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sábado, 19 de octubre de 2024

Bodyhoper



Hola a todos, soy una nueva ladrona de cuerpos, y este fue mi primera "conquista". Su nombre era Amanda... bueno, ese es mi nombre ahora. La vi con sus amigas riendo y charlando, pero supe desde el primer momento que tenía que esperar. La paciencia era clave. No podía arriesgarme a que me descubrieran, así que tuve que observarla durante horas, esperando el momento en que finalmente estuviera sola.



Cuando Amanda por fin se alejó de sus amigas, el plan comenzó. Mi esencia se volvió translúcida y comencé a fluir en dirección a ella. Sabía que no podría tocarme ni verme. Me deslicé lentamente, casi con precisión quirúrgica, hacia su boca. Sentí el leve roce de su lengua, como si por un segundo hubiese notado algo, pero ya era demasiado tarde para ella. Yo estaba dentro.


La batalla empezó al instante. Amanda cayó al suelo, su cuerpo temblaba, sus manos se crispaban en el aire mientras trataba desesperadamente de resistir mi invasión. Podía sentir cómo su mente se resistía, cómo su cuerpo intentaba rechazarme con cada fibra de su ser. Su espalda golpeaba el suelo repetidamente, y su respiración se volvió agitada, pero era en vano. Yo me aferré a sus nervios, su alma, tomando control poco a poco de cada centímetro de su cuerpo. Sus brazos, piernas, sus manos... todo me pertenecía ahora.


Entonces, en un instante, sentí un estallido profundo dentro de ella. Supe que había ganado. Su cuerpo dejó de resistir, y el control fue completo. Me levanté con una fluidez que ahora parecía natural, pero que hasta hace unos momentos le pertenecía a otra. Me sacudí el vestido, ajustándolo con mis manos nuevas. El peso de sus pechos, la forma en que sus caderas se balanceaban al caminar, todo era mío ahora. Al mirarme en el espejo, no vi a Amanda... vi mi nuevo yo. Era perfecto.


Regresé con sus amigas sin levantar ninguna sospecha. Me reí con ellas, conversé como si siempre hubiera sido Amanda. Y me encantaba.





Una mes después...


No pude resistirme a robar otro cuerpo. Esta vez era una hermosa mujer latina. Su trasero era monumental, tanto que necesitaba dos asientos en la cafetería donde la vi, Desde el primer momento que la observé, supe que tenía que convertirme en ella. Su nombre era Gracie... aunque, por supuesto, ahora soy yo quien es Gracie.


Deslizarme dentro de su cuerpo. Su piel era suave, cálida, y el hecho de que no sospechara nada solo lo hacía más placentero. Sentí la tensión en sus músculos al principio, la resistencia que siempre sentían mis víctimas. Pero la lucha fue breve, apenas un pulso antes de que yo tuviera el control total. Al abrir sus ojos por primera vez, me quedé fascinada. Esos ojos oscuros eran ahora míos, su voz, sus gestos, todo estaba bajo mi dominio.


Me levanté de la silla en la que ella estaba, disfrutando la sensación de su trasero balanceándose con cada paso. Era como llevar el cuerpo de mis sueños, tan pesado, tan voluptuoso. No pude resistirme a tomar una selfie frente al espejo del baño, mis labios ahora pintados de un rojo intenso que hacía que Gracie—es decir, yo—se viera irresistible. "¿Cómo me veo, chicos?", escribí en el pie de foto mientras posaba. Todavía estaba absorbiendo sus recuerdos, intentando replicar cada uno de sus gestos y sus pensamientos, pero poco a poco, me estaba convirtiendo en una copia perfecta de ella.



3 semanas más tarde...


Después de abandonar el cuerpo de Gracie, la sed de control se hizo más fuerte. Necesitaba algo nuevo, algo que me hiciera sentir el poder que tanto ansiaba. Caminaba por el centro comercial cuando la vi: una mujer elegante, con una presencia que no pasaba desapercibida. Su atuendo impecable, su postura confiada... ella era la próxima. Vestía un traje de pantalón a medida y tacones altos, lo que la hacía parecer inalcanzable, pero yo sabía mejor.


Me mantuve a una distancia prudente, esperando mi momento. Finalmente, cuando se quedó sola frente a una tienda, hice mi movimiento. Me deslicé dentro de ella, esta vez con más facilidad que antes. Sentí el calor de su garganta al tragarme, y en segundos, tuve control completo sobre su cuerpo. Esta vez no hubo lucha. Era como si este cuerpo estuviera hecho para mí.


Me ajusté  los lentes y pasé mis dedos por su cabello perfectamente peinado. Este cuerpo era fuerte, poderoso. Sentí una adrenalina como nunca antes.



 Me dirigí a un espejo cercano y me arrodillé para tomar una selfie, sonriendo con la confianza de alguien que acaba de ganar la lotería. "Este cuerpo... este poder... ahora es mío", pensé, mientras admiraba cada línea


4 semanas después...

Después de haber probado varios cuerpos, decidí que era hora de algo más desafiante, algo que destacara. 



Así fue como me encontré con Nicole, una esposa trofeo de 160 cm de altura. Su cuerpo estaba trabajado al detalle, con curvas que, aunque parecían naturales, eran el resultado de numerosas cirugías. Sus implantes mamarios, la cintura afinada quirúrgicamente, los labios rellenos… todo en ella parecía la creación perfecta de un cirujano. Era un cuerpo diseñado para ser admirado.


Cuando entré en su cuerpo, sentí de inmediato el cambio. Los implantes pesaban, y caminar con esos tacones altos requería equilibrio y práctica. Pero a pesar de lo artificioso de su figura, ser Nicole era un sueño hecho realidad. Sus días eran una rutina de lujos y glamour, siempre rodeada de admiradores que no podían apartar la vista de sus curvas perfectamente esculpidas. Me encantaba esa sensación de poder.



Uno 3 mes después, empecé a cansarme. Ser la esposa trofeo perfecta tenía sus limitaciones. 


Todo se reducía a apariencias superficiales, y las conversaciones vacías en las fiestas sociales se volvieron agotadoras. Necesitaba algo diferente, algo más real, más cotidiano. Así que, en una visita al centro comercial, observé a una mujer común, una esposa y ama de casa que parecía llevar una vida sencilla y normal.


Decidí hacer el salto. Me deslicé dentro de ella con facilidad, buscando algo distinto, algo más hogareño. Su cuerpo era el opuesto al de Nicole: sin intervenciones, sin lujos, una mujer que llevaba una vida común. Sin embargo, la simplicidad me abrumó rápidamente. El trabajo doméstico, las tareas cotidianas, la falta de emoción… todo eso no era para mí. Después de una semana, me di cuenta de que necesitaba algo más.

Una semana después...


Entonces la vi. Un estereotipo viviente de feminidad extrema, saliendo del gimnasio con movimientos exagerados. Sus proporciones eran tan perfectas y artificiales que parecía una muñeca sacada de una fantasía masculina. Su cintura diminuta, caderas enormes, senos gigantes… nada de eso parecía natural, pero era exactamente lo que necesitaba en ese momento. Sin dudarlo, me lancé sobre ella.


Al entrar en su cuerpo, sentí una familiaridad con los cuerpos operados, como el de Nicole, pero esta vez, había algo distinto. Este cuerpo era aún más hipersexualizado. Cada curva, cada centímetro parecía diseñado para atraer miradas. Su feminidad exagerada casi no se sentía real, y entonces lo comprendí: este cuerpo era el de una chica trans. Me invadió una mezcla de sensaciones mientras tomaba control.


Pero lo que me sorprendió fue algo que había olvidado: la presencia de un pene entre mis piernas. La sensación me recordó lo que era ser hombre, aunque ahora estaba atrapado en este cuerpo tan femenino y provocador. Era una mezcla extraña de lo mejor de ambos mundos, algo que no había experimentado antes.


Y ahora, con este nuevo cuerpo hipersexualizado, tenía el control total sobre una figura que era una obra de arte extrema, un cuerpo diseñado para seducir. Yo era esa fantasía viviente.



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