Ella no sabía valorar lo que tenía. Su cuerpo era una bendición genética: piernas largas y torneadas, una cintura estrecha que destacaba sus caderas generosas, y un busto lleno y firme que parecía diseñado para atraer todas las miradas. Su rostro, con pómulos altos, labios carnosos y una mirada cautivadora, era el tipo de belleza que cualquiera envidiaría. Pero su desinterés y malos hábitos lo estaban arruinando. Comía cualquier cosa, no hacía ejercicio y su descuido empezaba a notarse. Era un desperdicio, y yo no podía permitirlo. Siempre había deseado ser una chica, ser sexy, deseada, y ella tenía todo lo que yo anhelaba.
Una noche, con el artefacto de cambio de conciencia que había perfeccionado en secreto, me escabullí en su habitación. Mientras dormía profundamente, activé el dispositivo y, en cuestión de segundos, yo estaba en su cuerpo. Sentí de inmediato el peso de sus senos al levantarme, el suave roce de sus muslos al caminar, y la delicada curvatura de su espalda al arquearme frente al espejo. Mis manos exploraron mi nuevo cuerpo, deslizándose por la suavidad de mi piel, sintiendo la plenitud de mis caderas y la redondez de mi trasero, que ahora era mío.
Al principio, fue extraño y emocionante sentir su cabello largo deslizándose por mis hombros, el balanceo natural de mis caderas al caminar, y la firmeza de mis piernas cuando me ponía de puntillas. Pero pronto entendí que este cuerpo necesitaba cuidados que ella nunca le había dado.
Pasaron cinco años desde aquella noche. Me dediqué a entrenar, moldear cada parte de este cuerpo hasta llevarlo a la perfección. Mi abdomen es ahora plano y marcado, mis piernas más torneadas que nunca, y mi trasero, firme y redondeado, roba las miradas de todos cuando uso un vestido ajustado. Mis senos, siempre llenos, se ven perfectos con cualquier prenda que elija, y mi rostro brilla con una feminidad que antes solo soñaba tener.
Hoy, mientras me miro al espejo, no puedo evitar sonreír. El vestido rojo ceñido que llevo resalta cada curva, los tacones alargan mis piernas, y mi cabello cae en ondas perfectas sobre mis hombros. Mi figura es un espectáculo, cada detalle en su lugar, mi piel suave y luminosa. "Es hora de disfrutar los resultados", pienso mientras deslizo un labial rojo intenso sobre mis labios.
Ella... bueno, nunca se adaptó bien al cuerpo que dejé atrás. Pero ese ya no es mi problema. Yo soy la mujer perfecta, y este cuerpo es mío para siempre.
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