Se suponía que sería algo que solo haríamos una vez, una manera de romper la mala racha que ambos atravesábamos. Hicimos una apuesta en una noche de diversión, una simple partida de cartas. El perdedor tendría que tomar la píldora rosa que prometía transformarlo en chica y complacer al otro. En ese momento, la idea sonaba divertida y un poco arriesgada, así que acepté, sin pensar en las consecuencias que vendrían.
Cuando perdí, la sensación de la píldora en mi boca era electrizante. Una oleada de nerviosismo y emoción recorrió mi cuerpo. La transformación fue rápida y sorprendente: sentí cómo mi cuerpo cambiaba, mis caderas se ensanchaban, mis senos empezaban a crecer y mi piel se volvía más suave. Miré mi reflejo en el espejo y apenas reconocí a la chica que me miraba, con una figura curvilínea y una sonrisa traviesa. Al principio, era un poco aterrador, pero también había una extraña emoción en ello. La adrenalina corría por mis venas mientras me preparaba para enfrentar lo que venía.
Mi mejor amigo, que ahora tenía el papel de "juez", se mostró entusiasta. La idea de tener sexo con una versión femenina de mí mismo era una fantasía que nunca había mencionado.
La noche se volvió intensa y apasionada, y aunque había algo extraño en ello, no pude evitar disfrutar de la experiencia. Aprendí rápidamente lo que era tener un cuerpo diferente, lo que significaba sentir placer de una manera completamente nueva. Después de esa noche, algo cambió entre nosotros; el ambiente se volvió más juguetón, más cercano.
Lo que comenzó como un simple reto para romper nuetras mala suerte co nlas mujeres pronto se transformó en un ritual semanal. Cada sábado, nos reuníamos para jugar, y cada vez, perdía lo hacia a propósito. La idea de ser "ella" se convirtió en un juego excitante, y me encontré disfrutando de los lujosos detalles de mi nueva identidad. Vestidos ajustados, maquillaje que resaltaba mis ojos y, por supuesto, el placer de complacer a mi amigo en la cama. Cada vez que tomaba la píldora rosa, sentía que perdía un poco más de control sobre mi propia identidad, pero a la vez, liberaba a un lado de mí que nunca había tenido la oportunidad de explorar.
Con el paso del tiempo, los encuentros se volvieron diarios. Las sarah com ome hacia llamar se convirtieron en mi nueva normalidad. Pasaba horas probando ropa, experimentando con peinados y disfrutando de los halagos que recibía de otros. Mis días ahora giraban en torno a lo que era ser una chica: ser femenina, disfrutar de la intimidad con mi amigo y descubrir nuevas facetas de mí mismo. A veces, me sentía como una actriz en un escenario.
Sin embargo, había momentos de duda. Mientras más tiempo pasaba como chica, más me preguntaba si esta vida era un juego o algo más profundo. La línea entre el placer y la realidad se volvía difusa, y cada vez que miraba al espejo, una parte de mí se preguntaba si realmente quería regresar a ser el chico que solía ser. Había momentos en que sentía que me estaba dejando llevar, pero la emoción y la liberación que experimentaba eran demasiado atractivas como para detenerme.
Ahora, han pasado varios meses desde que tomé la píldora por primera vez. No he vuelto a mi cuerpo original, y esta noche ya es rutinaria, Mientras me preparo, una mezcla de emoción y ansiedad me recorre. ¿Qué significará esto para mí? ¿Seguiré siendo la misma persona? La decisión de permanecer en este nuevo mundo se hace más real con cada día que pasa. Mientras me miro en el espejo, me pregunto si esta vez me dejaré llevar por completo.
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