🗯RECUERDEN QUE SUBIMOS DE 3 A 4 CAP, CADA FIN DE SEMANA 🗯

viernes, 15 de agosto de 2025

 Siempre quise ser una de ellas. Sonaba ridículo cuando lo pensaba en secreto, tumbado en mi cama, con el teléfono en la mano y el corazón latiendo con fuerza. Nunca lo admití ante nadie, pero era un deseo que me quemaba por dentro. Soñaba con tener esas curvas pronunciadas de mujer, con la seguridad que irradiaban, con ese aire de madurez que hacía que todos giraran a verlas.


Tener senos grandes y pesados… unas caderas amplias que llenaran cualquier falda, esos vestidos escotados y reveladores que abrazaban cada curva. Quería sentirme tratada como una dama, como esas mujeres que parecían dominar cada mirada a su alrededor.


Antes las observaba con envidia. Caminaban con sus tacones firmes, ajustando el tirante del bolso sobre sus hombros, y yo me repetía a mí mismo que nunca sería como ellas… porque era solo un chico joven, torpe, atrapado en un cuerpo que no me pertenecía.


Hoy miro mi reflejo y sé que lo logré. No importa cómo ocurrió.



 Lo cierto es que la imagen frente al espejo me corta la respiración: una mujer madura, piel suave, senos plenos insinuándose bajo el sujetador, caderas generosas que llenan mis jeans tal como siempre soñé. Mis manos tiemblan al acariciar mi cintura estrecha, recorriendo cada curva como si todavía no pudiera creer que me pertenecen.


La ironía me arranca una sonrisa. Años deseando estar con una de ellas… y terminé siéndola. Ahora soy la fantasía que tanto anhelaba. Cuando los hombres me miran, cuando me lanzan piropos en la calle, siento una mezcla de nerviosismo y excitación. Quieren lo que soy… y yo lo disfruto.





Lo confirmé la primera vez que cedí a mis nuevos impulsos, cuando me dejé arrastrar por el deseo. Aquel hombre me sedujo con facilidad… alto, negro, musculoso, con una seguridad que me desarmó. Sus manos se aferraron a mis caderas anchas como si temiera que pudiera escapar. Su mirada ardía cuando desabrochó mi blusa y dejó que mis pechos cayeran pesados en sus manos. Yo temblaba, no de miedo, sino de puro placer. Había pasado de fantasear con mujeres así… a convertirme en la mujer que un hombre deseaba con locura.


Esa noche, entre gemidos y besos desesperados, entendí que mi transformación estaba completa. Ya no era un chico con un anhelo imposible. Era una mujer madura, deseada, segura… y, sobre todo, insaciable.




Ahora, cada fin de semana es una aventura nueva. Salgo a cazar, vestida para seducir: tacones que al caminar hacen eco, faldas ceñidas que delinean mis caderas, blusas escotadas que dejan entrever mis pechos firmes, labios rojos que prometen lo que no siempre doy de inmediato. Cada mirada que se cruza conmigo es un juego de provocación; cada hombre que se acerca, un desafío que disfruto con una sonrisa juguetona.




No soy mujer de un solo hombre. Disfruto la libertad de escoger, de experimentar, de dejar que cada uno me admire y me toque, de probar los límites del deseo y el placer. Algunos se estremecen al sentir mis manos sobre sus cuerpos; otros se pierden en la intensidad de mis besos y gemidos. Cada encuentro es diferente: en citas clandestinas, en fiestas exclusivas, en habitaciones de hoteles donde mis curvas dominan la escena y mis pechos se mueven al ritmo de mi poder.





Cada fin de semana vuelvo a casa agotada, pero satisfecha, con la certeza de que nadie podría detenerme ni poseerme. Cada hombre que se rinde a mi encanto me recuerda lo lejos que he llegado: de un deseo secreto a una vida de lujuria, poder e independencia.

Llego a casa, me ducho, me limpio los fluidos que cada encuentro dejó en mi cuerpo, descanso un momento… y me preparo nuevamente para salir. Otra vez, otra aventura, otro hombre que descubrirá mi fuego.



No hay vuelta atrás, y no la quiero.
Soy una milf… libre, deseada, insaciable… y nunca estuve tan viva.


domingo, 10 de agosto de 2025

 Cuando el paquete llegó, no podía creer que finalmente tuviera en mis manos el bodysuit que había visto tantas veces en Internet. Las fotos lo hacían parecer tan real que me había obsesionado con la idea de probarlo. Decían que se ajustaba al cuerpo como una segunda piel y que transformaba por completo la apariencia… pero jamás imaginé que sería tan perfecto.


En la habitación de la villa que habíamos alquilado, saqué la prenda del envoltorio. Era suave, flexible, pero con un peso extraño, casi como si tuviera vida propia. Al deslizarlo por mis piernas, sentí un cosquilleo eléctrico que me hizo estremecer. Me lo subí hasta la cintura, notando cómo mis muslos parecían más suaves y redondeados.


Cuando lo estiré sobre mi torso, todo cambió. La presión del material moldeaba mi figura, y mis músculos empezaron a aflojarse como si se derritieran. El espejo mostró cómo mi espalda se estrechaba, mi cintura se afinaba y mis caderas se ensanchaban, dándome unas curvas femeninas imposibles de ocultar.


Un calor subió por mi cuello cuando el material cubrió mi pecho. De la nada, comenzaron a hincharse dos montículos firmes y pesados, que el bodysuit moldeaba en unos pechos perfectos.


Miré mis manos, ahora femeninas, mientras mis uñas crecían y, como por arte de magia, se cubrían con una manicura impecable. Mi rostro, reflejado en el espejo, se transformó: la piel se volvió suave y tersa, mis facciones se afinaron, y un maquillaje perfecto apareció cubriéndome. Finalmente, jadeé… mi voz ya no era la misma, ahora era más aguda, dulce, una bonita voz de soprano.


Cuando terminé de observar mis pechos, sentí un cambio más profundo. Miré hacia abajo y vi cómo el bulto desaparecía lentamente, mientras la presión y el calor remodelaban mi entrepierna. Mi hombría se transformó en una vagina, y el resto de mis órganos reproductivos cambiaron junto con ella. Me había convertido en una mujer completa.


Al cerrar la cremallera invisible en la nuca, el bodysuit se fusionó con mi piel. Sentí cómo desaparecía todo rastro de mi antiguo yo, incluso el más íntimo. Una melena castaña me cayó por la espalda, y el viento del balcón acarició mi nuevo cuerpo.


Me quedé mirando mi reflejo en el cristal de la puerta, con una mezcla de asombro y excitación. Sonreí para mí misma y murmuré con esa nueva voz:

—Entiendo por qué es el producto mas vendidos…



martes, 5 de agosto de 2025

Yo elegí este cuerpo. Yo elegí esta vida...




Su pene es demasiado para mi culo.

Siento cada centímetro  por dentro, desgarrándome dulcemente mientras se hunde una y otra vez. Mi cuerpo, por instinto, intenta expulsarlo… se tensa, se aprieta, se resiste…

Pero ya no puede.

Ya no quiere.

Ahora lo acepta. Ahora lo desea. Ahora lo necesita.



Y lo más increíble es que…

esta es mi vida ahora.


Pensé que sabía lo que quería.

Cuando firmé para la el cambio en la clínicade intercambio, cuando me miré al espejo por primera vez sin pene... creí estar lista.


Pero no lo estaba.


La primera vez que tuve sexo en este cuerpo femenino fue devastadora. Había soñado con ese momento: sentirme completa, sentir cómo una polla me llenaba… pero la realidad fue dura, cruda. El ardor me arrancó lágrimas. Me dolía tanto que mi cuerpo temblaba, pero no de placer, sino de incomodidad, de angustia… y, al mismo tiempo, de deseo.


No quería que parara. Lo necesitaba. Aunque me doliera, aunque no sintiera placer todavía… lo quería dentro de mí.


Los días pasaron. Me adaptadata...El mío, sobre todo. Aprendí a usarlo. A explorarlo.

Descubrí que podía fingir un orgasmo perfectamente… hasta que un día, sin aviso, no tuve que fingir más.

Me corrí. Grité. Me arqueé.

Y entendí que finalmente había cruzado la línea.



Un año después, me acuesto con hombres sin miedo. Abro las piernas sin dudar. Me preparo. Me ofrezco.

Me encanta cómo se sienten sus manos en mis caderas, cómo me abren, cómo me embisten. Me gusta cuando me llaman puta, cuando me usan como si yo no valiera más que para eso.

Porque ahí, en esa sumisión, encontré poder.

Una identidad.

Una razón para haber renunciado a mi vida anterior.


¿Extraño mi pene? A veces.

Sobre todo cuando veo cómo mis labios nuevos se estiran, cómo mi coño se afloja con cada embestida.

Pero hay algo que me da aún más placer: ver cómo mi culo los atrapa.

Cómo lo abrazan mis paredes internas, cómo se aferran a su carne caliente, cómo tiemblan cuando eyaculan dentro de mí.

Y yo… solo gimo. Me muerdo los labios. Me corrijo el maquillaje. Y espero al siguiente.


Al principio solo usaba mi vagina. Era lo normal. Lo esperado.

Pero el sexo anal… ah, el sexo anal… fue como una puerta prohibida que, una vez abierta, nunca quise cerrar.


Se volvió rutina. Parte de mí. Parte de lo que soy.

Hoy en día, lo uso más que mi coño. Es mi agujero favorito. Es por donde me hacen sentir más mujer que nunca.


Mis agujeros ya no están apretados. No son vírgenes.

Pero me han dado lo que tanto deseaba:

Placer. Entrega. Deseo. Control.

Y algo que nunca imaginé que sentiría: ser deseada 


Sí, podría haber hecho algo más con esta nueva vida.

Podría haber sido discreta, elegante, “normal”.

Pero elegí ser una puta. Una buena puta.


Y no me arrepiento.


Esta soy yo ahora. Esta es la mujer que decidí ser.




domingo, 3 de agosto de 2025

Las vacaciones de la tía



Todo esto esposo por dinero...


Mi tía Ruth siempre fue la mujer más guapa que conocí. Alta, esbelta, con curvas perfectas, piel suave y bronceada, y ese aire de mujer rica que todo lo conseguía con una sonrisa. Pero un día, sin previo aviso, me llamó para proponerme algo que, en retrospectiva, jamás debí aceptar.


—Estoy harta de todo esto, cariño —dijo mientras se servía una copa de vino en su sala enorme y minimalista—. Quiero unas vacaciones, un descanso de mi... realidad. Y tú podrías ayudarme.


Lo que me propuso parecía sacado de una novela de fantasía. Un hechizo de intercambio de cuerpos. Ella ocuparía mi vida unos meses, como un simple chico universitario con deudas y sin responsabilidades... mientras yo me convertía en ella.


—Te transferiré la mitad del dinero ahora —me prometió con una sonrisa seductora—, y la otra mitad cuando terminemos. Solo tienes que vivir como yo… y cuidar de mi esposo. Fácil, ¿verdad?


Parecía el paraíso. Ser rica, usar ropa cara, conducir autos de lujo, despertar cada mañana con un cuerpo de ensueño. Acepté.


La transformación fue inmediata. Un destello cálido, un mareo… y ahí estaba yo, frente al espejo, con el cuerpo de Ruth. Su piel, sus labios carnosos, sus grandes pechos, la cintura estrecha, el trasero firme y redondo… todo era mío. Me toqué con timidez, con asombro… con morbo.


Pero el primer día no fue como imaginaba.


Mauricio llegó del trabajo, con el traje desarreglado, sudado, musculoso, con esa sonrisa peligrosa que parecía querer devorarlo todo. Sabía que era un empresario exitoso, pero lo verdaderamente importante era otra cosa: su obsesión con el sexo.


No dijo mucho. Apenas cruzó la puerta, me arrinconó en la cocina, me besó con fuerza y me susurró al oído cuánto me había extrañado… cuánto deseaba volver a estar dentro de mí.


Intenté resistirme, recordarme que yo no era Ruth, que esto era temporal… pero mi cuerpo reaccionaba solo. Cuando bajó mi ropa interior y se arrodilló entre mis piernas, su lengua me hizo arquear la espalda. Sentí cosas que jamás había sentido antes. Fue dulce, cálido, húmedo… delicioso.



Hasta ese momento, todo parecía excitante, incluso placentero.


Pero entonces llegó mi turno.


Él se quitó la ropa. Y lo vi.



Fue como si el aire se esfumara. Era... monstruoso. Había oído rumores de su cirugía para agrandarse el pene, pero verlo... y luego sentirlo... era otra cosa. No solo era enorme. Era una bestia hambrienta. Y su apetito era insaciable.



Esa noche me dolió todo. Me dejó sin aliento, sin fuerzas. Yo solo podía gemir… o llorar en silencio, mientras él me tomaba una y otra vez, sin detenerse, sin sospechar nada. Para él, yo era su esposa complaciente. Para mí, fue una pesadilla de carne, sudor y gemidos que no podía evitar.



Y entonces lo entendí todo: Ruth no quería escapar de su vida.


Quería escapar de él.


Yo era su reemplazo. Su escudo. Su trampa perfecta.


Y no había marcha atrás. No hasta que terminara el trato… o hasta que él terminara conmigo.


Cada mañana despertaba con las piernas temblando, el cuerpo adolorido… y el coño aún escurriendo semen caliente. A veces, incluso, el ardor en el trasero me obligaba a quedarme sentada unos minutos más en la cama. Como si el cuerpo necesitara recordar lo que pasó. Como si me dijera: sí, lo viviste… otra vez.


Y aun así me levantaba.


Iba al baño, me lavaba la cara, me maquillaba con cuidado. Escogía los tacones más elegantes, el vestido más provocador, y bajaba las escaleras con una sonrisa pintada. Como si no hubiera pasado nada. Como si no me hubieran destrozado por dentro solo unas horas antes.


Y lo peor… lo que más me asusta admitir… es que me empecé a acostumbrar.


A este cuerpo. A la forma en que responde solo. A cómo se me eriza la piel con una caricia, cómo me tiemblan las piernas con una embestida, cómo mis gemidos salen aunque intente callarlos.


Me acostumbré a ser deseada. A ser dominada. A ser usada.


A veces me siento frente al espejo, me miro a los ojos —bueno, a los ojos de Ruth— y no me reconozco. No sé si sigo estando ahí. O si ya me perdí por completo.


Y entonces empiezo a entenderlo.


Ruth no quería vacaciones. No necesitaba tiempo para ella. Lo que quería era escapar. Escapar de él. De su marido, de su deseo brutal, de sus noches interminables… de su insaciable necesidad de poseerla.


Y ahora soy yo quien lo vive. Quien lo sufre.

Soy yo quien atraviesa el proceso doloroso. Cada gemido ahogado, cada orgasmo forzado, cada mañana con el cuerpo exhausto… todo eso me pertenece ahora. Ella se fue. Y me dejó con todo eso encima.

Y sí… fui un ingenuo. Acepté por dinero. Pensando que sería fácil. Que era solo un juego temporal.

Pero ahora…

Ahora hay otro pensamiento que me cruza la cabeza más seguido de lo que me gustaría admitir.

Sin miedo. Sin culpa.

Con algo mucho más peligroso.

¿Y si al final… no quiero volver?

sábado, 2 de agosto de 2025

No se quien soy!



Desperté en una habitación de hotel… y en un cuerpo que no era el mío.


Me senté en la cama, con el corazón acelerado, sintiendo un peso extraño en el pecho, una suavidad en la piel, una forma distinta al moverme. Me miré al espejo: era una mujer madura, atractiva, de curvas generosas, ojos felinos y labios gruesos.


Encendí la televisión y enseguida todos los noticieros hablaban del mismo fenómeno: "El Gran Cambio".

Miles de personas alrededor del mundo habían despertado en cuerpos que no les pertenecían. No había explicación… ni forma de revertirlo.

Quería hablar con alguien. Pensé en llamar a mi madre, pero sabía que no me creería con esta voz. Así que llamé a mi mejor amigo: Yam.


—¿Hola? —contestó con voz adormilada.

—Yam… soy yo… Haruki.

—¿Qué? ¿Quién habla?

—Soy yo, idiota. No cuelgues, te juro que soy yo.

—Tienes voz de mujer.

—¡Lo sé! No estoy en mi cuerpo. Desperté en el cuerpo de una mujer. Por favor, escúchame.

—¿Qué clase de broma es esta…?

—se que te masturbaras, con imagens de hinata milf...


Silencio.


—…Nadie más sabe eso.

—Exacto.

—¡Mierda! ¿De verdad eres tú?

—Sí. ¿Puedes verme? Estoy cerca del centro, en el restaurante Kido’s.

—Allí estaré en media hora.



Me puse lo primero que encontré: blusas, leggins , y tenis blancos Caminar era raro: cada paso hacía que mis caderas se movieran más de lo que quería, y el rebote de mis pechos me recordaba que esto era real.


A medida que caminaba por las calles rumbo al restaurante, notaba algo inquietante: las miradas. No eran solo por mi cuerpo, no solo. Eran miradas de reconocimiento.

Hombres me observaban con sorpresa contenida, otros con disimulo, como si dudaran si acercarse o no. Uno incluso me sonrió como si nos conociéramos.

“¿Qué demonios me están mirando?”, pensé en ese momento, sintiéndome desnudo aunque estuviera vestida.

Pero no entendía por qué.


Cuando llegué, Yam me esperaba en la entrada. Al verme, abrió los ojos como platos.


—¿Eres tú?

—Sí…

—Wow… —me escaneó con la mirada—. Estás… distinto. Muy distinto.

—No te acostumbres —bromeé, empujándolo con suavidad—. Solo estoy… atrapado.


Nos sentamos y comenzamos a hablar.


—¿Cómo te sientes?

—Extraña. Es como si mi cuerpo tuviera voluntad propia… cada movimiento se siente diferente. —Hice una pausa, bajando la voz—. ¿Sabes lo incómodo que es usar brasier?


Yam se rió, pero luego bajó el tono.


—¿Te has visto desnudo?

—Un poco… no mucho. Me dio vergüenza.

—¿Y… abajo?

—¡Aún no! No quiero saber todavía…

—¿Y si estás en tus días?


Lo fulminé con la mirada.

—¡No bromees con eso!


Se rió otra vez, pero su risa se fue apagando mientras me observaba más detenidamente.


—Tu cara… se me hace conocida. Muy conocida.

—¿En serio? ¿Soy alguien famoso?

—Tal vez… —bajó la mirada—. ¿No tienes identificación?

—No… no revisé.


—A ver… —dijo de repente, sacando su celular—. Quédate quieta.


—¿Qué haces?

—Voy a buscarte con Google Lens. Solo para saber quién eres.


Me tomó una foto. Protesté un poco, pero lo dejé. Observé cómo escaneaba la imagen… y de pronto, su rostro cambió.



Pasó de curioso a sorprendido… luego a incómodo. Bajó la vista. Tragó saliva.


—¿Qué pasa? ¿Quién soy? —pregunté.

—Nada… no es nada grave.

—¡Dímelo! ¡Lo necesito saber!

—Solo… alguien famosa. Ya sabes, de esas que salen mucho en redes.

—¿Influencer? ¿Cantante?

—Algo así… —dijo, evitando mis ojos.

—¿Por qué no me lo quieres decir?


Guardó su celular con rapidez.


—Créeme, Haruki… estás mejor sin saberlo. Solo… no te busques en internet, ¿sí?


Lo miré fijamente.


—¿Tan malo es?

—No es malo. Solo… puede que te cambie la forma de verte. Y no necesitas eso ahora.


Fruncí el ceño.

—¿Es algo sexual?

—...

—¡¿Soy actriz porno?!

—¡Shhh! —miró a su alrededor, nervioso—. ¡Baja la voz! No lo dije yo, ¿ok?


Y entonces… lo entendí.

Las miradas en la calle. La sonrisa del tipo en la esquina. La forma en que el mesero me guiñó el ojo al entrar.

No era solo por mi cuerpo… era porque me habían visto antes.

Pero no vestida. No caminando por la ciudad.

Me habían visto desnuda. En la pantalla. Gimiendo.


—¡Estoy en el cuerpo de una actriz porno!

—Una muy famosa, por cierto. Aunque… —agregó sonriendo—, ahora que lo pienso… tus videos deben tener millones de vistas.

—¡No me ayudes!


Nos quedamos en silencio unos segundos.


Yam sacó su teléfono y siguió buscando…

—No puede ser… fuck… —murmuró con los ojos abiertos como platos—. Te estás tomando una polla negra por el culo…

Le arrebaté el teléfono, pero ya era tarde.

—¡Dame eso!

—¡No, espera! ¡Mira esta! Estás de rodillas, con semen escurriendo por la cara… y ¡joder! aquí estás montando a dos tipos al mismo tiempo y por el mismo agujero.

—¡Solo cállate! —le dije, tapándome el rostro con ambas manos.


—No me jodas… ¿tu nuevo cuerpo hace estas cosas?

—¡Yam, basta ya!

—Es que no puedo creerlo. 


Asentí en silencio, sintiendo que me ardían las mejillas.

—la recepcionista del hotel me miró raro en la entrada del hotel… ahora sé por qué. No me reconocía como persona, sino como… bueno, ya sabes.


— una puta... y ¿Qué vas a hacer ahora? —preguntó Yam, bajando un poco el tono, quizás viendo que ya me estaba afectando.

—No tengo ni idea. Pero lo primero será evitar que alguien me reconozca en la calle.

Me crucé de brazos, mirando por la ventana del restaurante.


—¿Y lo segundo?

—Lo segundo… —tragué saliva— tal vez… tal vez aprender a vivir como ella. Aunque eso todavía no me lo permito aceptar.


Yam me miró en silencio unos segundos, luego sonrió de forma incómoda.

—Bueno… si llegas a necesitar ayuda para “practicar” ser ella… tú sabes… yo podría…

—¡Ni lo sueñes!

—¡Solo bromeaba! —dijo, levantando las manos—… un poco.