🗯RECUERDEN QUE SUBIMOS DE 3 A 4 CAP, CADA FIN DE SEMANA 🗯

Kamui

sábado, 17 de mayo de 2025



Desperté con una sensación extraña, como si todo mi cuerpo estuviera envuelto en una suave capa de seda. Me moví lentamente, sintiendo un peso inusual en el pecho y unas caderas anchas que no eran mías. La habitación en la que me encontraba parecía sacada de una película antigua. Muebles de madera oscura, un televisor voluminoso y un espejo de tocador lleno de productos de belleza.


Me levanté tambaleándome, sintiendo cómo mis caderas oscilaban con cada paso. La sensación era desconcertante. Todo a mi alrededor parecía conocido pero diferente, como si estuviera en una versión desactualizada de mi propia casa. Un escalofrío me recorrió la espalda al ver las cortinas florales y el teléfono con cable. ¿Dónde estoy?


Entré al baño y el reflejo me paralizó. Allí estaba yo... pero no era yo. Era el rostro de mi madre, más joven, con el cabello largo y rizado cayendo sobre unos hombros más delgados. Llevaba puesto un camisón de algodón blanco que se ceñía a un cuerpo femenino, suave y curvilíneo. Mis manos temblorosas se llevaron al pecho, sintiendo los senos firmes y redondeados.


Volví corriendo a la sala. Mi padre estaba sentado en el sofá, con el rostro más joven, sin arrugas y sin las canas que recordaba. En el suelo, mi hermana mayor jugaba con una muñeca, apenas una niña de dos años. Sentí un nudo en la garganta. Miré hacia la cocina y allí estaba colgado un calendario, uno de esos con paisajes de montañas nevadas. Agosto de 2002.


Mi mente giraba tratando de entenderlo. Había viajado en el tiempo. Pero no solo eso... había despertado en el cuerpo de mi madre, antes de mi propio nacimiento.



Un pensamiento oscuro y aterrador se formó en mi mente. Nací un año después de mi hermana. Si estoy aquí, en el cuerpo de mi madre, antes de que siquiera quedara embarazada de mí... ¿qué pasará si no logro que eso ocurra? ¿Qué pasa si nunca nazco?


Miré hacia mi padre, que se levantaba del sofá y se acercaba a mí con una sonrisa seductora. —¿Estás bien, cariño? —me dijo, pasando sus manos por mi cintura.


Sentí su aliento cálido en mi cuello. Mi corazón latía desbocado. Si quiero asegurar mi nacimiento, tendré que convencer a mi padre... de una manera que me hace estremecer solo de pensarlo.

...


Pasaron los días, y cada uno fue una tortura. Dormíamos juntos, sí, pero yo me limitaba a fingir dolores de cabeza o cansancio. Evitaba sus caricias, sus insinuaciones nocturnas, su cuerpo pegado al mío bajo las sábanas. Tenía miedo. Repulsión. Confusión. ¿Cómo podía entregarme a él, sabiendo quién era?


Pero mi nuevo cuerpo... él no tenía esas dudas. Empezó a reaccionar. Los pezones se endurecían por nada, el calor entre mis piernas era constante. Sentía un deseo animal que crecía, cada día más difícil de ignorar. Una necesidad urgente, húmeda, desesperada.


Y entonces ocurrió.


Salí una tarde a hacer las compras. En la tienda, un hombre me detuvo para ayudarme con una bolsa. Alto, moreno, seguro. Me sonrió y me hizo reír. Me dijo que era hermosa. Deseada. No me vio como una madre o una esposa. Me vio como una mujer.


Y yo… cedí.



No sé cómo ocurrió. Sólo recuerdo su boca en mi cuello, sus manos recorriendo mi cuerpo con una avidez que me hizo temblar. Estábamos en su coche, detrás de una cortina de cristales empañados. Gocé. Lloré. Grité. Me dejé llevar por esa oleada de placer que mi nuevo cuerpo tanto ansiaba. Por primera vez desde que desperté, me sentí viva… y sucia.


Al regresar a casa, lo vi.


Mi esposo —mi padre— me esperaba en la sala. Su rostro era sereno, amoroso, inocente. Me sonrió como si nada hubiese pasado. Y yo… quise desaparecer.


Esa noche no pude dormir. El remordimiento me carcomía. Había fallado. No solo como hijo, sino como mujer. ¿Y si ya había arruinado todo? ¿Y si ese encuentro con un desconocido lo cambiaba todo, y yo nunca nacía?


Temblando, me metí en la cama con él. Esta vez no me alejé. Lo besé. Me dejé acariciar. Dejé que me quitara el camisón. Abrí las piernas para él, sintiendo su piel caliente sobre la mía. No era deseo lo que me impulsaba, era necesidad. Desesperación. Culpa.


Me dejé penetrar y lo abracé con fuerza, cerrando los ojos mientras él gemía mi nombre… o el de mi madre. No lo sé. No quería saberlo.



Lo único que pensaba era: por favor, que esta sea la noche en que quedo embarazada… que esta sea la noche en que me asegure de nacer

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión es inportante para el equipo del blog, puesdes cometar si gustas ⬆️⬇️