Carlos y yo siempre fuimos inseparables. Hacíamos todo juntos: videojuegos, fútbol, fiestas. Pero todo cambió cuando comenzó a experimentar esa... "segunda pubertad". No sé cómo explicarlo, pero en cuestión de semanas su cuerpo empezó a cambiar drásticamente. Su voz se suavizó, su piel se volvió más tersa, y luego, un día, se presentó en mi puerta como Carla.
Era irreconocible. No solo se había convertido en una mujer, sino en una mujer increíblemente atractiva. Cabello largo y brillante, curvas que parecían esculpidas, y una forma de caminar que hacía que todos en la calle se giraran a mirarla.
—"¿Qué tal, amigo? Bueno... supongo que ahora deberías decirme señora," dijo, riendo mientras hacía un giro para mostrarme su nuevo cuerpo.
—"Esto... esto es demasiado raro, Carlos... digo, Carla. ¿Cómo pasó esto?"
—"Ni idea, pero no puedo quejarme. ¿Has visto estas caderas? ¡Ni siquiera tengo que hacer ejercicio!"
Al principio, fue incómodo. Salir con ella era extraño. La gente asumía que éramos madre e hijo, y Carla no hacía nada por corregirlos.
—"¿Te das cuenta de que todos piensan que eres mi mamá?" le dije una vez en el centro comercial.
—"Oh, cariño, no te preocupes. Solo disfruto la atención," respondió, dándome una palmadita en la cabeza como si de verdad fuera mi madre.
Con el tiempo, nos adaptamos. Seguíamos siendo amigos, aunque su nueva apariencia complicaba las cosas. Carla parecía disfrutar mostrándome su cuerpo, como si quisiera probarme. Había días en los que simplemente se sentaba en el sofá en ropa interior.
—"¿De verdad vas a quedarte así?" le pregunté una vez, tratando de mirar hacia otro lado.
—"¿Qué? Es solo ropa interior, relájate. Además, ¿no crees que me queda bien?"
Y no era solo eso. Había momentos en los que sus bromas cruzaban una línea. Una noche, mientras veíamos una película, se inclinó hacia mí con una sonrisa.
—"¿Sabes? Es curioso. Nunca te miré de esa manera antes... pero ahora..."
—"¿De qué estás hablando?" pregunté, sintiendo mi cara enrojecer.
—"Nada, nada," dijo, riendo mientras volvía a acomodarse. Pero su mano quedó peligrosamente cerca de la mía.
Lo más complicado era cuando me pedía cosas que parecían inocentes, pero claramente no lo eran. Una tarde, me llamó desde su habitación.
—"¡Oye! ¿Puedes ayudarme con algo?"
—"Claro, ¿qué pasa?" respondí mientras entraba. Ahí estaba ella, de pie frente al espejo, en topless.
—"¿Qué opinas? ¿Estos sostenes me quedan bien? No estoy segura de mi talla todavía."
Me congelé. "¡Carla! ¡Ponte algo!"
—"Oh, por favor. No es nada que no hayas visto antes... bueno, en otro cuerpo," respondió con una sonrisa traviesa.
Había algo en ella, en su nueva personalidad, que me confundía. Seguíamos siendo amigos, pero las líneas entre nuestra relación se volvían cada vez más borrosas. A veces me preguntaba si todavía era la misma persona que conocí... o si Carla había empezado a vernos de una manera diferente.
—"¿Sabes? Podríamos pasar por madre e hijo... o algo más," me dijo una vez, en tono juguetón.
—"Deja de decir esas cosas," le respondí, tratando de ignorar la forma en que me miraba.
—"¿Por qué? ¿Acaso no te gusto ahora? Vamos, admítelo," dijo, acercándose peligrosamente.
A pesar de todo, seguía apoyándola. Era mi mejor amiga ahora, y no iba a abandonarla. Pero cada día que pasaba con ella, más me daba cuenta de que algo había cambiado... en ambos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión es inportante para el equipo del blog, puesdes cometar si gustas ⬆️⬇️