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viernes, 1 de agosto de 2025

Soy la mujer que siempre debí ser

 

Nunca planeé convertirme en esto… pero ahora que lo soy, no podría imaginarme viviendo de otra forma. No sé si esto fue un castigo divino o un regalo. No sé y no me importa, total, soy una ama de casa. Todo lo que sé es que desperté un día… y era ella. No una mujer cualquiera: una esposa... una ama de casa. 

Me miro al espejo cada mañana mientras me pongo el sostén, acomodando mis senos firmes y pesados en las copas, ajustando los tirantes para que me levanten como debe ser. Paso mis dedos sobre el encaje, acariciando con orgullo la piel suave de mi busto. Y pienso: así debía haber sido siempre. Ya no soy ese chico confundido, solitario, atrapado en un cuerpo ajeno. Ahora soy esposa y ama de casa. Y felizmente sumisa. Me llamo Valeria. Y esta es mi historia.



Todo comenzó como un simple juego. Una fantasía que me permití explorar en la privacidad de mi habitación. Solía robar la ropa interior de mi madre. Al principio fue por morbo… por esa mezcla rara de curiosidad y vergüenza. Pero cuando me di cuenta, ya me estaba vistiendo entera con sus cosas. Me ponía sus brasieres, medias, esa blusa suave de satén que tanto me gustaba. Caminaba frente al espejo fingiendo ser ella. Imitaba su voz, sus gestos. Fantaseaba con ser una señora de casa, una mujer con curvas, maquillaje y pechos grandes, cuya única preocupación fuera si el arroz ya estaba listo para servirle a su esposo. Mientras mis compañeros soñaban con ser astronautas, yo soñaba con estar en una cocina… en pantuflas… esperando que “mi hombre” llegara a casa y me besara la frente. Un día desperté… y todo era real. No fue una transformación con luces ni magia. Simplemente desperté en una nueva realidad, como si así hubiera sido siempre, y solo yo recordara lo contrario. 


Mi cuerpo era de mujer. Mi mente también. La casa, la cama, el perfume, el esposo… todo estaba en su lugar. Mi piel era suave, mis senos pesados y firmes, mi cintura apretada, mis caderas amplias. Y entre mis piernas... una vagina. Una raja húmeda, palpitante, que parecía susurrarme que ahora sí, por fin, estaba viva. Desde entonces, he sentido una calma que jamás tuve antes.

 El olor del café por la mañana, el tacto del delantal ajustado sobre mis curvas, los tacones resonando en el piso de la cocina mientras cocino para mi esposo… todo eso me hace sentir completa. Y sí, tengo un esposo. Marcos. Alto, protector, un proveedor en toda la extensión de la palabra. Él llega cansado del trabajo y me encuentra esperándolo con una sonrisa, maquillada, con el cabello recogido en un moño coqueto y las piernas cruzadas, mostrando apenas el borde de mis pantis bajo el vestido. A veces no cenamos de inmediato. A veces me inclina contra la mesa, me sube la falda y me toma como suya. Otras veces me arrodillo entre sus piernas, en la sala, aún con el delantal puesto, y lo complazco con la boca como una buena esposa complaciente. Me encanta sentir su semen llenarme la boca o correr caliente entre mis muslos después de que acaba dentro de mí. Esas noches no me pongo pantis para dormir.

 Mi rol es claro. Cocino, limpio, organizo, luzco hermosa para él. Me he convertido en una experta en guisos, en masajes y en mamadas. Hago la compra, administro la casa, y me aseguro de que mis uñas estén siempre bien pintadas. La lencería se ha vuelto mi uniforme. Sujetadores que elevan mis pechos grandes, pesados; tangas que se deslizan entre mis nalgas redondas y suaves. Cada prenda me recuerda lo que soy: una mujer completa, deseada, sumisa y satisfecha. Me despierto antes que él. Me doy un baño largo, me depilo, me pongo una bata suave. Luego me maquillo con esmero: base ligera, delineado fino, un toque de rubor. Después, me visto. Amo sentir cómo el sostén recoge y levanta mis senos. Cómo las medias acarician mis piernas. Cómo el vestido se ajusta justo en la cintura, destacando mi figura. Limpio, cocino, organizo. Doblo su ropa. Huelo sus camisas. Planeo las comidas. Me gusta servirle con una sonrisa, ver cómo se relaja mientras le sirvo el plato. Marcos es un buen hombre. Un proveedor. Un macho. Y yo soy su refugio. Su esposa. Su hembra. A veces no llegamos ni a la alcoba. Como anoche. Me empujó contra la mesa de la cocina y me levantó la bata de dormir. Sentí cómo sus dedos jugaban con mis labios vaginales, esa parte nueva y mágica de mí que todavía me sorprende. Se abre. Absorbe. Contrae. Se humedece apenas lo huelo. Marcos me abrió con paciencia, con hambre, y me penetró ahí mismo, fuerte, profundo. Gemí entre risas, sintiendo mi cuerpo rendirse, mis pezones rozando la fría superficie mientras él descargaba todo su amor adentro de mí. Me quedé goteando sobre el piso mientras él se duchaba. Yo limpié después, con una sonrisa. Me gusta que me use. Que me abra. Que me deje llena. 



Me encanta darle sexo oral por las mañanas. A veces me arrodillo entre sus piernas mientras él revisa su celular. Lo chupo despacio, lo miro a los ojos. Trago todo, siempre. 



Los domingos, mientras horneo pan, se acerca por detrás. Me baja las bragas y me toma por el culo. Doloroso al principio. Intenso después. Maravilloso siempre. Ser suya me llena más que cualquier otra cosa.



 Las otras esposas del vecindario me adoran. Nos reunimos a tomar café. Hablamos de nuestros maridos, de recetas, de las travesuras de los niños. Me he ganado mi lugar entre ellas. Ya no soy “rara”. Soy una más. Compartimos consejos sexuales. Nos reímos. Me preguntan cómo mantengo a Marcos tan contento. Yo solo sonrío. No les digo que mi coño está entrenado para apretarlo justo cuando va a acabar. Que me limpio con orgullo después de cada creampie. Que cuando no lo tengo dentro, lo extraño. Antes no entendía cómo una mujer podía ser feliz así. Hoy, mi felicidad es oler su semen seco en mi interior mientras barro el pasillo. Es sentir mis senos llenos de deseo. Es saber que este cuerpo es útil, hermoso, receptivo. Mi coño está vivo. Palpitante. Caliente. Soy su esposa. Soy su hembra. Soy la mujer que siempre debí ser. 



A veces me sorprendo viendo a mi reflejo, ajustándome el sostén, y pienso: “Sí… esta es la mujer que siempre debí ser.” Y lo sé en cada orgasmo, en cada beso, en cada gemido que se me escapa cuando me penetra profundo por detrás, cuando siento mi cuerpo vibrar y estremecerse, cuando mis piernas tiemblan y mi coño gotea sin pudor. No hay vuelta atrás. Ni la quiero.




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¡Hola de nuevo, comunidad! 🌟

Aquí Rin reportándose con una nueva actualización.

Sé que he estado algo ausente 😅, ¡pero ya estoy de vuelta! ✨


Pasaron algunas cositas… tuve un par de problemas, pero por suerte ya los logré solucionar .


No había subido historias últimamente porque he estado doblando turnos en el trabajo 🏃‍♀️💼, todo para reunir un dinerito extra para mi colegiatura en la uni 📚.


Además, tuve un imprevisto con mi vehículo 💥 que me dejó sin transporte por un tiempo.


Y para no hacerlo tan dramático, también me tomé unas pequeñas vacaciones el mes pasado 😌🌴.


¡Pero ya estoy de regreso y con muchas ganas de seguir compartiendo cosas con ustedes! 💖✨

Gracias por su paciencia y por seguir aquí ❤️🙏


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