A veces, me imagino reemplazándola.
Tener su cuerpo... sus senos... su cabello... vivir su vida...
Siempre tuve la fantasía de ser una milf voluptuosa, como las madres del vecindario. Señoras cuarentonas de grandes traseros y pechos generosos. Ni delgadas ni gordas, sino mujeres con cuerpos redondeados donde el peso extra se alojaba en sus muslos y caderas. Mi madre y sus amigas eran así: mujeres exuberantes, con traseros inmensos y senos que parecían escapar de sus blusas ajustadas. Yo me masturbaba fantaseando con ser una de ellas, usando su ropa, sus pantalones cortos, su lencería más atrevida. Imaginaba tener esos senos pesados, que rebotaban con cada paso, esa carne abundante que pedía ser tocada. Fantaseaba con caminar con ese contoneo natural, con sentir las miradas deseosas en mis caderas.
Pero no era suficiente imaginarlo. Conseguí un hechizo de posesión… pero primero tenía que ganarme la confianza de alguna de ellas. El hechizo requería un objeto personal de alguien, algo íntimo, algo que tuviera su esencia impregnada.
Había buenas opciones, pero ninguna me atraía tanto como la señora Nancy. Ella era la más hogareña, la más maternal. Y lo que más me enloquecía: La señora Nancy, 36 años, madre de dos hijas, ama de casa perfecta. era la más fértil. Sus caderas anchas y su vientre ligeramente redondeado delataban que había dado a luz dos veces, y yo quería sentir ese mismo peso en mi vientre. Quería ver mi reflejo con un vientre hinchado, repleto de vida, repleto de su vida.
Me acerqué a ella y su familia con pequeños favores cuando su marido no estaba. Primero, cortando su césped.
Luego, ayudándola con pequeñas reparaciones en la casa. Le sonreía dulcemente, tratando de parecer inofensivo, mientras mis ojos no podían evitar bajar a sus pechos colmados, a sus muslos firmes y gruesos.
Ella me agradecía con una sonrisa inocente, calida y maternal, sin sospechar que yo me imaginaba en su lugar, sonriéndole a un vecino joven mientras mi esposo trabajaba, sintiendo su mirada recorrer mi trasero enorme mientras me inclinaba a recoger un algo del suelo.
Justamente hoy
Ahora solo la observo desde su jardín... yo corto su césped, espiándola mientras se mueve con esa gracia natural por su casa. Sus caderas amplias se bambolean mientras camina, y su trasero inmenso parece diseñado para atraer miradas. Sus pechos grandes, pesados, siempre envueltos en blusas ajustadas, se mueven con un vaivén hipnótico. Su cuerpo será mío.
Divagaba... fantaseaba estar en su lugar...
Cocinando en su cocina, rodeada de aromas a especias y guisos caseros, sintiendo el calor del horno mientras mis caderas amplias se movían de un lado a otro. Limpiando la casa, inclinándome para recoger los juguetes de sus hijas, sintiendo cómo mi trasero enorme sobresale en cada agachada. Lavando los platos, sintiendo el agua caliente correr por mis manos suaves, mientras mis pechos pesados cuelgan, bamboleándose ligeramente con cada movimiento.
Durmiendo en su cama, rodeado de sábanas suaves que huelen a su perfume, impregnando cada rincón de mi cuerpo. Despertando a media noche, con la urgencia de ir al baño, sintiendo el peso de mis pechos rebotar mientras camino descalza por el pasillo oscuro. Volver a la cama y encontrarme con el cuerpo de su esposo, sus manos grandes deslizándose bajo mi camisón, rodeando mis caderas anchas, sus labios encontrando los míos. Mis muslos se separan involuntariamente, deseando sentirlo más cerca, más profundo...
Salar con sus amigas... ser una de las " señoras del vecindario..hablaron de cosas de mujer como las solia ver hablar por horas y horas, de recetas, tvnovelas y chisme...
Criando a sus hijas, viendo cómo me llaman mamá con esas vocecitas dulces, mientras mis senos pesados se aprietan contra la tela de mi blusa. Ayudándolas con los deberes, sentada en la mesa del comedor, sintiendo la presión del sostén sobre mi espalda, el peso constante de esos pechos inmensos. Luego, bañándolas, inclinándome sobre la bañera, sintiendo el agua salpicarme mientras mis muslos gruesos rozan el borde de la bañera. ¿Sería capaz de convertirme en ella? ¿Sería capaz de ser más ella de lo que ella misma era? Ser la ama de casa perfecta... ¡Sí, eso quería!
Y el sexo... ¿como mujer? Si cada orgasmo me acercara más a mi objetivo final: convertirme en Nancy por completo, hasta que nadie recordara quién era antes. Quiero sentir el peso de un bebé en mi vientre, las pataditas, el dolor del parto. Quiero que me miren y piensen: 'Ahí va Nancy, la perfecta esposa y madre'.
Si fuera ella... ¿estaría mal si me embarazara? ¿Qué se sentiría estar preñada? Sentir que me llenan una y otra vez hasta quedar redonda... mis senos definitivamente crecerían, pesados y turgentes, listos para amamantar. Quiero estar en la cocina, sintiendo el vientre abultado estirando la tela de mi vestido, sintiendo a un bebé moviéndose en mi interior. Quiero escuchar a las amigas de Nancy decirme lo hermosa que me veo embarazada, tocando mi barriga con envidia. Quiero verme reflejada en el espejo, con la piel estirada, los pezones oscuros y grandes, listos para alimentar a mi bebé.
La voz de la señora Nancy me sacó de mis pensamientos y me devolvió a la realidad.
La vi acercarse con una jarra de limonada y un vaso, con una sonrisa amable. 'Hey, chico, ¿qué tanto piensas?'
'Nada, señora... solo cosas de la escuela. Bueno, ya terminé con su césped.'
Pero entonces, sus palabras me hicieron detenerme: 'Tengo un problema más en el baño... una fuga.'
Era el momento perfecto. Me llevó al baño, señalando la fuga. Le dije que lo haría rápido, pero entonces lo vi: un par de calzones de encaje blanco, aún tibios por el calor de su cuerpo. Ese fue el día en que todo cambió. Había esperado por este momento.
Ese mismo día, encendí una vela negra y susurré las palabras del hechizo. Sentí un calor recorrerme, una oleada de vértigo, y cuando abrí los ojos, ya no era yo.
Era la señora Nancy.
Mis manos recorrieron mis nuevos senos enormes y ligeramente caídos. Eran pesados, densos, suaves. Los apreté, sintiendo cómo mis pezones endurecían bajo mis propias caricias. Entre mis muslos, sentí una humedad creciente. Metí mis dedos entre mis pliegues, ahora completamente expuestos y suaves, y me estremecí. Cuando un dedo entró en mí, una oleada de placer me recorrió el cuerpo. No era suficiente. Mi entrepierna clamaba por algo más grande, más grueso. Pronto, tenía tres dedos enterrados en mi interior, moviéndolos con desesperación hasta que un orgasmo me sacudió de pies a cabeza.
Jadeando, me fui al baño y me bañé con su jabón y su shampoo. Al salir, olía exactamente como ella. Me sequé con una de sus toallas, sintiendo la tela áspera contra mi piel suave y llena. Caminar desnuda por su habitación, mi habitación, me hacía sentir invencible. Cada paso hacía rebotar mis nuevas curvas, y me encantaba la sensación.
Abrí su cajón de ropa interior y saqué otro par de calzones negro de encaje. Al ponérmelos, la tela rozó mi entrepierna húmeda, ajustándose perfectamente a mi trasero enorme.
Luego elegí un short blanco que apenas cubría mis nalgas, dejando ver el inicio de mis muslos carnosos. Miré los brasieres, pero decidí no usar ninguno. En su lugar, me puse una blusa verde que abrazaba mis curvas y permitía que mis pezones se marcaran a través de la tela.
Frente al espejo, me senté en el tocador y comencé a maquillarme. Al terminar, me puse unos aretes pequeños y me observé una vez más. Me vi perfecta. Me vi radiante. Me vi como ella.
Sonreí y susurré:
"Soy la señora Nancy, la devota ama de casa, la madre perfecta. Soy una mujer felizmente casada. Soy una mujer felizmente cansada. Soy una mujer felizmente casada. Me gusta salir con mis amigas. Me gusta salir con mis amigas. Me gusta salir con mis amigas. Amo a mi marido, amo a mis hijas... Y si mi esposo me lo pide, le daré mi cuerpo entero. Me empinaré para él, abriré mis piernas y dejaré que me tome como quiera. Le ofreceré mi trasero grande, mis senos pesados... le daré todo de mí, hasta que no quede duda de que soy suya, su esposa, su mujer."
La humedad en mis calzones aumentaba con cada palabra. Seis meses. Eso es lo que duraría el hechizo. Seis meses para vivir como ella. Para usar hasta la última prenda de su guardarropa. Seis meses para salir con las amigas de Nancy y al fin ser una de ellas. Salir a tomar café, a hablar sobre nuestros esposos, a reírnos de nuestras caderas anchas y nuestros senos caídos. Seré la mejor versión de ella. Seré más ella que ella misma.
Tenía todo el día para explorar este nuevo cuerpo... para conocer cada rincón, cada curva, cada pliegue. Sabía perfectamente la rutina de Nancy. Hoy era sábado. Su esposo estaba en la oficina, trabajando horas extras, y las niñas se habían quedado en casa de una de sus tías. La casa estaba en silencio, y cada habitación parecía llamarme, invitándome a descubrir lo que ahora me pertenecía.
Me dirigí al dormitorio principal, dejando que mis caderas se balancearan con cada paso, sintiendo el peso de mis nuevos senos rebotar suavemente bajo la tela de la blusa. Cerré la puerta tras de mí y me acerqué al espejo grande del armario.
Allí estaba yo, Me quité la blusa, dejándola caer al suelo, y los senos enormes quedaron libres, pesados y redondos. Los sostuve con ambas manos, apretándolos suavemente, sintiendo cómo la piel se estiraba entre mis dedos. Mis pezones se endurecieron al contacto, enviando un escalofrío que bajó directo hasta mi entrepierna.
La humedad en mis calzones aumentaba con cada palabra.podria dejar el cuepo de ella ciando quisiera. Tenia tiempo suficiente para vivir como ella. Para usar hasta la última prenda de su guardarropa. para salir con las amigas de Nancy y al fin ser una de ellas. Salir a tomar café, a hablar sobre nuestros esposos, a reírnos de nuestras caderas anchas y nuestros senos caídos. Seré la mejor versión de ella. Seré más ella que ella misma.
Me acerqué más al espejo, admirando cómo mis caderas anchas se curvaban hacia afuera, formando un trasero redondeado y generoso que se estiraba contra los panties de encaje blanco. Giré sobre mis talones, observando cómo el encaje se hundía entre mis nalgas, cómo la tela marcaba cada pliegue, cada curva.
Me senté en la cama, separando las piernas. La humedad en mis panties era evidente. Deslicé los dedos por encima de la tela, sintiendo cómo mis labios se abrían bajo el roce, cómo el calor subía por todo mi cuerpo. Esto era mío ahora. Este cuerpo de mujer, estos senos grandes, estas caderas fértiles, este trasero inmenso... todo era mío.
Hoy, conocería cada centímetro del cuerpo de Nancy. Cada rincón, cada pliegue, cada secreto.
Pero lo que más me excitaba... lo que más me hacía temblar de deseo, era pensar en su esposo. O mejor dicho, en mi esposo. Dormir en su cama, sentir sus manos recorrerme, sentirlo llenarme una y otra vez hasta que no quedara duda de quién era la verdadera Nancy.
Recordé lo que el hechizo dedecíaque la conciencia suprimida de Nancyppdria manifestarce, sin embargo...un embarazo lo haría aún más efectivo el control de la posesión. Sonreí al pensar en ello. Si me llenaba lo suficiente, si me impregnaba una y otra vez, ¿qué pasaría? ¿Qué tan profundo podría hundirme en esta nueva vida hasta que no quedara nada del que fui antes?
Me mordí el labio, conteniendo el impulso que crecía entre mis muslos, y caminé hasta su cajón de ropa interior. Rebusqué entre bragas y sostenes hasta que algo me llamó la atención: un conjunto de lencería negra. Seda y encaje, provocativo y ajustado, el tipo de prenda que una esposa usaría para seducir a su marido.
Lo sostuve contra mi pecho, sintiendo el suave roce del encaje. Me imaginé a mí misma luciéndolo, esperando a que él llegara del trabajo, recostada en su cama, mi cama, con las piernas abiertas y el cuerpo listo para ser tomado.
Me lo llevé al baño, donde el espejo me devolvió la imagen de una mujer hambrienta. Me quité la ropa lentamente, deslizándola por mis caderas anchas, dejando al descubierto cada centímetro de piel nueva. Me coloqué el conjunto de lencería negra, sintiendo cómo el encaje se adhería a mi trasero redondeado y cómo el sostén levantaba mis senos pesados, exponiéndolos como una ofrenda.
Sonreí frente al espejo, acariciando mi vientre plano.
"Alguien va a quedar embarazada esta noche", susurré.
Solo quedaba esperar...