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viernes, 31 de enero de 2025

 El vapor cubría el baño como un velo húmedo mientras el agua caliente resbalaba por mi piel, delineando cada curva de mi nueva figura. Cerré los ojos y exhalé lentamente, disfrutando la sensación. Antes, ducharme era un simple hábito sin importancia, pero ahora… ahora era una experiencia completamente distinta. La segunda pubertad me había arrebatado todo lo que alguna vez fui y, a cambio, me dio el cuerpo de una mujer madura, de una MILF con cada rasgo diseñado para la feminidad. Pasé de ser el hijo de mamá a convertirme en su hermana menor, adoptando su apellido de soltera, con una belleza que esculpida por el estrógeno. Mis hermanas menores me llamaban “tía” sin dudarlo, y cada día que pasaba, esa palabra se sentía más natural en mis oídos.



Mis manos recorrieron mi cuerpo, maravillándose con cada detalle. Mi piel era suave, tersa y perfumada, con ese brillo saludable que solo las mujeres maduras poseen. Bajé lentamente hasta mis caderas anchas, redondeadas y firmes, perfectamente esculpidas para resaltar mi figura. 

Mi cintura era estrecha en comparación con la voluptuosidad de mis caderas, creando un contraste delicioso que acentuaba mi feminidad. Pero lo que más destacaba era mi trasero… grande, redondo, proyectándose con una perfección hipnótica. Se sentía pesado y firme al mismo tiempo, cada movimiento hacía que rebotara de una manera tan natural y provocativa que no podía evitar notarlo cada vez que caminaba.


Subí las manos hasta mis senos y suspiré al sentir su peso entre mis dedos. Eran grandes, turgentes, suaves pero firmes, con pezones sensibles que reaccionaban incluso con la espuma jabonosa. Me mordí el labio al masajearlos, disfrutando de la sensación. Antes nunca entendí el atractivo de los senos femeninos, pero ahora… ahora lo comprendía a la perfección. Eran un símbolo absoluto de feminidad, una declaración de madurez y belleza.


Pero lo que más me estremecía era la calidez entre mis muslos. Separé un poco las piernas y dejé que el agua caliente corriera sobre mi coño, mi hendidura suave y sedosa, la parte más íntima de mi nueva identidad. Pasé los dedos lentamente sobre mis labios vaginales, explorando su forma, su calor, su delicadeza. No quedaba nada de lo que alguna vez fui. Todo en mí era femenino, diseñado para el placer, para la seducción.


Apagué la ducha y suspiré, sintiendo la frescura del aire contra mi piel húmeda. Extendí la mano y tomé una toalla, pero de inmediato noté otro cambio en mi rutina. Antes, me envolvía la cintura sin pensarlo… pero ahora, tenía que cubrirme desde el pecho hasta las caderas. La toalla se ajustó alrededor de mis senos pesados y mis caderas amplias, resaltando aún más la silueta madura que ahora poseía.


Salí del baño y me encontré con mamá en el pasillo, también envuelta en una toalla idéntica a la mía.


Te tomaste tu tiempo

comentó con una sonrisa, mientras se recogía el cabello con una pinza.


Me detuve por un momento, observándola. Antes, era mi madre… ahora, éramos dos mujeres compartiendo el mismo baño, la misma rutina, la misma feminidad. Desde mi transformación, habiamos tenido un acercamiento un poco mas profundo...Compartíamos ropa, perfumes, cremas… incluso conversaciones sobre la belleza.


Me miré en el espejo del pasillo y me sorprendí a mí misma sonriendo. La imagen reflejada era la de una mujer de belleza madura, con una figura voluptuosa, piel suave y una mirada sensual. Ajora...No solo tenía el cuerpo de una MILF… ahora tenía la vida de una. Y lo más extraño de todo… es que me encantaba.




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