Lucas nunca había entendido por qué la gente se emocionaba tanto con la Navidad. Para él, solo era una excusa más para gastar dinero en cosas inútiles. Por eso, cuando su hermana menor, Sofía, le pidió que le ayudara a buscar un regalo "perfecto", no pudo evitar bufar y aceptar con desgano.
Ambos terminaron en una tienda peculiar en las afueras de la ciudad, un lugar pequeño y lleno de antigüedades envueltas en papel brillante. Detrás del mostrador, una anciana de ojos chispeantes les sonrió. "¿Buscan algo especial?" preguntó, su voz cargada de misterio.
Sofía explicó que quería un regalo único para su hermano, alguien que "nunca había sentido la verdadera magia de la Navidad". La anciana asintió y sacó una caja pequeña, envuelta en papel rojo con un lazo dorado. "Esto es justo lo que necesita," dijo, entregándosela a Lucas.
Cuando volvieron a casa, Lucas, intrigado a pesar de su cinismo, decidió abrir el paquete. Dentro había un frasco de cristal con un líquido plateado que brillaba débilmente. Una pequeña etiqueta decía: "La magia de la Navidad fluye en aquellos que aceptan el cambio."
"¿Qué tontería es esta?" murmuró, pero su curiosidad lo llevó a abrir el frasco. Apenas unas gotas tocaron su piel, una sensación extraña lo envolvió. Su cuerpo comenzó a calentarse, sus músculos se relajaron, y su figura empezó a cambiar.
El cabello de Lucas creció largo y liso, cayendo en cascadas castañas sobre sus hombros. Sus facciones se suavizaron mientras su mandíbula se afinaba y sus labios se volvían más carnosos. Miró sus manos, ahora delicadas, mientras su torso adquiría una forma redondeada y femenina. Su cintura se estrechó, y sus caderas se ensancharon, equilibrando un cuerpo esbelto pero curvilíneo.
Lucas corrió al espejo, y lo que vio le dejó sin aliento: una joven mujer de unos 25 años, con una figura que parecía salida de una película navideña, vestida con un suéter rojo y leggings ajustados.
La puerta de su habitación se abrió de golpe, y Sofía lo miró con asombro. "¡Lucas! ¿Qué pasó?"
"¡No lo sé!" respondió con una voz suave y femenina que apenas reconocía.
De pronto, una nota apareció mágicamente sobre el frasco vacío: "A veces, el mejor regalo es ver la vida desde otra perspectiva. Aprende a disfrutar el espíritu navideño, Elena."
"¿Elena?" murmuró Lucas, pero la palabra resonó dentro de él, como si siempre hubiera sido su nombre. A medida que los días pasaron, se encontró disfrutando de la Navidad como nunca antes: decorando el árbol, horneando galletas con Sofía, e incluso riendo con los vecinos.
El cambio no solo había transformado su cuerpo, sino también su corazón. Y aunque al principio había pensado que odiaba la Navidad, pronto se dio cuenta de que todo lo que necesitaba era un poco de magia... y un poco de cambio.
me pareció una muy bonita historia n///n
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