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sábado, 7 de septiembre de 2024

El ladron de cuerpos

 


Harry era un ladrón de cuerpos, un parásito sin conciencia que saltaba de vida en vida, dejando un rastro de caos y desesperación a su paso. Durante años, había perfeccionado su técnica, disfrutando de los placeres de cada nuevo cuerpo antes de abandonarlo como un juguete roto. pero tenia una pequeña  desventaja ya que solo podia saltar de cuerpo una vez cada 3 años...


 Su última elección, sin embargo, había sido un error. Había intercambiado con una mujer de unos 40 años, atraído por su apariencia de MILF madura. Al principio, la idea de experimentar la vida como una mujer experimentada lo emocionó, pero la realidad no tardó en golpearlo. Las dificultades de la edad y las expectativas sociales que pesaban sobre su nueva identidad comenzaron a aburrirlo rápidamente.



Habian pasado 3 años exactamente este dia y ahora

Desesperado por escapar, comenzó a buscar a su próxima víctima. Vagaba por las calles de la ciudad, sus ojos recorriendo cada rostro con un hambre voraz. Su mirada se fijó en una joven que caminaba hacia él, sus tacones resonando en la acera como una melodía seductora. Era impresionante, con una figura curvilínea que destacaba bajo su vestido ajustado, su largo cabello castaño ondeando suavemente al ritmo de su andar. Sus grandes pechos se movían ligeramente con cada paso, y su sonrisa era tan encantadora como peligrosa.

Cuando sus miradas se cruzaron, Harry supo que ella era la indicada. La joven le devolvió la mirada y, con una sonrisa coqueta, le habló.

“Hola, ¿cómo te llamas?”

“Isabella,” respondió ella con confianza, sin sospechar lo que estaba a punto de suceder.


En un instante, Harry desató su poder. El mundo a su alrededor se distorsionó y giró mientras su conciencia se deslizó fuera del cuerpo que ocupaba, tomando posesión del de Isabella. Sentir cómo la juventud, la vitalidad y la belleza inundaban sus sentidos fue un éxtasis que casi lo hizo reír. El peso suave de sus nuevos pechos, la curva perfecta de sus caderas, todo era maravilloso. No podía evitar deslizar una mano por su cintura, sintiendo el tejido del vestido acariciar su nueva piel.


Sin perder tiempo, giró sobre sus nuevos tacones y caminó con prisa hacia la esquina, donde un taxi estaba detenido. Abrió la puerta con gracia y se deslizó en el asiento trasero, dándole al conductor la dirección de un hotel cercano. Mientras el taxi se alejaba, Harry se relajó, disfrutando de cada sensación que el cuerpo de Isabella le ofrecía.

Entretanto, la verdadera Isabella se quedó en la acera, atónita. Su cuerpo ahora era más pesado, sus movimientos más torpes. Al ver su reflejo en la vitrina de una tienda, el horror se apoderó de ella. Los rasgos de una mujer de mediana edad, cansada y desgastada por los años, le devolvieron la mirada. De sus labios salió un grito desgarrador que resonó por toda la calle, atrayendo las miradas curiosas de los transeúntes. En el taxi, Harry escuchó el grito y sonrió con satisfacción. Esa siempre era la mejor parte: el instante en que la desesperación se apoderaba de su víctima.




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