La segunda pubertad me golpeó como un tren a toda velocidad, sin frenos ni avisos. No lo vi venir. Un dia, estaba cómodo en mi piel de hombre joven con 19 años, con todo lo que eso significaba: la fuerza, la seguridad, el control. Pero de repente, mi cuerpo comenzó a cambiar, a moldearse en algo que nunca pedi. Al principio, lo odié. No quería ser mujer. ¿Quién querría pasar por una pubertad dos veces? Pero esta vez fue diferente. No era una simple maduración; era una metamorfosis completa, una revolución fisica y mental. Mis músculos se desvanecieron, reemplazados por curvas suaves. Mi pecho creció, tenso, hasta que mis senos comenzaron a sobresalir orgullosamente. Mi piel se volvió más suave, mis caderas se ensancharon, y mi trasero adquirió un volumen que me hacía ver en el espejo una y otra vez, casi con incredulidad.
Lo que más me perturbó fue la forma en que mi mente cambió. Al principio, odiaba sentirme vulnerable. Detestaba la atracción que comenzaba a despertar en mi hacia los hombres, una atracción que jamás había experimentado antes. La sensación de ver a un hombre y notar cómo mi cuerpo respondía, cómo mis pezones se endurecian bajo la ropa, cómo mi entrepierna se humedecia con solo imaginar el roce de su piel, era desconcertante. Pero, con el tiempo, esa confusión fue cediendo, Lo que una vez fue miedo y rechazo se transformó en curiosidad y, finalmente, en deseo puro.
Ahora sé que me gusta. Me gusta ser mujer. Me gusta ser deseada. No soy solo una mujer cualquiera, soy una zorra, y lo digo sin vergüenza. He aprendido a amar el poder que tengo en este nuevo cuerpo. Mi cintura estrecha, mis caderas anchas, y esos pechos grandes que parecen captar la atención de cualquier hombre que pasa cerca. Todo en mi está diseñado para seducir. Y me aprovecho de eso. Lo admito, me he convertido en una cazadora de hombres. No solo los seduzco, los devoro. Me encanta sentir sus manos en mi cuerpo, sus ojos recorriendo cada curva como si no pudieran resistir el impulso de poseerme.
He aprendido a adorar lo que soy, pero lo que más amo es lo que hago con ellos. Hay algo en tener un pene grande y duro en mi boca, algo que me hace sentir viva. Cuando lo saboreo, cuando lo lamo con mi lengua húmeda y escucho cómo gimen de placer, siento una electricidad recorrerme. Y cuando se trata de un hombre con un BBC... oh, ahi es cuando mi cuerpo se desborda de deseo.
Me encanta sentir esa presión en mis labios, llenándome hasta el limite. Y cuando descargan su semen caliente en mi boca, el sabor salado y espeso, sé que los tengo a mis pies, totalmente rendidos a mi. No siempre fue fácil. Cuando era hombre, tenía una mentalidad cerrada, conservadora. Nunca hubiera imaginado que disfrutaria tanto del sexo, y menos con otros hombres. Pero ahora, no solo lo disfruto, lo busco. He estado con hombres solteros, casados, jóvenes y mayores. Todos tienen algo diferente que ofrecer. Los solteros suelen ser más atrevidos, más experimentales, buscando siempre cómo romper la rutina. Los casados, en cambio, me ven como su escape, su fantasia prohibida. Me gusta ser la razón por la que traicionan a sus esposas, sentirme el objeto de sus deseos secretos. Y con los mayores, es diferente: son más pacientes, más intensos. Me hacen sentir adorada, como si cada parte de mi fuera un tesoro que ellos desean explorar.
He probado casi todo. He estado en tríos, donde uno me llenaba la boca con su pene mientras el otro me penetraba por detrás. Esa sensación de ser tomada por dos hombres a la vez, de tener a ambos dentro de mi, es inigualable. Es como si mi cuerpo se convirtiera en un campo de batalla de placer, y cada orgasmo me elevara a nuevas alturas. El sexo ya no es solo una actividad, es una forma de vida. He bebido tanto semen que ya he perdido la cuenta. A veces, después de una noche especialmente intensa, me despierto con el sabor aún fresco en mis labios, y sonrio.
Sin embargo, hay una línea que aún no he cruzado: el sexo anal. No es que no lo desee, al contrario, la idea me calienta cada vez más. Pero es algo tan íntimo, tan personal, que no voy a dejar que cualquier hombre lo haga. Quiero que sea con alguien que realmente me haga perder el control, alguien que me lleve a superar mis propios límites y me haga desearlo tanto como él.La verdad es que ya tuve alguna mala experiencia. Uno de mis ex estaba obsesionado con mi culo. Cada vez que teníamos sexo, buscaba cualquier excusa para intentar meter su pene ahí. Lo bueno es que no era fácil, y siempre lo detenía. Fue una pena, porque follaba como un animal y me encantaba, pero no iba a ceder solo porque él lo quería. Al final, tuve que dejarlo por eso. Una lástima, pero así soy. Soy una puta, sí, pero no soy tan fácil. Si voy a hacer algo, será cuando yo lo quiera y con quien me haga disfrutar como nunca
Además
No soy el tipo de mujer que muchos esperan ver como "material de esposa". Y está más que claro que lo mío es el sexo, lo adoro. No me da miedo admitirlo. Disfruto cada parte de esta vida, cada encuentro, cada momento de placer. No soy de las que se conforman con una rutina, con un hombre que me quiera para siempre. Esa no soy yo.
Curiosamente, más de uno de mis amantes me ha propuesto matrimonio. Supongo que piensan que lo que tenemos en la cama es suficiente para construir una vida juntos. Pero, sinceramente, no sería justo para ellos. No soy mujer de un solo hombre. Me gusta la libertad que tengo, la posibilidad de explorar, de disfrutar con quien yo quiera, cuando quiera. Casarme sería como encerrar a un pájaro que nació para volar.
Y la verdad, no me veo siendo fiel a uno solo. No estoy hecha para eso. Así que prefiero seguir siendo lo que soy: libre, sensual, y disfrutando de cada experiencia que esta vida tiene para ofrecerme. Al final, seré muchas cosas, pero una esposa perfecta no está entre ellas por ahora.
Sé que ese momento llegará algún dia perocen un futuro muy muy lejano, pero mientras tanto, disfruto de mi vida tal como es. Cada dia, me siento más cómoda en mi piel, más poderosa en mi feminidad.
No cambiaria nada. He abrazado esta nueva forma de ser. Y aunque suene
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