"Queridos mamá y papá, sé que esto será una sorpresa, pero necesito que sepan la verdad…"
Escribí y borré esa línea al menos diez veces. Ninguna forma parecía lo suficientemente suave ni lo suficientemente directa. ¿Cómo explicarlo? ¿Cómo decirles que Mark, su hijo, la estrella del equipo, el orgullo de la familia… ya no existía?
Habían pasado casi dos años desde la última vez que tomé la píldora XChange en ambas direcciones. Al principio era un juego, una doble vida, pero con el tiempo, ella—la mujer en la que me convertía—se sintió más real que el chico que solía ser. Ahora, cuando me miraba al espejo, solo veía a Mía: piel suave, caderas amplias, muslos gruesos, unos pechos firmes y redondos que se mecían suavemente con cada paso… y un trasero tan provocador que parecía hecho para ser agarrado y follado.
El sujetador que ahora usaba todos los días ya no era solo una prenda: era parte de mí, marcaba mi silueta y sostenía esas tetas que tantas veces habían sido besadas, apretadas, mamadas por los labios hambrientos de mis amantes. Me sentía hermosa… y también funcional, útil, deseable. Me encantaba sentir cómo mi coño se humedecía apenas al pensar en ser usada. Era como si mi cuerpo femenino hubiese despertado un instinto profundo en mí: el de ser sumisa, de complacer, de servir.
Mis padres no sabían nada de eso. Para ellos, Mark seguía ahí, en algún lugar, viviendo su vida. Y hoy vendrían a visitarme por primera vez en ya mucho tiempo... ¿Cómo les diría que su hijo ya no existía, que en su lugar estaba su hija… una mujer plena, activa y profundamente sexual?
Y lo más fuerte fue el sexo. Al principio me resistía a admitirlo, pero con cada encuentro me sentía más viva, más femenina… más entregada. Ya no solo me acostaba con hombres… me rendía ante ellos. Me abría, me dejaba usar, me dejaba llenar. Mi cuerpo ya no tenía voluntad propia: se movía solo, con las caderas buscando ser penetradas, el coño deseando sentir una polla dura adentro, la boca dispuesta a lamer, a chupar, a tragar lo que me dieran.
Esta mañana, terminé arrodillada entre las piernas de mi amante. Lo miraba desde abajo, con los labios pintados, los ojos húmedos y el corazón latiéndome entre las piernas. Le saqué la polla con las manos temblorosas, sintiendo ese calor recorrerme el cuerpo. La chupé despacio, con lengua obediente, sintiendo cómo se hinchaba en mi boca. Me miraba con una sonrisa orgullosa… y eso me hacía derretirme más.
Después, me puso sobre el sofa, levantó mi falda y me folló como lo que soy: una puta sumisa, ansiosa por sentirlo dentro. Cada embestida hacía temblar mis pechos, y cada gemido me recordaba cuánto había cambiado. Sentía su polla llenándome por completo, golpeando mi punto más profundo, mientras yo me agarraba a las sábanas, gimiendo y pidiendo más. Me vine con fuerza, temblando, empapada… y él acabó dentro de mí, dejándome llena, satisfecha, marcada como suya. Y me encantó. Lo amo. Lo necesito. Me define.
Soy Mía, la mujer que siempre estuvo escondida bajo la piel de Mark. Y estoy feliz. Feliz de servir, de ser penetrada, de ser abrazada, tocada, adorada… y follada como una verdadera mujer.
Me había sentado tanto tiempo a vivir y disfrutar esta nueva vida femenina que, sin darme cuenta, fui olvidando todo lo que alguna vez fue Mark. Su ropa desapareció del armario, su voz se desvaneció de mi garganta, sus gestos se borraron de mis manos… Hasta sus recuerdos se sentían ajenos, como si los hubiera vivido otra persona, en otro cuerpo.
Ahora solo quedaba Mía, la mujer que reía al maquillarse frente al espejo, que se estremecía al sentir una polla llenarla por dentro, que caminaba con naturalidad en tacones, con las caderas moviéndose con ese ritmo suave y femenino.
Vivía aún en el mismo departamento que mis padres conocían, el que me ayudaron a conseguir cuando aún creían que su hijo iba camino a convertirse en todo un hombre exitoso. Ellos sabían la dirección… pero ya no sabían quién vivía aquí realmente.
Mire el chat de texto nuevamente...
Tal vez, cuando lleguen, no me reconozcan. Tal vez piensen que se equivocaron de puerta, o que soy la novia de su hijo, o una amiga que los atiende por cortesía.
Podría usar eso a mi favor. Fingir confusión, ver sus reacciones, jugar con esa posibilidad. Pero una parte de mí también quiere enfrentarlo todo de una vez, mirarlos a los ojos y decirles la verdad: que su hijo ya no existe, que en su lugar vive una mujer plena, feliz, deseosa y orgullosa de lo que es.
Todavía no lo había decidido del todo… pero el momento se acercaba.
Y yo… aún tenía el coño húmedo y el aroma de semen fresco entre las piernas.
El sonido del timbre me sacó de mis pensamientos. Era el momento. Me alisé la falda, me aseguré de que mi escote luciera bien, me pasé los dedos por el cabello y sentí el roce húmedo entre mis muslos aún sensibles. Respiré hondo y caminé hacia la puerta con las piernas temblando, el corazón acelerado y la sonrisa temblorosa.
No había más vuelta atrás.