¿Qué demonios estoy haciendo?... Estoy cubierta de semen, mis piernas tiemblan, y aún siento en mi piel el calor de sus manos. ¿Cómo he llegado a esto?
Todo comenzó con un frasco pequeño de pastillas "X-change", un invento supuestamente "seguro" que permitía transformarte en una mujer por unas cuantasñ horas. En principio, era solo un juego, una especie de broma privada. La primera vez que la probé me quedé paralizado frente al espejo, hipnotizado por lo que veía. No era yo. Mis facciones se habían suavizado; mis ojos grandes y labios carnosos brillaban con un atractivo que jamás pensé tener. Mi cabello largo caía en ondas, y mi figura era todo curvas: unos senos redondos y firmes, una cintura estrecha que se acentuaba con unas caderas amplias y unas piernas largas, suaves. Era... impresionante.
La primera vez que salí en ese cuerpo fue solo para caminar por la ciudad, nada más. Sentía los ojos de los hombres sobre mí, cómo me miraban de pies a cabeza, y eso encendió una chispa en mí.
El aire en mi piel desnuda, el movimiento de mis caderas al andar, cada paso hacía que mis sentidos se despertaran de una forma intensa. Nunca había entendido del todo cómo era ser visto como una mujer, pero ahora, cada mirada me daba una descarga de placer y poder.
La segunda vez no me resistí a arreglarme un poco más. Me maquillé, me puse un ropa ajustado y me paré frente al espejo, sorprendida de lo natural que me resultaba ese ritual. Aplicar el lápiz labial, el rímel… era como si cada trazo liberara algo dentro de mí.
Esa noche, me encontré en un bar, conversando y riendo con chicos que no tenían idea de quién era realmente. Sentía cómo mi voz era más suave, mis gestos más delicados, y cada coqueteo me hacía sentir viva de una manera adictiva.
Con el tiempo, lo que empezó como una pequeña escapada se volvió una necesidad. Salía cada vez más a menudo en ese cuerpo femenino. Cambié mi guardarropa: tacones altos, vestidos provocativos, lencería que abrazaba cada curva. En una tienda de ropa, una dependienta me sugirió un conjunto de encaje y no pude resistirme. Cuando me lo puse, el roce de la tela contra mi piel me hizo estremecer; me miré en el espejo del probador, admirando cómo me quedaba, cómo mis senos se alzaban en el sujetador, mis caderas llenaban las bragas. Esa noche lo estrené y sentí que el mundo entero estaba a mis pies.
Con el tiempo, conocí a un chico, y no me tomó mucho tiempo perder la vergüenza. Su sonrisa, sus manos recorriendo mis muslos, su aliento en mi cuello… ni siquiera lo llevé a casa. Nos dejamos llevar en su coche, sus manos enredadas en mi cabello, mis labios en los suyos, susurrando palabras que apenas recuerdo ahora. Me dejé llevar como nunca antes, y esa experiencia me cambió.
Lo que al principio era una fantasía ahora era una adicción. Pasé de tomar la pastilla una vez al mes a cada semana, hasta llegar al punto de buscar cualquier oportunidad para transformarme y perderme en esa nueva versión de mí. Cada vez que miraba el frasco, sabía que estaba cruzando una línea, pero el deseo era más fuerte. Con el tiempo, comencé a tener sueños en los que me veía rodeada de hombres, sentía el peso de sus cuerpos, el calor de sus manos… y en esos sueños, el deseo era incontrolable. Quería más.
Ahora, cada vez que me transformo, sé que voy a salir en busca de esa atención, de esos encuentros. He perdido el control, y eso me asusta y me excita al mismo tiempo. Siento que estoy viviendo una doble vida, una que no puedo dejar. Me miro en el espejo cada noche antes de salir, ajustando mi ropa, acomodando mis senos en el escote, alisando mis medias sobre mis piernas, sabiendo que, en el fondo, he cambiado en más formas de las que la pastilla prometía.
¿Qué he hecho?
Hola, te he enviado un mensaje privado con el formulario que hay en la parte inferior de la pagina, supongo que ha llegado pero si no te hubiera llegado, como podria contactar contigo por privado?
ResponderEliminarOh si, si me llego jaja con gusto
EliminarMi cuenta de X sigue activa jaja
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