"Amigas"
Siempre me burlé de mamá y sus amigas durante sus reuniones semanales de café, con sus risitas, charlas sobre recetas y sus comentarios sobre hombres guapos en novelas románticas. Pero ahora, mientras me ajusto el escote del vestido ajustado que mi nueva figura exige, no puedo evitar preguntarme cómo llegué aquí... y cómo es que estoy disfrutándolo tanto.
Todo empezó cuando decidí jugar con el extraño espejo en el desván de mi casa. Se decía que tenía poderes, pero yo no creí en esas tonterías... hasta que mi reflejo cambió. El hombre joven que conocía desapareció, y en su lugar estaba esta mujer impresionante de unos cuarenta años, con curvas que no podían ignorarse y un rostro que irradiaba confianza.
Antes de que pudiera siquiera procesarlo, mamá subió al desván, y al verme, sus ojos se iluminaron como si hubiera encontrado a una vieja amiga perdida. “¡Silvia! No puedo creerlo. ¿Tú aquí?” me dijo emocionada. No sabía cómo responder, pero mi voz –ahora suave y femenina– empezó a hablar por sí sola, recordando chismes y recuerdos que no reconocía pero que parecían genuinos.
Ahora soy Silvia, la nueva mejor amiga de mamá. Paso los días horneando con ella, haciendo yoga y compartiendo secretos que jamás pensé que querría escuchar, como las travesuras de papá en su juventud. Al principio me sentía incómodo, pero la forma en que mamá me trata, como su igual, incluso como una hermana, ha hecho que este cambio sea… agradable.
Y luego están los hombres. Los mirones en el supermercado, los camareros que me guiñan un ojo, y el vecino divorciado que no deja de invitarme a cenar. Mamá me anima a aceptar. “Silvia, mereces divertirte un poco,” me dice, riéndose mientras me da una palmada en el trasero.
Puede que sea raro, pero cada vez estoy más cómoda con esta nueva vida. Convertirme en la mejor amiga de mamá no era mi plan, pero ahora, es difícil imaginar volver a ser quien era antes.
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"La mejor amiga de mamá"
Nunca imaginé que unas vacaciones familiares cambiarían mi vida para siempre. Todo comenzó cuando mi mamá encontró aquel extraño colgante en una tienda de antigüedades. Insistió en que era un "amuleto mágico" y, como broma, me pidió que lo usara. "Tal vez te haga madurar un poco", dijo riendo.
Esa noche, mientras dormía, sentí mi cuerpo arder, como si algo dentro de mí estuviera transformándose. Al despertar, el espejo me devolvió la mirada de una mujer madura, hermosa y sensual, con curvas pronunciadas y un rostro que recordaba al de mi madre, pero más refinado. Mi cabello castaño caía en ondas suaves, mis ojos brillaban con una mezcla de sorpresa y confusión, y mi figura... no había palabras para describirla.
Mi mamá entró en la habitación y se quedó helada. Después de unos segundos, su expresión cambió a una mezcla de asombro y emoción. "Eres... ¡la imagen de mi mejor amiga de la secundaria! No puedo creerlo."
Durante las semanas siguientes, mamá me ayudó a adaptarme a mi nueva vida como su "mejor amiga." Nos hicimos inseparables. Íbamos de compras juntas, tomábamos café, y hasta organizábamos cenas con sus amigas. Cada día sentía más natural ser esta mujer madura, alguien que encajaba perfectamente en el círculo social de mamá.
Lo más extraño fue cuando ella empezó a confiarme secretos que jamás habría compartido conmigo antes. Me hablaba de sus problemas, sus sueños, incluso de su matrimonio. Yo, en este cuerpo, aprendí a entenderla desde una perspectiva que nunca imaginé.
Y aunque a veces me pregunto si alguna vez volveré a ser quien era, una parte de mí no lo desea. Porque ahora, no solo soy su mejor amiga, sino que he encontrado mi lugar, uno que nunca habría conocido en mi antigua vida.
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Convertido en la mejor amiga de mamá
Desperté con una extraña sensación, como si mi cuerpo hubiera cambiado mientras dormía. Al mirarme en el espejo, vi a una mujer joven, de unos 20 años. Mi rostro, mi figura, todo era distinto. No era yo. Estaba en el cuerpo de alguien más.
Antes de procesarlo, escuché a mamá, una versión joven de ella, llamándome desde la puerta:
—¿Estás lista, querida? Hoy vamos a ver a Sandra.
Al abrir la puerta, vi a una mamá llena de energía y juventud. Ella sonrió al verme, como si nada fuera raro.
—Vamos a ver a Sandra, mi mejor amiga.
De repente entendí: había viajado al pasado, y ahora estaba en el cuerpo de Sandra, la amiga de mamá. Pasamos el día juntas, y a medida que compartíamos risas y confidencias, mamá me comentó que dos chicos la habían estado cortejando últimamente, pero no sabía a quién elegir.
—No sé qué hacer, querida. Ambos son increíbles, pero no sé a quién corresponderle...—dijo mamá, claramente confundida.
Ahora, siendo Sandra, me di cuenta de que, como amiga cercana de mamá, mi consejo tenía más peso del que imaginaba. Uno de los chicos sería mi futuro padre, mientras que el otro era un desconocido para mí. Pensé por un momento y le dije con firmeza:
—Yo creo que deberías elegir a Robeth. Él es el que más te hace feliz, y a veces la felicidad está en lo simple.
Ella me miró sorprendida, pero sonrió, agradecida por el consejo. Por primera vez, me di cuenta de que mi nueva vida como Sandra no solo estaba influyendo en mi futuro, sino también en el de mamá. Estaba guiándola en decisiones que antes no habría imaginado.
La vida como Sandra había comenzado... y no estaba tan seguro de qué tan importante era esto para no arruinar el futuro, o tal vez el destino me había mandado aquí para asegurar el futuro. Pero eso también significaba que tendría que vivir como Sandra y mantener la historia que conocía, observando cómo las piezas encajaban en su lugar mientras tomaba decisiones que, de alguna manera, construian el curso de los eventos.
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