aprieta, me deja marcas… pero sin él, todo rebota, es mas ahora no llevo puesto..… son como dos bultos vivos, pesados y sensibles, Cada paso los hace moverse. Cada mirada los hace más presentes.


Él inclina la cabeza, como procesando cada palabra.


Héctor:

—¿Y la ropa interior? ¿Compartes bragas con tu madre?

Yo (frunciendo el ceño):

—¿Por qué preguntas eso?

Héctor:

—Curiosidad científica. Obvio.


Yo:

—No compartimos. no usamos la misma talla. Pero sí… algunas son suyas. Pero tengo muchas propias. Y a veces se me meten entre las nalgas. Es incómodo, ¿ok?


Héctor no disimula su sonrisa.


Héctor:

—¿Y qué tal con las faldas o vestidos? ¿No se te suben? ¿No se ve todo?


Yo:

—Sí… por eso casi no los uso. Mi madre insiste en que me ponga un short debajo cuando ssalgovNo me siento… expuesta. Es raro.


Héctor:

—¿Raro mal… o raro rico?


Le lanzo una mirada, pero no respondo. Él ríe suave, satisfecho con mi incomodidad.


Héctor:

—¿Y… ahora te gustan los chicos?


Yo (desviando la mirada):

—No pienso responder eso.


Héctor:

—¿Pero te has tocado… pensando en uno?


Mi cara arde. Trago saliva. Puedo sentir el calor subiéndome por el cuello.

No quiero mentir. No quiero admitir nada. Estoy atrapada entre dos impulsos.


Yo:

—Eso no importa.


Héctor (bajando la voz, acercándose un poco):

—¿Y cómo prefieres… correrte ahora?¿Frotándote… o con los dedos dentro?


Cierro las piernas. El aire se espesa. Cada palabra suya me cala en la piel.

Y lo peor es que mi cuerpo… no está rechazando esa atención. Al contrario.


Yo (en voz baja):

—Depende… del día.


Él sonríe. Esa sonrisa suya que siempre significó “te tengo”.


Héctor:

—¿Te arrepientes?


Guardo silencio.


Siento el tirante clavado en mi hombro, la presión entre mis muslos, el latido sordo en la parte baja de mi vientre.

Todo esto es tan extraño, tan innegablemente real…


Yo:

No lo sé. Pero anoche… me masturbé con dos dedos. Y lloré cuando terminé. No fue tristeza. Fue… algo más, Y eso me asusta.


Él se incorpora, se sienta a mi lado. Su rodilla roza la mía.

Está muy cerca. Su calor me llega. Su mirada me desnuda más que cualquier ropa interior.


Héctor (en voz baja, sonriendo):

—Podemos averiguarlo juntos… si quieres.


Hace una pausa, como midiendo mi reacción, y remata con un comentario que no sé si va en broma o en serio:


Héctor:

—O mejor espero a que estés ovulando… así aumento mis probabilidades. Jajaja.


Me sonrojo. Trago saliva. Siento cómo algo se aprieta en mi interior.

Una mezcla de risa nerviosa, incomodidad… y un deseo que me niego a aceptar.


Y por si no fuera suficiente, lanza una más:


Héctor:

—Oye… ¿algún día me vas a dejar tocarte un seno? ¿O el trasero? ... Digo… ya sé qué pedir para mi cumpleaños. Jajaja.


Le doy un manotazo suave en el brazo, pero no puedo ocultar la sonrisa culpable que se me escapa.

¿Lo digo en serio? ¿Lo digo en broma?


Debería decir que no. Que esto fue un accidente. Que seguimos siendo mejores amigos.

Que sigo siendo “yo” por dentro.


Pero…


Mi cuerpo no parece tan seguro.


Y Héctor está tan cerca.

Tan cálido.

Tan curioso.

Tan… tentador.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión es inportante para el equipo del blog, puesdes cometar si gustas ⬆️⬇️