Prometí que sería la última vez que usaba el bodysuit. Me lo repetí una y otra vez, tratando de convencerme mientras deslizaba la prenda sobre mi piel. Pero en cuanto sentí cómo se ajustaba perfectamente a mi cuerpo, supe que estaba mintiendo. El cambio siempre era tan placentero… esa sensación de la tela fusionándose con mi carne, moldeándome, esculpiéndome en la mujer perfecta.
Me habían advertido sobre los efectos secundarios, sobre cómo el uso prolongado podía hacer que el cambio se volviera irreversible. Lo investigué, leí testimonios de personas que aseguraban que después de cierto punto, ya no había vuelta atrás. Al principio, me asusté… pero con cada transformación, ese miedo se hacía más pequeño.
Me acerqué al espejo, y la visión me dejó sin aliento. Era demasiado hermosa. Mi cintura ahora era una curva sensual, mis caderas redondeadas y mis pechos firmes se alzaban con orgullo. Deslicé mis manos por mi nuevo cuerpo, sintiendo la suavidad de mi piel, el calor entre mis piernas… esa ausencia de lo que solía ser, sustituida por algo mucho más tentador.
Las últimas veces había salido solo a pasear, a sentir las miradas clavadas en mí, a deleitarme con la atención de los hombres. Los veía fijarse en mis piernas largas, en la manera en que mis tacones resonaban en la acera con cada paso. Disfrutaba de los piropos susurrados, de los valientes que se acercaban a coquetear, de los ojos que me devoraban sin disimulo.
Pero esta vez… esta vez no quería quedarme solo con las miradas.
Mi curiosidad me estaba matando. ¿Cómo se sentiría el calor de un hombre contra mi nuevo cuerpo? ¿Cómo se sentiría su piel rozando la mía, sus labios recorriéndome, sus manos explorándome? Mis dedos temblaban mientras acariciaba mi propio cuello, deslizándose lentamente hacia abajo, imaginando lo que estaba por venir.
Solo una vez más, me dije. Solo esta noche.
Pero en el fondo… ya sabía que nunca sería la última vez.
Estas volviendo al prime
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