El precio del para铆so nunca fue barato. Valentina lo sab铆a bien mientras admiraba su reflejo en el espejo dorado de su tocador. Su piel, impecablemente tersa y perfumada con un aroma floral costoso, era un recordatorio constante de lo lejos que hab铆a llegado. Sus labios carnosos, pintados de un rojo intenso, formaron una peque帽a sonrisa mientras tomaba uno de los aretes de diamantes que su esposo le hab铆a regalado la semana pasada. Cada cent铆metro de su cuerpo, desde sus voluptuosas caderas hasta su cintura de avispa, era una obra maestra esculpida a base de sacrificio y sometimiento.
No siempre hab铆a sido Valentina. Hab铆a sido alguien m谩s, alguien con manos callosas por la jardiner铆a y un andar pesado que ahora le parec铆a grotesco. Pero esa persona ya no exist铆a. Hab铆a sido borrada con cada inyecci贸n de estr贸geno, con cada sesi贸n de depilaci贸n l谩ser y con cada delicada palabra susurrada en el o铆do de su esposo para mantenerlo complacido.
Su cuerpo era una obra maestra de la feminidad, moldeado a la perfecci贸n por cirug铆as, hormonas y disciplina. Sus senos eran grandes, pesados, con una ca铆da natural que le daba un aire de madurez sensual. La lencer铆a de encaje que llevaba apenas lograba contenerlos, acentuando su forma voluptuosa. Sus caderas eran amplias, dise帽adas para balancear con gracia cada paso en sus tacones de aguja. Y entre sus piernas, donde antes hab铆a un recuerdo de su antigua vida, ahora solo quedaba una hendidura suave y h煤meda que confirmaba su feminidad.
Desliz贸 sus pies en unos tacones de aguja de dise帽ador y avanz贸 con una elegancia milim茅tricamente ensayada. Su cuerpo respond铆a con la gracia de una mu帽eca fina, porque as铆 lo hab铆a moldeado su esposo. Era su joya, su posesi贸n m谩s preciada, y ella aceptaba su papel con una sonrisa que escond铆a cualquier atisbo de duda.
Al bajar las escaleras de m谩rmol, escuch贸 la campana anunciando su llegada. Su est贸mago se apret贸 por reflejo, como siempre ocurr铆a antes de verlo. Sab铆a lo que esperaba de ella: perfecci贸n. Ajust贸 el tirante de su vestido de sat茅n y se detuvo justo en la entrada, esperando.
脡l entr贸 con su porte dominante, con la seguridad de un hombre que sabe que todo en su hogar le pertenece, incluida ella. Valentina se adelant贸 con pasos suaves y estudiados, inclinando su cabeza con sumisi贸n calculada.
—Bienvenido a casa, mi amor —susurr贸, con una dulzura que solo ella pod铆a manejar.
Su esposo sonri贸 y desliz贸 sus manos por su cintura diminuta, apreciando el fruto de su inversi贸n.
—Est谩s hermosa, como siempre.
Y en ese momento, mientras se entregaba a su abrazo, Valentina comprendi贸 que su destino estaba sellado. No importaba cu谩nto sacrificara, cu谩nto perdiera de s铆 misma en el proceso. Lo 煤nico que importaba era seguir siendo la perfecci贸n encarnada.
Pon im谩genes en la historia donde falta
ResponderEliminarComo que aun faltan im谩genes no?en donde faltan
ResponderEliminar