La habitación está oscura, apenas iluminada por un tenue resplandor que entra por las cortinas cerradas. Me miro en el espejo y apenas reconozco a la mujer que me devuelve la mirada. Unos labios gruesos, rojos y carnosos. Senos enormes que se alzan firmes, redondos, demasiado grandes para mi cuerpo delgado. Una cintura ceñida por un corsé blanco, caderas amplias y suaves. Y entre mis piernas... nada. Solo una abertura húmeda y sensible que no debería estar ahí.
Hace semanas, desperté en un laboratorio. Un lugar frío, lleno de jaulas y camas metálicas. Yo no estaba solo. Había otros, hombres que, al igual que yo, habían sido capturados. Pero ahora... ahora todos son mujeres, cuerpos voluptuosos y obedientes, programados para ser esposas sumisas y complacientes.
Pero yo... yo logré escapar de mi celda... un pequo desudo de asiste drode de las instalaciones...
Todavía no me han atrapado. Me escondo en los callejones,cdejandome de mover para que no me decte, pero es difícil ocultar este cuerpo diseñado para ser deseado.
Las miradas me recorren, me desnudan. Ellos me buscan. Quieren venderme al mejor postor. Un esposo rico y cruel que está dispuesto a pagar por una esposa obediente. Una esposa que antes fue un hombre.
Escucho pasos cerca. Unos tacones resonando contra el suelo de concreto. Me quedo quieta, conteniendo la respiración. La puerta cruje y una voz femenina robotica y siniestra resuena:
—¿Linda? ¿Dónde estás, querida? Sabes que no puedes esconderte para siempre. No querrás acabar como las otras, ¿verdad? Reprogramadas. Sumisas. Perfectas esposas para hombres poderosos.
Me tapo la boca para no gritar. Mis manos tiemblan y siento un calor extraño entre mis piernas. Mi cuerpo está empezando a responder a su programación. El deseo se enciende sin control, y me muerdo el labio para no gemir. No. No puedo dejar que me atrapen. No puedo dejar que me conviertan en otra esposa complaciente.
—Voy a encontrarte, Linda. —La voz se acerca más. Puedo oler su perfume dulzón. Es la encargada de capturarnos. Ella fue la primera en ser transformada y ahora disfruta atrapando a los que aún resistimos.
Me abrazo a mí misma, sintiendo mis senos aplastarse contra el corsé. Si no salgo de aquí ahora, acabaré igual que las demás. Un cuerpo femenino, obediente, deseoso de complacer. Un juguete sexual en manos de un esposo cruel.
Y entonces, escucho la puerta abrirse lentamente. "Linda..."
Me encantaría una segunda parte
ResponderEliminar