Convertirme en la madrastra de mi amigo ciertamente no estaba en mis planes para este año. Pero cuando me diagnosticaron esta segunda pubertad, mi familia me repudió. Tenía 21 años y todavía vivía en casa.
Mi familia era extremadamente religiosa y pensaban que esta condición genética era obra del diablo, algo antinatural. Y cuando la progresión de mi envejecimiento se hizo evidente, fue la gota que colmó el vaso. Bajo su creencia religiosa, podían tolerar que cambiara de género, pero el envejecimiento acelerado que sufrí fue la gota que derramó el vaso. Mi familia me echó de la casa.
Mi apariencia, más cercana a la de una mujer de 40 años, con piel morena y cabello castaño oscuro, y con pronunciadas curvas femeninas, hacía que llamará la atención donde quiera que fuera.
Perdida en el caos del centro de la ciudad, me encontré con un viejo amigo que estaba al tanto de mi situación. Entre lágrimas y desesperación, compartí con él mi difícil situación familiar y el rechazo que había enfrentado.
Mi amigo me ofreció una habitación en su hogar. No es que tuviera muchas opciones en ese momento. Él vivía solo con su padre, quien resultó ser un buen hombre.
Mientras me adaptaba a este nuevo cuerpo y esta nueva vida, sentía la necesidad de encontrar una manera de contribuir al hogar que me había abierto sus puertas. Consciente de que no quería ser una carga para mi amigo y su padre, decidí asumir un rol más "femenino", convirtiéndome en esa figura que hacía falta en la casa.
Por las mañanas, me levantaba temprano, dispuesta a hacer mi parte para mantener el hogar en funcionamiento. La cocina se convirtió en mi refugio. El aroma acogedor del café recién hecho y el sonido reconfortante de los utensilios en acción llenaban la casa de una atmósfera cálida y hogareña.
Después del desayuno, me sumergía en las tareas del hogar con dedicación y diligencia. Desde la limpieza hasta la organización, cada tarea se convertía en una oportunidad para demostrar mi gratitud y devolver la generosidad que se me había brindado. Establecer esta rutina no solo me permitía encontrar mi lugar en el hogar, sino también sentirme útil y valorada en un entorno que había llegado a considerar como propio.
Decidí abrazar esta nueva fase de mi vida con determinación. Acepté que ya no era el joven que solía ser, sino una mujer de 40 años con senos prominentes que colgaban delicadamente en mi pecho y una vagina entre mis piernas, marcando el final de una etapa y el comienzo de otra desconocida.
A pesar de los cambios físicos y las incertidumbres que me invadían, me esforcé por vivir cada día con dignidad y aceptación. Reconocí que mi destino había tomado un rumbo inesperado, pero me negué a dejarme abrumar por ello.
Fue entonces cuando decidí adoptar el nombre de Eva. Era un nombre que resonaba con la idea de un nuevo comienzo, de un renacimiento
Un par de meses después...
Hubo una noche en particular en la que mi amigo salió con una chica, y en casa solo estábamos su padre y yo. Estábamos charlando y, de repente, surgió la pregunta inevitable: ¿tenía novio? Al responder que no, por razones obvias, él comenzó a hablar de su ex esposa.
Me sentí mal por él al escuchar cómo había sido dejado por una persona que lo abandonó por alguien más adinerado. No podía evitar sentir lástima por su situación, pero también encontraba algo entrañable y atractivo en él.
Lo siguiente que supe fue que estábamos acurrucados, compartiendo un momento de intimidad mientras él comenzaba a acariciarme. Me confesó que había pasado mucho tiempo desde la última vez que había estado con una mujer. No sé qué tenía él, pero me dejé llevar por el momento.
Luego, la conversación se volvió más candente mientras hablábamos sobre temas sexuales. Sentía mariposas revoloteando en mi estómago y mi vagina se humedecía al hablar de eso, al mismo tiempo que me ruborizaba por la excitación del momento.
Pronto tocó el tema del sexo oral, y me sorprendió al decir que su esposa nunca se lo había hecho. Esa revelación fue el colmo para mí, así que decidí tomar el asunto en mis propias manos, literalmente.
Me arrodia frente a el y mientras chupaba la polla de este hombre, un hombre que me doblaba la edad, lo escuché gemir: "Yo tampoco he follado en mucho tiempo".
Tragué saliva pensando en lo que vendría después...
Fue el comienzo de una nueva etapa en nuestras vidas. A pesar del riesgo, decidimos mantener nuestras relaciones sexuales en secreto, muchas veces compartiendo la misma cama y disfrutando de momentos de pasión y conexión íntima. Sin embargo, siempre vivíamos con la constante preocupación de ser descubiertos, especialmente por su hijo.
sabiendo que teníamos que enfrentar la realidad eventualmente. Aún no sabíamos cómo reaccionaría su hijo ante la noticia de que su padre y yo éramos pareja.
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Como tan muchachos?.... jejje aqui rin de vuemta con un nueevo cap para el blog jejeje
Regresas!!!
ResponderEliminarRegresas!!!
ResponderEliminarTe extrañamos gracias por regresar
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