🗯RECUERDEN QUE SUBIMOS DE 3 A 4 CAP, CADA FIN DE SEMANA 🗯

martes, 30 de diciembre de 2025


Le robé el cuerpo a mi hermana… y no pienso devolverlo jamás.



No fue un accidente...Fue completamente intencional.


Siempre la envidié.

Mi hermana tenía una vida perfecta: era joven, hermosa, libre, deseada…

Y yo solo era un tipo promedio, encerrado en una rutina aburrida, viendo cómo la vida la trataba a ella como una princesa… mientras a mí apenas me miraban.


Ella no lo sabía, pero la espiaba.

Escuchaba cuando se quejaba de lo difícil que era estudiar, de lo cansada que se sentía después de salir con sus amigas, de los chicos que le escribían sin parar.

Y por dentro solo pensaba:

“Si yo fuera tú, lo disfrutaría todo al máximo. No lo desperdiciaría como tú lo haces.”


Y lo quería.

Conseguí un método, una vieja bruja que noto como la envida me carcomia me quiso ayuda... acambio solo pidio las pocas monedad que traia

Lo que me dio era algo prohibido, oscuro… pero efectivo.

Un intercambio....

Y una noche, mientras ella dormía profundamente en su habitación, lo hice.


Me acosté junto a su cuerpo dormido, pronuncié las palabras…

Y cuando abrí los ojos, estaba viendo el techo desde una nueva perspectiva.

Sentí el peso en mi pecho. El vacío entre mis piernas. El cabello largo cayendo sobre mi cara.


Lo había logrado.

Era ella.

Ahora yo era mi hermana.


Me miré en el espejo y casi me corro de la emoción.


Tenía un cuerpo sensual, suave, perfectamente esculpido.


Piel tersa, senos firmes, cintura delgada, caderas anchas, un trasero perfecto que apenas podía dejar de tocarme.

Era preciosa.

Tenía la cara de una diosa, y un cuerpo de infarto.

Y todo eso ahora era mío.


Me quedé horas tocándome, explorando.

Me puse su ropa interior más atrevida, un conjunto  de encaje.

Me admiré en el espejo: una chica universitaria lista para conquistar el mundo… o al menos para provocar una erección con solo sonreír.

Abrí sus redes sociales y empecé a responder mensajes.

Muchos chicos la deseaban.

Ahora… me deseaban a mí.


No pasó mucho para que aceptara una invitación.


Fui a una fiesta universitaria vestida con un top ajustado que dejaba ver mi escote y una minifalda que apenas cubría mis nalgas.

Caminar con tacones fue un reto… pero me encantó.

Sentirme observada, deseada, juzgada con lascivia… era tan nuevo… y tan adictivo.


Uno de los chicos me invitó a su cuarto.

Y no dije que si.

Estaba lista.

Quería saber cómo se sentía ser usada como una mujer.

Me besó lento. Me acarició la espalda. Me bajó la ropa interior con suavidad…

Y cuando entró en mí…

Oh Dios.


No hay palabras.


Me abrí para él. Lo recibí con todo mi cuerpo. Sentí cada empuje, cada gemido, cada gota caliente llenándome.

Me corrí tres veces.

Y cuando él acabó dentro, jadeando mi nombre…

supe que jamás volvería atrás.


Me volví adicta.


Exploré todo.

Masturbación. Sexo oral. Ser tomada por detrás.

Me encanta cuando me agarran fuerte, cuando me lamen entera, cuando me dejan el maquillaje corrido de tanto gemir.

Me encanta cuando me lo meten hasta el fondo.

Y me fascina tragarlo.

Sentirlo caliente bajando por mi garganta mientras sonrío como la buena zorrita que me he vuelto.


Y lo mejor de todo: nadie sospecha nada.

Para todos, sigo siendo ella.


Voy a clases, tengo amigas, me saco selfies sexys, subo historias mostrando mi escote.

Y cada noche, cuando me quedo sola…

me doy un baño caliente, me pongo su lencería más erótica, me abro de piernas frente al espejo…

y me entrego a la nueva yo.


¿Mi cuerpo original?

Técnicamente sigue por ahí…

dormido, sin alma, sin función.


No pienso volver.

No después de saber lo que es esto.

Ser sexy.

Ser hermosa.

Ser deseada.

Ser usada.


Soy mi hermana ahora.

Y lo haré mejor que ella.



 Desperté con la luz del sol filtrándose por las cortinas. El calor me golpeó la piel y, por un instante, tuve que recordarme a mí misma dónde estaba. Este cuerpo… mi cuerpo ahora, el de mi madre, se sentía extraño y familiar al mismo tiempo. La suavidad de la piel, el peso de mis curvas, la forma en que los músculos respondían a mis movimientos: todo me recordaba que yo no era quien solía ser, y, sin embargo, todo era mío.


Al abrir los ojos, lo vi. Un hombre dormido a mi lado, respirando tranquilo, ajeno a la realidad que yo escondía detrás de mi sonrisa. Antes, yo era Caleb, un chico tímido y aburrido, que vivía encerrado en un barrio que nunca me comprendió. Ahora, una mujer segura, dueña del cuerpo que una vez perteneció a mi madre, podía mirar el mundo desde otra perspectiva: una perspectiva que nadie sospechaba que era mía.


Un año atrás, todo esto parecía imposible. Había estado harto de mi vida, de sentirme invisible, de ser el chico que nadie notaba. Cuando descubrí ese hechizo extraño y peligroso, supe que podía cambiarlo todo. Con él, desaparecí de la faz de la tierra y tomé el cuerpo de mi madre. Ella… nunca volvió. Nadie sabe que ya no está. Y yo, con paciencia y astucia, he construido una vida completamente nueva.


El hombre a mi lado no es importante en el pasado, pero sí en el presente. Es parte de mi nueva rutina. Lo conocí hace meses; lo necesitaba para reforzar la ilusión de que mi vida no había cambiado demasiado, de que la mujer que todos creían ser mi madre seguía siendo la misma. Pero él no sabe que yo soy otra persona completamente. Lo observo mientras duerme, y siento una mezcla de triunfo y excitación: cada respiración tranquila es un recordatorio de que mi plan funcionó.


Me levanté con cuidado, estirando mis brazos y notando la diferencia de fuerza y flexibilidad en este cuerpo. Caminar hacia el baño fue como reencontrarme con un mundo nuevo. Cada paso resonaba distinto en mis caderas, y al mirarme en el espejo, una sonrisa se dibujó en mi rostro. Esta mujer, mi madre, había sido siempre elegante, refinada, meticulosa. Ahora, sin embargo, puedo jugar con su imagen, cambiarla, mejorarla… dominarla.


Me senté en el borde de la cama, recordando cómo era mi vida antes del hechizo. Caleb era invisible, insignificante, atrapado en un mundo que me ignoraba. Tenía sueños, sí, pero siempre me sentí demasiado pequeño para alcanzarlos. Y ahora… ahora estoy viviendo un sueño que jamás habría imaginado. Una vida de poder, libertad y posibilidades ilimitadas. La casa, los muebles, los secretos: todo es mío para moldear.


Preparé el desayuno mientras el hombre todavía dormía. La cocina estaba intacta, como siempre la había dejado mi madre, pero con un año de experiencia a mis espaldas, he añadido mi toque personal: platos nuevos, colores más vivos, aromas que reflejan la vida que quiero vivir. Me gusta ver cómo mi entorno refleja quién soy ahora, no quien fui ni quien era mi madre.


Mientras bebía mi café, pensé en cómo la vida había cambiado en solo doce meses. Antes, mi madre vivía sola, con la soledad como compañera silenciosa, después de su divorcio. Ahora, en su cuerpo, tengo todo lo que ella tuvo y más. La soledad se transformó en libertad, en una sensación de control absoluto. Nadie sospecha nada; todos creen que ella sigue siendo la misma mujer, preocupada por el pasado, por sus recuerdos, por su vida anterior. Nadie sabe que yo soy la que maneja todo ahora.


El plan había sido delicado y malicioso, y la ejecución perfecta. Desaparecí sin dejar rastro, asegurándome de que mi madre no pudiera volver, y ocupé su cuerpo. Cada detalle fue calculado: su trabajo, sus amigos, sus rutinas, incluso sus pensamientos más íntimos. Aprendí a caminar como ella, a hablar como ella, a reír como ella. Ahora puedo sentarme frente a cualquier persona y convencerla de que sigo siendo la mujer que siempre fue… pero con mi toque personal.


Me levanté de la mesa y caminé hacia mi vestidor. La ropa que elegí refleja mi nuevo yo: audaz, sensual, segura. Me probé un vestido que mi madre solía usar en ocasiones especiales, pero lo llevé con mi estilo, con mi actitud. Me miro al espejo y me reconozco: no soy Caleb, no soy mi madre. Soy la combinación perfecta de ambas, con el control total de mi identidad.


El hombre en la habitación se despertó con un bostezo y me miró con ojos somnolientos. Sonreí, y él respondió con un gesto torpe de cariño. A veces es divertido jugar con la ilusión: él cree que soy su amiga, su compañera, su apoyo… sin saber que yo soy quien siempre observó y planeó desde las sombras.


Pasé el día organizando la casa, ajustando detalles que harían que la vida de mi madre pareciera natural. La cocina impecable, los documentos en orden, las facturas pagadas, la correspondencia respondida. Todo debía estar perfecto, porque cualquier descuido podría levantar sospechas. El mundo cree que ella sigue siendo la misma mujer, pero en realidad, soy yo quien decide cada movimiento, cada palabra, cada gesto.


Mientras revisaba la correspondencia, encontré un mensaje que me hizo sonreír de forma malévola. Era de un viejo amigo de mi madre, alguien que nunca había confiado plenamente en ella. El mensaje era cordial, pero vacío; un simple recordatorio de que la vida continúa. Yo podría cambiarlo. Yo podría manipularlo. Todo estaba bajo mi control ahora. Mi madre ya no existe, y no hay vuelta atrás.


Más tarde, me senté frente al espejo para arreglarme el cabello. La textura, el brillo, la forma en que caía sobre mis hombros… todo era un recordatorio de la transformación que había logrado. Pensé en Caleb, en el chico tímido y retraído que alguna vez fui, y sonreí. Él nunca habría imaginado esto, nunca habría tenido la audacia ni la fuerza para hacerlo. Ahora, en cambio, soy dueña de mi destino, dueña de la vida que siempre quise.


El hombre regresó a la habitación y nos sentamos juntos a hablar de cosas triviales. Mientras hablábamos, no pude evitar sentir un placer sutil en cada palabra que decía, en cada gesto que ignoraba la verdad. Él no sabe quién soy, y mientras él cree que su mundo es seguro, yo estoy construyendo algo completamente diferente, una vida que es solo mía.


Por la noche, mientras el hombre dormía nuevamente, me quedé despierta, mirando el techo. Pensé en todo lo que había sacrificado y todo lo que había ganado. Caleb desapareció, mi madre desapareció, y lo único que quedó fue yo. Una versión nueva, audaz y segura de mí misma, viviendo una vida que antes solo podía soñar. Y, aunque había algo de culpa que aparecía a veces, era pequeña y manejable. Porque al final, mi plan funcionó, y ahora, soy la que decide quién vive y quién se queda en el pasado.


Un año después, puedo decirlo con claridad: nunca he estado tan viva. Cada gesto, cada mirada, cada decisión me pertenece. He tomado lo que quería, y lo he hecho mío. El mundo cree que mi madre sigue aquí, pero en realidad, es mi vida la que se despliega frente a mí, brillante y sin restricciones.


Mientras me acurruco en la cama, observando la silueta del hombre dormido a mi lado, sonrío. Esta es mi vida, mi cuerpo, mi mundo. Todo lo que él cree conocer es solo una ilusión, y yo disfruto cada momento de ese poder silencioso. Porque, después de todo, tomé lo que quería y nadie puede arrebatármelo.


Y así,  después del cambio, sigo siendo Caleb… pero transformada, reinventada y dueña de una vida que jamás habría imaginado. La soledad se convirtió en libertad, el miedo en audacia, y el pasado en un recuerdo distante. Todo está bajo mi control, y nadie sospecha que la mujer que todos creen conocer, ya no es la misma. Soy yo ahora, y nunca volveré a ser otra cosa.


lunes, 29 de diciembre de 2025

 Sin ninguna  preocupación dormia... mi mu do era una neblina de sueño y sábanas calidas hasta que la realidad empezó a pesar. Me encontraba en ese limbo entre dormido y despierto, intentando girarme de lado, pero algo me lo impedía. Sentí una gravedad inusual en mi pecho, un volumen carnoso y pesado que se aplastaba contra mis brazos al menor movimiento. Confundido, bajé la mano y mis dedos se hundieron en una suavidad desconocida: eran senos grandes y firmes, con una sensibilidad eléctrica que me hizo soltar un jadeo involuntario.

Antes de que pudiera procesar el terror de no reconocer mi propio torso, el peso de otro cuerpo se hundió en el colchón frente de mí.

—¿Sigues dormida, mi amor? —susurró una voz grave y masculina cerca de mi oido.

Sentí un escalofrío que recorrer mi espalda, ahora mucho más arqueada y estrecha. Unas manos grandes y posesivas me sujetaron por la cintura y, con una fuerza natural, me obligaron. Intenté protestar, pero mi voz se quedó atrapada cuando mis piernas fueron separadas de par en par. La vulnerabilidad era total.

Entonces, sin previo aviso, él me tomó.


El despertar no fue un proceso lento, fue una colisión. Mis ojos se abrieron de par en par, fijándose en las molduras doradas de un techo que jamás había visto, mientras mi cuerpo se arqueaba violentamente. La sensación de ser llenada era absoluta; una expansión que llegaba hasta el fondo de mi vientre, haciéndome sentir pequeño, contenido y, sobre todo, reclamado.

​—Eso es, amor él cerca de mi oído, su aliento caliente quemándome la piel—. Quédate así, acepta todo lo que tengo para ti.

​Cada embestida del hombre hacía que mis nuevos pechos oscilaran pesadamente, golpeando mi torso con un ritmo que me recordaba, con cada segundo, mi nueva y exuberante anatomía. El calor de su piel contra la mía era como una fragua. Yo, atrapado en esa seda y esas curvas traicioneras, solo podía enterrar las uñas en las sábanas de hilo mientras mi mente colapsaba. No era solo el placer físico, era la autoridad con la que él manejaba mi nuevo cuerpo.

​—Llevamos meses intentándolo, pero hoy... hoy siento que va a funcionar —susurró él, su voz vibrando profundamente contra mi pecho mientras me sujetaba mis piernas con manos de acero—. Te voy a llenar tanto que no habrá duda. Quiero que lleves a mi hijo, quiero verte cambiar mientras creces con mi semilla dentro.

​El final llegó con una urgencia violenta. El hombre soltó un rugido ronco, hundiéndose una última vez con toda su fuerza, anclándome al colchón bajo su peso. Y entonces, sentí la descarga final.


​Fue una oleada de calor líquido, una humedad ardiente que se derramó profundamente en mi interior. Sentí cómo ese flujo inundaba mi centro, marcándome con una sensación de posesión tan física y biológica que me hizo temblar de pies a cabeza.

​—Quédate quieta, no te muevas —ordenó él con voz entrecortada, desplomándose exhausto sobre mí. El peso de su cuerpo aplastó mis senos contra su pecho velludo, atrapándome por completo—. Deja que todo se quede ahí dentro. Este es el mes, amor. Siento que finalmente te he reclamado como mi mujer... vas a ser la madre de mis hijos.

El inconfundible olor del semen,  que brotaba inundaba la habitación ...

​Me quedé mirando al vacío, jadeando, sintiendo el rastro del calor líquido deslizándose lentamente por mis paredes internas. El chico que yo era ayer habría muerto de horror, pero el cuerpo que habitaba ahora, el de esta mujer, parecía pulsar con una extraña y aterradora satisfacción. Ya no era un extraño en un sueño; era un recipiente, una mujer marcada por un hombre que no tenía idea de que acababa de sellar el destino de un intruso.



Mientras estaba allí, comiendo un helado, podía sentir las miradas de mi mejor amigo, Joel, clavadas en mí. No era difícil entender por qué. Llevaba puesta la ropa que su exnovia había dejado olvidada en su casa después de terminar con él. Ajustaba demasiado bien… inquietantemente bien.


El hecho de que ahora era una copia exacta de su ex, se debía al hechizo que Joel había usado conmigo. Todo había comenzado cuando encontró un viejo libro polvoriento en el ático de su abuela. Entre páginas amarillentas y símbolos extraños, descubrió un hechizo de transformación que prometía algo imposible: cambiar el cuerpo de una persona para que coincidiera perfectamente con la ropa que estuviera usando.

Después de perder una apuesta estúpida, acepté ponérmela. Reímos, bromeamos… hasta que Joel pronunció el hechizo.

Entonces todo cambió.

Primero sentí mi piel volverse más suave, casi sensible al aire. Luego una presión extraña en el pecho, seguida de un peso nuevo cuando mis senos comenzaron a formarse, llenando la ropa que llevaba puesta como si siempre hubiera sido mía. Mi cuerpo siguió ajustándose, estrechándose en lugares nuevos, hasta que mi pene desapareció por completo. Al mismo tiempo, mi cabello comenzó a crecer, cayendo en mechones largos sobre mis hombros.

Cuando finalmente me miré al espejo, el aire se me quedó atrapado en la garganta.

El hechizo había funcionado.

Frente a mí no estaba yo… sino una copia exacta de su exnovia. Joel me observó en silencio durante unos segundos, con una mezcla de asombro y algo más difícil de leer en su mirada, antes de sonreír y decir suavemente:

—Ahora… eres Diana.


El siguiente paso de Joel fue sacarme con él.

Dijo que solo quería “recordar viejos tiempos”, revivir lo que hacía con su exnovia… conmigo. Caminamos juntos por la calle como si fuera lo más natural del mundo, y aunque intenté convencerme de que solo era parte del juego, notaba cómo su atención no se apartaba de mí. Sus ojos seguían cada movimiento de mis caderas, cada pequeño gesto que la ropa resaltaba sin que yo lo intentara.

Fue entonces cuando terminamos sentados, comiendo un helado. Justo ahí, como al principio de todo. Yo fingía normalidad, pero podía sentir su mirada constante, evaluándome, comparándome. No era incómodo… era extraño y, para mi sorpresa, no del todo desagradable.

A medida que avanzaba el día, algo dentro de mí comenzó a cambiar. La ropa ya no se sentía ajena. Mis movimientos se volvieron más naturales, más suaves. Dejé de pensar en cómo debía caminar o cómo debía sentarme; simplemente lo hacía. Ser una mujer ya no era solo el efecto de un hechizo… empezaba a sentirse real.

Y mientras Joel sonreía, satisfecho, yo me di cuenta de algo que me estremeció más que cualquier transformación física


La siguiente vez me di un vestido de ella. Me quedaba mejor de lo que esperaba, como si siempre hubiera sido mío. Joel preparó la cena tal como solía hacerlo para ella, con la misma atención y ese cuidado silencioso que ahora iba dirigido a mí. Me senté a la mesa sintiéndome extrañamente en casa, desempeñando un papel que ya no se sentía como una actuación.

Después de cenar, Joel y yo disfrutamos de unas cervezas mientras veíamos una película en el sofá. No hablábamos mucho; no hacía falta. La cercanía, el calor compartido, las miradas que se prolongaban un segundo más de lo normal… todo decía lo que las palabras no podían.

Cuando terminó la película, algo nació en mí. No fue una decisión consciente, fue un impulso profundo. Me acerqué, y nuestros labios se encontraron en un beso lento, cargado de una ternura inesperada. En ese instante entendí que la mujer en mí ya no estaba despertando: se había apoderado de mí por completo.

No sentí miedo. Solo una calma intensa, como si finalmente estuviera donde debía estar.

Sin dejar de besarnos, me arodille con una seguridad que me sorprendió incluso a mí. Joel respondió de inmediato, atrayéndome más cerca, como si también hubiera estado esperando ese momento desde hacía tiempo. le abrí los pantalones. 



Luego comencé a hacerle una mamada   Todo se volvió más lento, más intenso, como si el mundo se hubiera reducido a ese espacio compartido 

Me dejé guiar por lo que sentía, por esa conexión profunda que ya no podía negar.

y me tragué su semen.




 Cuando finalmente lo hice correr, me recoste en el sofa... pense en lo que habia hecho...era irreversible había ocurrido entre nosotros, y yo senti vergüenza me queria tapar la cara con una manta...

De repente 

Sentí sus manos entre mis piernas, un contacto que me hizo contener la respiración. Semti sus dedos en mi vagina...No fue brusco ni apresurado; fue lento, casi reverente, como si Joel aún estuviera comprobando que yo era real, Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente, y en ese instante comprendí algo que me estremeció: ya no solo me veía como mujer, me sentía mujer.


Me aferré a él, buscando apoyo, buscando seguridad. Joel me susurró mi nombre o el que estaba empezando a aceptar como mío y ese simple gesto terminó de derribar las últimas barreras que quedaban en mí. No había vergüenza, ni duda, solo una entrega silenciosa

En poco tiempo ya estaba montando su polla

Me entregué a él sin pensarlo demasiado, no como alguien que duda, sino como quien elige su lugar. Sobre el, en esa intimidad compartida, entendí que ya no estaba interpretando un papel. Era su mujer, y por primera vez, esa verdad se sentía completa.