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viernes, 6 de diciembre de 2024

El Especimen Perfecto

 



Jamás pensé que mi existencia acabaría siendo el centro de un experimento retorcido. Todo comenzó cuando aquellos científicos me capturaron. Su obsesión era clara: querían crear el espécimen femenino perfecto, algo que consideraban un ideal inalcanzable. Y para su desgracia, yo, un chico común y corriente, me convertí en su lienzo.


La primera vez que noté algo extraño fue apenas unos días después de estar retenido en su laboratorio. Mi cuerpo empezó a cambiar. Al principio, eran detalles sutiles: mi piel se tornó más suave, mi cabello comenzó a crecer con rapidez. Pero pronto, los cambios se volvieron imposibles de ignorar.


"¿Qué me están haciendo?" grité desde la cápsula donde me tenían confinado, mis palabras resonando con un eco de desesperación. Ninguno de ellos respondió, aunque vi la sonrisa satisfecha de uno de los científicos mientras escribía algo en su tablet.


"Estás evolucionando, querido," dijo una de las mujeres del equipo, su voz cargada de una mezcla de burla y orgullo.


El primer cambio significativo fue en mi pecho. Sentí una presión extraña, un cosquilleo constante que eventualmente se convirtió en un peso palpable. Mis pectorales comenzaron a hincharse y redondearse hasta convertirse en senos enormes, perfectamente formados. Era como si estuvieran diseñados para ser admirados, redondos, firmes, imposiblemente perfectos.


"Esto... esto no puede estar pasando," susurré para mí mismo, mi voz ya ligeramente más aguda de lo que recordaba. Cada movimiento hacía que esas cosas se balancearan de manera hipnótica, y el roce contra la tela del uniforme que me habían obligado a usar enviaba escalofríos que no sabía cómo manejar.


Las transformaciones continuaron implacablemente. Mi cintura se estrechó hasta ser tan diminuta que parecía irreal, y mis caderas... ¡Dios, mis caderas! Se expandieron de manera grotesca y exagerada, empujando contra las costuras del uniforme. No importaba cómo me moviera, ese peso nuevo y descomunal siempre estaba presente, recordándome que ya no era dueño de mi propio cuerpo.


"Esto es ridículo," pensé mientras trataba de caminar por la pequeña sala. Cada paso que daba hacía que mi trasero—ahora gigantesco y redondeado—se moviera de un lado a otro como si tuviera vida propia. Incluso al estar quieto, podía sentirlo sobresaliendo, tensando la tela del pantalón que me habían dado.


"¡Este trasero es... enorme!" murmuré, casi en un grito, mientras trataba de sentarme. Pero incluso eso era una tarea imposible. Sentarme significaba hundirme en esa carne blanda y prominente, sentir cómo cada centímetro de mi nuevo trasero reclamaba su espacio.


Una noche, desperté con una sensación extraña entre mis piernas. El vacío era abrumador. Con manos temblorosas, bajé la mirada y descubrí que lo que me quedaba de mi antigua identidad masculina había desaparecido por completo. "No... no puede ser," susurré, las lágrimas deslizándose por mi rostro.


En su lugar, había una vagina. No era algo discreto ni sutil; era una obra maestra grotesca de la biología. Los labios eran gruesos y prominentes, tan marcados que incluso bajo la ropa interior que me obligaban a usar, se sentían siempre presentes, como un recordatorio constante de lo que me habían hecho.


Nose cuanto tiempos  habia psado, habiao sido sometido a pinchazos y dormido con un gas, y cuando despertaba siempre habia halgo diferente en mi cavez que recupera  la conciencia,  hasta que un dia mi cuepo esta irreconocible  y finalmente...


"Tu cuerpo está listo," dijo una de las científicas al verme inspeccionar mi nueva anatomía, su tono clínico y frío. "Perfectamente diseñado para concebir. Eres nuestro mayor logro, ahora tienes que salir de esa capsula, estira la piernas acostúmbrate a tu nueva anatomía."


"¡Yo no soy nada de eso! ¡Soy un hombre!" grité, pero mi propia voz me traicionó. Era suave, melodiosa, completamente ajena a quien solía ser.


 Mi nueva anatomia era el colmo y mi rostro  feminidad exagerada: labios gruesos y sensuales, ojos enormes con pestañas largas, una nariz pequeña y delicada, y pómulos altos que me daban una apariencia casi irreal. Cada vez que movía mi cabello, ahora una cascada brillante que llegaba hasta mi cintura, sentía cómo se deslizaba contra mi piel, una sensación extraña que nunca lograba ignorar.


"Esto no soy yo," repetía una y otra vez frente al espejo, aunque cada día que pasaba esa afirmación parecía menos cierta.


Mis piernas, largas y torneadas, se habían convertido en pilares perfectos que sostenían ese cuerpo diseñado para seducir. Caminaba con una mezcla de vergüenza y resignación, mis muslos gruesos chocando ligeramente con cada paso. "¿Cómo esperan que viva así?" pensaba mientras intentaba ignorar la fricción constante, el peso abrumador de mis curvas y la mirada de los científicos que me observaban como si fuera su obra maestra.


A pesar de todo, lo que más me atormentaba era mi trasero. Cada vez que intentaba caminar rápido, sentía cómo se balanceaba, casi como si intentara atraer la atención de cualquiera que estuviera cerca. Incluso yo no podía dejar de sentir su tamaño descomunal y cómo parecía dominar mi nueva figura.


La otra de las científicas, una mujer alta y elegante, se acercó con una sonrisa cargada de malicia. Su bata blanca ondeaba ligeramente mientras me miraba de arriba a abajo, como si estuviera evaluando una obra maestra. Cuando llegó hasta mí, colocó una mano firme en mi cadera, dando una suave palmada en mi trasero redondeado.


—Bienvenida al mundo femenino, hermana —dijo, con una voz que parecía burlarse de mi situación y, al mismo tiempo, celebrarla. Sus palabras me hicieron estremecer, tanto por la indignación como por lo irónico de llamarme "hermana".


Tragué saliva, sintiendo mis nuevos labios carnosos presionarse entre sí. Quise gritarle, insultarla, decirle que yo no era una mujer y nunca lo sería, pero la sensación del peso de mi pecho al respirar profundamente, el balanceo de mis caderas al moverme, y la molesta calidez de la ropa ajustada que resaltaba cada curva, me mantenían en un constante estado de vulnerabilidad.


—Esto... esto no es real. No puedo acostumbrarme a esto —murmuré, pero mi voz salió dulce y melodiosa, como si mi cuerpo estuviera burlándose de mi intento de mostrar resistencia.


La mujer soltó una risa ligera, llena de condescendencia.


—Oh, claro que lo harás. Todas lo hacen, tarde o temprano. Te sorprenderías de lo rápido que una aprende a amar lo que ve en el espejo —respondió, mientras sus dedos jugueteaban con un mechón de mi cabello largo y brillante.


"¿Por qué hicieron esto? ¿Qué clase de monstruos son?" les pregunté una noche, mi voz temblando de rabia y desesperación.


"No lo entiendes," respondió con una sonrisa tranquila. "Te hemos dado la perfección. Eres la encarnación de nuestros sueños. Eres exactamente lo que siempre quisimos."


"¡Yo no pedí esto!" grité, pero en el fondo sabía que no les importaba lo que yo pensara. Para ellas, ya no era una persona, sino un objeto, un símbolo de su éxito.


—¿Acaso crees que me voy a quedar con este cuerpo? ¡Quiero mi vida de vuelta! —intenté gritar, pero mis palabras sonaron más como una súplica que como una amenaza.


La científica inclinó la cabeza, simulando un gesto de compasión falsa.


—No tienes opción, querida. Eres perfecta ahora. Mírate... Cada centímetro de ti grita sensualidad y fertilidad. ¿Qué hombre podría resistirse? —dijo mientras sus dedos deslizaban suavemente por mi cintura estrecha, como si disfrutara de mi incomodidad.


Sentí un calor subir por mi rostro, una mezcla de vergüenza y rabia. Mi cuerpo reaccionaba de formas que no podía controlar; los roces, las caricias, incluso el movimiento del aire, todo parecía diseñado para recordarme que este cuerpo no era mío y, sin embargo, lo era completamente.


Cuando intenté dar un paso hacia atrás, mi trasero golpeó la mesa detrás de mí, provocando un leve rebote que me hizo maldecir internamente.


—¿Cómo puedes hacerme esto? —pregunté finalmente, sintiendo lágrimas acumulándose en mis ojos.


La mujer se inclinó hacia mí, su rostro apenas a centímetros del mío.


—Es simple. Eres nuestro espécimen perfecto. Aprende a amarlo, hermana. Créeme, te acostumbrarás, te daremos una nueva identidad y viviras como una mujer, no tiene  de alternativa.


Un mes después...


Un mes tras mi transformación, la lucha entre mi mente y mi cuerpo comenzó a ceder. Al principio, mi reflejo me resultaba insoportable: mis senos grandes, cintura estrecha, caderas y trasero prominentes. Sin embargo, con el tiempo, empecé a adaptarme a mi nueva identidad femenina. Mis movimientos se volvieron más naturales, y la atención que recibía, aunque incómoda al principio, se fue convirtiendo en algo casi esperado. Mi cuerpo, diseñado para atraer, me enseñó a aceptar una feminidad exagerada que nunca pedí.


Aunque mi mente seguía resistiendo el cambio, algo dentro de mí comenzó a adaptarse a esta nueva vida. Mi cuerpo ya no me parecía tan extraño; mis manos tocaban mi piel con familiaridad, y mi figura se volvió una parte de mí que, aunque ajena, ya no podía ignorar. La lucha interna persistía, pero acepté que quizás algún día me acostumbraría a ser lo que los científicos habían creado.




4 comentarios:

  1. hola, te mandé un mensaje por gmail por si quiere rolear o platicar de cosas de tg y gender bender c:

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    1. Hola, me interesa lo del rol, tienes discord?

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  2. Hola me gustaría pedirte una petición de una historia donde Batman y Harley Quinn intercambian de cuerpos puedes hacer que sea algo corta es decir de una parte o de dos como gustes

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