🗯RECUERDEN QUE SUBIMOS DE 3 A 4 CAP, CADA FIN DE SEMANA 🗯

domingo, 15 de junio de 2025

Lo que nadie debe saber



—No entiendo por qué tuve que cambiar así —digo sin mirar a nadie, mientras revuelvo el té con movimientos lentos y delicados.

Mi madre asiente, nerviosa. Mi hermana me sonríe con pena. Mi padre ni siquiera levanta la vista del periódico.


Estoy sentada a la mesa del desayuno, cruzando las piernas como si llevara años haciéndolo. Mi blusa de seda marfil se ajusta al contorno de mis pechos generosos, y la falda lápiz color vino abraza mis caderas con una naturalidad que ya no me atrevo a cuestionar. Mis uñas están pintadas de un rosa opaco y elegante. Mis labios, perfectamente delineados, se curvan apenas en una mueca de disgusto ensayado.


—Esto no es lo que soy. No quiero esta vida —añado, como si las palabras aún tuvieran fuerza.


La verdad es que ya no lo sé.


Yo era Mateo. Veinticinco años. Delgado, inseguro, invisible. Un tipo más.

Pero ahora… todos me conocen como Verónica.

Cuarenta y tres según los documentos. Viuda distinguida. Dama recatada. Dueña de una presencia que gira cabezas.


El cambio fue radical. Nadie me reconocería como el chico tímido que solía esconderse detrás de una sudadera con capucha. Ahora uso perfume con notas de vainilla y ámbar. Me maquillo cada mañana, aplico base, rubor, máscara de pestañas. Aprendí a andar en tacones de aguja como si fuera parte de mi ADN.


—No me siento cómoda —les digo. Pero mis manos traicionan mi discurso mientras acaricio el borde de mi copa de vino, con esos movimientos suaves y femeninos que ya me salen solos.


Fingir lo odio se ha vuelto parte de mi rutina.


Pero cuando todos se van.

Cuando se apaga el bullicio de la casa y la noche me envuelve…

Dejo de mentir.


Me encierro en mi habitación, enciendo la lámpara cálida del tocador y me observo.

Me quito la ropa lentamente, como en un ritual. Saco del cajón el conjunto de lencería negra de encaje que compré en secreto. Me lo pongo con un estremecimiento, sintiendo el roce eléctrico del encaje contra mi piel suave, depilada, perfumada.


Me miro al espejo. Me toco.

Deslizo las manos por mi abdomen plano, por la curva nueva de mis caderas, por el peso delicioso de mis pechos.

Mis dedos se demoran. Mis labios se entreabren.


Fantaseo.

Con una voz masculina ronca que me llama "preciosa".

Con unas manos grandes que me agarran la cintura y me obligan a arquear la espalda.

Con unos labios calientes que me susurran promesas sucias al oído.

Con ser tomada. Rota. Amada.

Como mujer.


Me da miedo admitir lo que siento.

Me excita. Me devora por dentro.

Me derrito cada noche entre las sábanas, mordiendo la almohada para no gemir fuerte.

Y cuando termino… siempre lloro un poco. No de tristeza.

De alivio.


Porque sé que ya no hay vuelta atrás.


El chico que era, Mateo, está lejos.

Ahora hay una señora en su lugar. Una mujer madura, deseada, disciplinada… que sonríe por fuera y arde por dentro.


Sigo fingiendo ante mi familia.

Sigo diciendo que lo odio.

Pero cada vez me visto con más esmero.

Cada vez mi ropa interior es más atrevida.

Cada vez sueño con que alguien… me haga suya.


¿Por cuánto tiempo más podré fingir que no lo deseo?

Porque yo…?




1 comentario:

Tu opinión es inportante para el equipo del blog, puesdes cometar si gustas ⬆️⬇️