Ben había anticipado con emoción este día durante toda la semana. Cada viernes, él y su prima Melissa intercambiaban cuerpos voluntariamente mediante un hechizo y apostaban sobre quién podría personificar mejor al otro mientras realizaban sus rutinas diarias.
A Ben le encantaba sumergirse por completo en el papel de Melissa. Cuando salía con las amigas de su prima, se esforzaba por adoptar cada gesto, cada risa, cada inflexión de voz que definía a Melissa. Vestirse con su ropa era como entrar en un mundo diferente, donde los colores vibrantes y los cortes elegantes lo transformaban en una versión más segura y audaz de sí mismo. Desde los vestidos ajustados que realzaban sus curvas hasta los tacones que alargaban sus piernas, cada prenda era una oportunidad para explorar una feminidad que anhelaba en secreto.
Además de disfrutar del aspecto social de la vida de Melissa, Ben también encontraba un profundo placer en asumir sus responsabilidades diarias. Hacer los deberes de su prima en su casa no solo era una oportunidad para experimentar su rutina, sino también para sumergirse en su mundo interior. Sentado en su escritorio, rodeado de sus libros y apuntes, Ben se enfrentaba a los desafíos académicos con una intensidad renovada, tratando de igualar el estándar de excelencia que Melissa había establecido para sí misma.
Pero lo más emocionante para Ben era la oportunidad de explorar su sexualidad desde una perspectiva completamente diferente. Al caer la noche, cuando la ciudad cobraba vida con luces parpadeantes y música envolvente, Ben salía en busca de aventuras. Se deslizaba por los callejones oscuros y los bares con la misma confianza y encanto que había observado en Melissa, listo para seducir y ser seducido. Y cuando encontraba a alguien que despertaba su interés, se entregaba al juego de la atracción con una pasión ardiente, permitiéndose explorar cada deseo y fantasía que había mantenido ocultos por tanto tiempo. Sin embargo, ambos tenían una regla muy estricta: usar preservativos, una condición esencial del hechizo.
Ben sentía lo emocionante y liberador que era vivir en el cuerpo de Melissa. Y mientras se sumergía más y más en esa vida de indulgencia y placer, una pregunta comenzaba a tomar forma en su mente: ¿qué pasaría si pudiera hacer esto para siempre?
Aunque ninguno de los dos lo había admitido todavía, tanto Ben como su prima anhelaban secretamente poder cambiar sus vidas de forma permanente. Cada sábado, Ben salía en busca de algo de acción con el cuerpo de su prima, fantaseando con la idea de quedarse así para siempre. Consideró la posibilidad de dejar que un encuentro casual resultara en una creampie, ya que el hechizo tenía un defecto: si alguien eyaculaba dentro del cuerpo de Melissa sin protección, el hechizo interpretaría eso como una aceptación de su feminidad y sellaría su destino. Lo mismo ocurría con Melissa en el cuerpo de Ben si eyaculaba dentro de una chica sin protección, sellando su destino como hombre.
Con esta idea en mente, Ben se dirigió rápidamente a la farmacia más cercana en busca de un par de preservativos. Mientras caminaba, recordó cómo comenzó todo. La primera vez que él y Melissa descubrieron el hechizo fue un accidente. Estaban explorando el ático de la casa de sus abuelos cuando encontraron un antiguo libro de hechizos. Intrigados, comenzaron a probar algunos de los hechizos menos peligrosos, hasta que encontraron uno que realmente funcionó: el hechizo de intercambio de cuerpos.
Al principio solo lo usaron por diversión, pero a medida que pasaba el tiempo, comenzaron a experimentar con él de manera más seria. Ben disfrutaba la libertad que sentía en el cuerpo de Melissa, mientras que Melissa encontraba la experiencia de vivir como Ben fascinante y emocionante. Sin embargo, cada vez se volvía más difícil para Ben regresar a su propio cuerpo al final del día. La idea de vivir permanentemente como Melissa comenzó a rondar en su mente, y ese encuentro casual con el desconocido solo avivó ese deseo.
Al llegar a la farmacia, Ben en el cuerpo de su prima pidió dos condones exactamente iguales. Tenía un plan. Dejaría todo al azar. Tomó uno de los preservativos, se sacó un arete y pinchó el empaque. Luego, lo volvió a meter en el bolso.
Pronto llegó el momento decisivo. Ben, en el cuerpo de su prima, había conseguido un amante para esa noche. Entre caricias y besos, fueron a un lugar más privado. Ella sacó un preservativo de su bolso y se entregó a su amante. Inmediatamente descartó el preservativo que quedaba en su bolso, sin saber cuál había usado. Había una probabilidad de 50/50 de que el preservativo perforado fuera el que usó esa vez.
Si al día siguiente regresaba a su cuerpo, significaría que había usado el condón bueno. Si al despertar seguía en el cuerpo de su prima, significaría que había usado el condón perforado. Ahora solo quedaba esperar. Ben pensó en una excusa: diría que el preservativo se rompió. Ahora, solo quedaba esperar y ver qué le deparaba el destino.
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