🗯RECUERDEN QUE SUBIMOS DE 3 A 4 CAP, CADA FIN DE SEMANA 🗯

domingo, 3 de diciembre de 2023

¿cambiar?




Despiertas cada día en una realidad distorsionada, como un personaje atrapado en una vida que no elegiste. Hace ya una década que el enigmático Señor Arnoldo te transformó en una copia de su esposa de 48 años, y tu existencia se despliega como un laberinto donde la aceptación es tu única guía. La casa se ha convertido en tu prisión durante estos diez años, y solo Arnoldo tiene la llave, saliendo mientras tú te consumes en la soledad. Extrañamente, con el tiempo, comienzas a sentir afecto por este hombre de casi 70 años, que te ha dado una nueva forma de existir. ¿Es culpa de las hormonas femeninas o simplemente una forma de sobrellevar la desolación de tu situación?

Tu cuerpo, ahora transformado, muestra los rastros de la metamorfosis impuesta durante una década. Los kilos de más y la piel arrugada te recuerdan constantemente que ya no eres quien solías ser. Tus pechos, grandes y completamente naturales, se convierten en un vínculo inesperado con la feminidad que nunca buscaste. Pero incluso en esto, la elección te es arrebatada; los sujetadores y las panties de la antigua esposa de Arnoldo  te aprietan, recordándote tu nueva identidad.

Tu vagina, una parte ahora "natural" de ti, coexiste con la ausencia de la menstruación, un detalle más de la extraña metamorfosis que has experimentado en estos diez años. La excitación se convierte en un acto humillante, un rastro de la complejidad de tu nueva existencia. Pero en medio de este rompecabezas, el sexo con Arnoldo emerge como un destello de placer en tus días, un respiro en la monotonía de las tareas domésticas, apessr de todo lo has logrado disfrutar.

Atrapada en este intrincado laberinto durante una década, has llegado a un punto en el que tu estatus ya no te atormenta como solía hacerlo. Aceptas tu vida transformada, un matrimonio impuesto y una rutina que gira en torno a los quehaceres del hogar y atender las necesidades de tu enigmático "esposo".

Con el pasar de los últimos años, te has ido acostumbrando a esta existencia surrealista. La aceptación se ha convertido en tu aliada, y las preguntas sobre tu antigua identidad comienzan a desvanecerse en la monotonía diaria. El afecto extraño por Arnoldo se arraiga, ya sea por las hormonas femeninas o simplemente como un mecanismo de supervivencia emocional.

En medio de este misterio, tu vida transcurre en una especie de letargo, donde las preguntas iniciales han sido relegadas al fondo de tu mente. La rutina doméstica, aunque peculiar, se convierte en tu zona de confort. Atravesando la década, has tejido una extraña conexión con tu entorno, aceptando la extrañeza de esta vida que, de alguna manera, se ha vuelto tu realidad.

En una día  como cualquier otra, la realidad tomó un giro inesperado cuando el Señor Arnoldo sucumbió por un ataque al corazón. A pesar de la extraña conexión que se había forjado, su muerte te dejó con una sorprendente tristeza. La revelación del testamento, con una condición peculiar, cambió por completo el rumbo de tu vida: ahora todo te pertenecía, pero solo si continuabas viviendo como monica, la viuda del Señor Arnoldo.


—Lo siento mucho por su pérdida, señora Monica. Aquí tiene la documentación necesaria— dijo el abogado mientras te entregaba unos papeles.

Ese en la primera carperta habian unos papel afirmaba que siempre habías sido mujer y aparentemente tenías 50 años, tu nueva identidad,  en la segunda carpeta estaba el testamento de Arnoldo donde te dejaba todo: suapertenencias,sus propiedades y su dinero.

Con la libertad recién redescubierta para explorar el mundo exterior, decidiste dar el primer paso en esta nueva fase de tu vida. Tu destino te llevó a una elegante tienda de ropa, donde te deshiciste de las prendas que pertenecían a la antigua esposa. La experiencia fue abrumadora al principio; escuchar a una vendedora dirigirse a ti como "señora" fue un recordatorio contundente de tu realidad .


—Buenas tardes, señora. ¿En qué puedo ayudarle hoy? —preguntó la vendedora con una sonrisa amigable.


—Necesito algo nuevo. Algo que me haga sentir... diferente, supongo —respondiste tímidamente.

La vendedora te acompañó pacientemente por la tienda, alabando tus elecciones de ropa y sugiriendo combinaciones que a tu difunto esposo le habrían encantado.


—Creo que este vestido le quedará maravilloso. Le resaltará su figura —aconsejó la vendedora mientras te mostraba una elegante pieza.


Agradeciste con una sonrisa y optaste por las faldas y vestidos, sumergiéndote en la feminidad que, de alguna manera, ya te resultaba familiar. Al probar pantalones, la incomodidad te llevó a descartar la opción.


—Puede que los pantalones no sean lo suyo, señora. Las faldas realzan su estilo —comentó la vendedora con amabilidad.


No solo adquiriste prendas, sino también abundante ropa interior, maquillaje y cremas, sumergiéndote aún más en la imagen que ahora te definía en esta peculiar etapa de tu vida. 

A medida que salías de la tienda, las bolsas en mano, te diste cuenta de que, de alguna manera, ya no te sorprendía tanto la idea de ser la viuda del Señor Arnoldo, sino que comenzabas a abrazar la singularidad de esta nueva identidad que, en última instancia, te había otorgado una extraña libertad.

Con las bolsas de compras en mano y el peso de una nueva identidad sobre tus hombros, decidiste explorar el mundo que había estado fuera de tu alcance durante tanto tiempo. Al caminar por las concurridas calles, te sorprendió la libertad recién redescubierta, aunque esta venía acompañada de miradas curiosas y algunos murmullos en tu dirección. Cada paso era un recordatorio de la extraña dualidad que ahora definía tu vida.

En uno de tus paseos, te encontraste con una cafetería acogedora. Decidiste entrar y disfrutar de un momento de tranquilidad. Al sentarte en una mesa junto a la ventana, una camarera se acercó con una sonrisa.


—¿Qué le gustaría ordenar, señora? —preguntó amablemente.


—Solo un café, por favor. Y déjame decirte, es extraño escuchar que me llamen señora. Aún me estoy acostumbrando a esto —confesaste con una leve risa nerviosa.


La camarera asintió comprensiva. Entiendo. Bueno, si necesita algo más, aquí estaré—.


Mientras saboreabas tu café, reflexionaste sobre cómo las pequeñas interacciones cotidianas ahora tenían un matiz completamente diferente. Las etiquetas y las expectativas sociales se volvían más evidentes con cada encuentro, pero a medida que avanzaba el tiempo, te dabas cuenta de que estabas construyendo una nueva narrativa para ti misma.

Los días pasaron, y tu adaptación a esta peculiar vida continuó. Pero el habito de usar faldas y vestidos prevaleció, y las cremas rejuvenecedoras se volvieron parte de una rutina diaria que aceptabas con resignación. Las visitas a la tienda de ropa se volvieron más frecuentes, y tus interacciones con la gente del exterior se volvieron menos intimidantes.


Un día, mientras comprabas en una librería, un hombre mayor se te acercó.


—Disculpe, señora, ¿puede ayudarme a encontrar un libro? —preguntó con cortesía.


Aunque la solicitud era simple, te llenó de un sentimiento de normalidad. Ayudaste al hombre a encontrar el libro que buscaba, y al despedirse, sonrió agradecido.


—Gracias, señora. Es un placer conocerla.


Caminaste hacia la salida con una sonrisa pensativa, sintiendo que tal vez, en esta nueva identidad, estabas encontrando una versión de ti misma que, de alguna manera, comenzaba a encajar en el rompecabezas que la vida había creado para ti. La viuda del Señor Arnoldo se estaba convirtiendo en algo más que una etiqueta impuesta, y tú, de alguna manera, estabas escribiendo tu propio capítulo en esta historia.

Al llegar a la casa en un taxi, pasaste por tu antigua residencia y divisaste a tu madre conversando con umavecina en la acera. La visión te llenó de temor y anhelo; deseabas correr hacia ella, abrazarla, pero la incertidumbre te paralizó. ¿Cómo podrías explicarle que eras su hijo? La perspectiva de que pensara que eras una extraña o, peor aún, una mujer mayor desequilibrada, te frenó.

Después de algunos días, decidiste aventurarte a caminar y, para tu sorpresa, te cruzaste con tu madre. Vuestros ojos se encontraron y, con cautela, se acercó para saludarte.


—Hola, ¿cómo estás? ¿usted es la viuda del señor arnoldo?,  que pena fue un buen hombre, de deves senir desvastada, alguial que yo mi hijo desapareció hace variosños— dijo con amabilidad.


En ese instante, el impulso de revelar la verdad surgió, pero la angustia te paralizó. En su lugar, tomaste una decisión impulsiva.


—Me gustaría hablar contigo. ¿Podrías venir a mi casa mañana, por favor? —le propusiste con nerviosismo.


Con ese simple gesto, ingresaste a tu casa, sintiendo una mezcla de ansiedad y emoción por la conversación pendiente. Antes de irte a dormir, decidiste tomar una ducha para liberar el estrés acumulado por todo lo que habías experimentado esa noche. Mientras el agua caía, tu mente se debatía entre la esperanza y el miedo de lo que el futuro, ahora incierto, podría depararte.

Al día siguiente, la ansiedad fluía a través de tus venas mientras preparabas la casa para la llegada de tu madre. Cada rincón parecía cargar con los recuerdos de tu vida pasada, una vida que había quedado atrás con el repentino giro de los acontecimientos. Con un nudo en la garganta, esperaste su llegada, preguntándote cómo reaccionaría al descubrir tu transformación.

Cuando finalmente llamaron a la puerta, abriste con un corazón que latía desbocado. Tu madre entró con una sonrisa cálida, ajena a la bomba de emociones que estaba a punto de explotar.


—Gracias por invitarme, querida, entre nosotras devemos apoyarnos. Oh! Tu casa es encantadora —comentó mientras observaba a su alrededor.

Ambas se sentaron en el salón, y el silencio llenó el espacio, cargado de una tensión inquietante. Respiraste hondo antes de comenzar a contarle tu historia. Las palabras salieron con dificultad, pero poco a poco fuiste revelando los detalles de tu secuestro, la transformación forzada, y cómo te convertiste en la esposa y posteriormente en la viuda del Señor Arnoldo. La incredulidad se reflejaba en los ojos de tu madre a medida que narrabas tu increíble odisea. Al finalizar, el silencio persistió, roto solo por el suspiro profundo de tu madre.

—Hijo, esto es... es difícil de creer. ¿Cómo puedo estar seguro de que eres realmente tú? —preguntó, luchando por comprender la magnitud de tu relato.


Con cautela, le mostraste la nueva  documentación que el abogado te proporcionó, incluyendo el acta de nacimiento que afirmaba que siempre fuiste mujer. Tus manos temblaban mientras ella revisaba los papeles, y esperaste ansiosamente su reacción.


—Espero que entiendas que esto es demasiado para procesar de inmediato. Necesito tiempo para asimilarlo todo. Pero independientemente de lo que haya sucedido, sigues siendo mi hijo —dijo finalmente, rompiendo el silencio con una mezcla de compasión y desconcierto.


Aquellas palabras, aunque lejanas a la completa aceptación, te ofrecieron un atisbo de esperanza. El camino hacia la reconciliación sería largo, pero al menos, habías dado el primer paso para recuperar tu identidad perdida. Con el corazón cargado de emociones encontradas, os sumisteis en una conversación más ligera, compartiendo recuerdos y tratando de construir un puente sobre el abismo que la vida os había arrojado.


Le contaste ciertas cosas a tu madre, pero otras preferiste guardarlas en silencio; no querías que descubriera tu complicada conexión con el señor Arnoldo, ni tampoco que se enterara de los momentos de intimidad que compartiste con él. Después de que tu madre supo que seguías vivo, le pediste que guardara ese secreto celosamente. Aunque le alegró saber que aún estabas en este mundo, la sorpresa de descubrir que te habías convertido en una mujer marcó un cambio significativo.

Con el pasar de un mes, tu madre se volvió una presencia constante en tu hogar. Pasaban horas conversando, compartiendo historias y recuperando el tiempo perdido. Un día, mientras cocinaban juntos, surgió una conversación que alteraría el rumbo de tu vida.


—Vaya, hijo, realmente has mejorado en la cocina —comentó tu madre.


—Bueno, no tuve más opción— respondiste.


—Hijo, yo te amo y siempre te apoyaré en todo, pero dime, ¿qué planeas hacer con tu vida?—


—Bueno, mamá, la verdad no lo sé. Mírame, ¿crees que tengo un futuro? Soy una mujer de 40 años; mi vida está acabada, jamás podré casarme con una mujer.


—¿Entonces planeas vivir el resto de tus días como monica, una señora?


Pues no tengo otra alternativa.


Al día siguiente, tu madre regresó a tu casa.


—Hijo, lo estuve pensando mucho. Me he fijado en ti y realmente te has convertido en una mujer en todas las extensiones de la palabra, incluso en la forma en que te comportas y vistes.—


Bueno sí es cierto, pero fue porque el señor Arnoldo me convirtió así. Simplemente no puedo evitarlo.


—La verdad es que yo quería que volvieras conmigo a casa y que se lo contáramos a todos, pero veo que no quieres. Así que quiero hacerte una pregunta muy importante. ¿Quieres volver a casa con nosotros o prefieres quedarte como una mujer?—


—Mamá, no quiero que todo el mundo sepa que soy una mujer. Además, no puedo. Mírame, soy una mujer mayor.


—Entonces veo que ya no quieres ser mi hijo.—


—No es eso madre, ahora veo la vida diferente—


Con el tiempo, aceptaste la oferta de tu madre de volver con ella pero con una vida plenamente femenina, haciéndote pasar por una tía de ella, Juntas, compartieron cada día, explorando esta nueva realidad que te había sido impuesta. Todos te llaman tía. Aprendiste a abrazar la feminidad no como una carga, sino como una parte intrínseca de tu ser. A través de la aceptación mutua y el apoyo constante, diste paso a una nueva perspectiva de la vida.


Aunque las miradas curiosas y los juicios externos persistieron, tu madre se mantuvo a tu lado, ofreciéndote una red de seguridad en medio de la incertidumbre. Juntas, construyeron un puente sobre las dificultades, desafiando las expectativas y demostrando que el amor y la aceptación pueden trascender incluso las circunstancias más extraordinarias.

Con el tiempo y la aceptación de tu nueva vida nuevas oportunidades se presentaron ante ti... pero la huella de tu pasado aún seguí arraigado en tu ser, algo te agobiaba in téngase de todo pero tenias una necesidad que te estaba consumiendo, que era...


— acontinución elegir —


Final #1:


Aunque la libertad junto a tu madre ofrecía nuevas perspectivas, la nostalgia de la vida conocida te llamó de nuevo. Fue en una soleada tarde durante una junta del vecindario cuando conociste a vicente, un hombre de 65 años con una sorprendente semejanza al señor Arnoldo. Entre las conversaciones cotidianas y las risas compartidas, encontraste en él la familiaridad que anhelabas. Los vecinos comentaban sobre las pequeñas anécdotas del barrio, y en ese ambiente distendido, la presencia de Vicente parecía un reflejo del pasado que, de alguna manera, te reconfortaba y te recordaba al fallecido Arnoldo 

Después pensarlos y de un emotivo adiós a tu madre, agradeciéndole por todo, decidiste embarcarte en una nueva etapa junto a Vicente. La rutina de ama de casa volvía a ser tu realidad, pero esta vez con matices distintos. A pesar de tener la libertad de elegir, optaste por regresar a tus antiguos hábitos, prefiriendo la sumisión y limitándote a no salir de casa, salvo las visitas de tu madre. Aunque sabías que este estilo de vida no era saludable, encontraste cierta comodidad en la familiaridad de la sumisión.

Con el tiempo, viviste junto a Vicente sin desarrollar una conexión especial. En realidad, fue más un retorno a la única forma de vida que conocías y ansiabas esos factorea hicieron más que reforzar tu elección de resistirte al cambio, aferrándote al pasado. A pesar de que, en momentos de reflexión, sentías la falta de una conexión más profunda, te conformabas con la seguridad de lo conocido, cerrándote a las oportunidades que el mundo exterior podría ofrecer. Tomaste decisiones conscientes que iban en contra de tu propio crecimiento y felicidad, prefiriendo la comodidad de una vida limitada pero predecible....




Final #2:



El destino te llevó a conocer a Milton, un hombre de 45 años y compañero de trabajo de tu madre. A diferencia del señor Arnoldo, él buscaba una pareja para complementarse. Aceptaste una cita con él, y a medida que pasaba el tiempo, te diste cuenta de que podías experimentar una relación más equitativa. Desde la primera cita, Milton se mostró como un caballero, con gestos atentos y una amabilidad que marcaban un contraste evidente con la figura del señor Arnoldo.


A lo largo de varias citas, descubriste un mundo diferente al que conocías. No solo eras una esposa, sino una compañera. La vida junto a Milton te ofreció una nueva perspectiva, alejada de la sumisión que caracterizaba tu vida anterior. Su relación se consolidó con el tiempo, construyendo una base sólida de confianza, respeto y amor mutuo.

Las noches compartidas se volvieron momentos de conexión profunda, donde la complicidad y la ternura tejieron un lazo especial entre ustedes. Cada gesto, cada caricia, se volvieron expresiones de afecto que fortalecieron la intimidad de su relación. Las risas compartidas en la privacidad de su hogar se mezclaron con la serenidad de los momentos tranquilos, creando un ambiente propicio para el crecimiento emocional y la comprensión mutua.


Decidiste casarte con Milton en una ceremonia íntima, rodeados de amigos y familiares que celebraban la unión de dos almas que se habían encontrado en medio de la complejidad de la vida. La vida familiar con Milton y tus hijastras se convirtió en un refugio de amor y estabilidad, donde cada día se fortalecía el vínculo íntimo que compartían.



Final #3: 


Encontraste liberación en la compañía de Iker, un joven de 19 años que conociste en la lavandería. A pesar de la evidente diferencia de edad, decidiste sumergirte en una "aventura" a escondidas. Este encuentro prohibido te brindó una nueva perspectiva de la vida, alejándote de las expectativas impuestas por la sociedad.


A medida que explorabas esta nueva etapa de tu vida con Iker, descubriste la emoción de ser dominada, pero ahora tenías el poder de elegir quién tendría ese control sobre ti. Cada encuentro clandestino se convirtió en un juego emocionante, donde la dualidad de roles permitía una experiencia liberadora. La relación con Iker te ofreció una forma única de libertad y autoexpresión, desafiando las normas convencionales y abrazando tu verdadera esencia.


Aunque no formalizaron nada, cada momento compartido te permitía explorar aspectos de ti misma que habías mantenido ocultos. Ganaste popularidad entre los jóvenes, y pronto ya no solo tenías aventuras con Iker, sino también con algunos otros que compartían tus mismos deseos.



Este capítulo en tu vida se convirtió en una expresión de tu autonomía, donde la elección consciente de explorar diferentes facetas de tu sexualidad y relaciones te proporcionó una sensación de empoderamiento. A pesar de los desafíos y la posible mirada incomprendida de la sociedad, encontraste satisfacción en esta etapa de autodescubrimiento y libertad sin restricciones.




^-^-^-^-^-^-^-^-^-^-^-^-^-^-^-^-^-^-^-^-^-^-^-^-^-^


---
¡¡Saludos, lectores

Huy diciembre último mes del años y qui estoy  de vuelta con otro capítulo en nuestro canal. 💖😅

¿Resistirce al cambio? ¿Aceptar el cambio? ¿Cambtiar?

Con esto, termina mi participación de la semana. Si quieren seguir explorando nuestro contenido o tirar ideas para futuras historias, déjenlas en los comentarios. Quién sabe, ¡la próxima trama podría salir de sus mentes brillantes! 💡🤔

Y no se olviden de estar al tanto de las actualizaciones. Para chismes y novedades, recuerden que cada fin de semana actualizamos el blog 😉📰.

Gracias de corazón por dedicar su tiempo a nuestro blog. Nos vemos en la próxima aventura literaria, amigos. 📝🌟

¡Hasta la próxima, comunidad querida! Gracias por acompañarnos en este viaje lleno de letras y emociones. 🤗👋
🗨Twitter de Rin🗨 

A....Y ... si gustan 

 💬.

↕️ Pd: no se olviden de leer las historias anteriores ↕️




Reflexiona💖


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión es inportante para el equipo del blog, puesdes cometar si gustas ⬆️⬇️