Siempre tuve una atracción y un fetiche por la ropa de mujer. No sé cómo explicarlo; es como algo incontrolable que nace en lo más profundo de mi ser al ver a una mujer luciendo hermosas prendas. Esa fascinación empezó a temprana edad, cuando veía a mi madre vestirse con sus elegantes atuendos. La forma en que la ropa realzaba su figura y su confianza me hipnotizaba.
Creo que esa fue la causa de mi desgracia.
No sentía atracción por los hombres; me gustan las mujeres, pero también me gusta su ropa. Desde muy joven, comencé a usar la ropa de mi madre en secreto mientras ella estaba fuera de casa o trabajando. Me gustaba sentir la suavidad de las telas sobre mi piel, el sonido de los tacones sobre el suelo, y la fragancia de su perfume envolviéndome.
A los 17 años, con mucha destreza, lucía sus vestidos hasta el punto de utilizar todo su repertorio: lencería, vestidos, joyas, maquillaje y zapatos altos. Incluso dejé crecer mi cabello para aumentar mi fantasía, llegando a aprender a rizarlo y peinarlo como ella lo hacía. Sin embargo, nunca usé un peinado femenino delante de mi madre; temía que descubriera mi secreto y me rechazara.
Vestirme como mujer no era solo cuestión de usar su ropa; era como si una personalidad femenina emergiera dentro de mí. Podía caminar, actuar y moverme con la gracia y elegancia de una mujer. Empecé a jugar a ser mi madre, incluso imitaba su voz y sus gestos. Otras veces fingía ser la señora de la limpieza mientras limpiaba el departamento, imaginando que vivía una vida completamente distinta.
Una tarde, mientras caminaba por el parque, algo extraño sucedió. Vi a una señora que había tenido un pequeño accidente y cayó al suelo. Su bolso yacía desparramado a su lado, y sus gafas estaban torcidas. Pensé que tal vez se había resbalado, así que corrí a ayudarla, ayudándola a sentarse en un banco cercano y ofreciéndole un poco de agua de mi botella.
Ella me sonrió con gratitud y, tomando mi mano con ambas manos, me dijo: "Hoy tu mayor fantasía se hará realidad". Sus palabras resonaron en mi mente, pero no supe cómo interpretarlas. Acompañé a la señora hasta el autobús y me aseguré de que estuviera bien antes de regresar a casa.
Al llegar, vi que era temprano, así que dejé la compra en la mesa de la cocina y entré al cuarto de mi madre para ponerme su ropa. El armario estaba lleno de opciones: vestidos de seda, faldas plisadas, blusas de encaje. Me desnudé, sintiendo la anticipación crecer en mi interior, y me puse unas bragas de satén y un sujetador de encaje.
Mientras decidía qué vestido ponerme, sentí un hormigueo extraño en mi cuerpo. Al principio pensé que era mi imaginación, pero pronto me di cuenta de que algo estaba ocurriendo. Mi cuerpo comenzó a cambiar. Crecí hasta alcanzar la altura de mi madre, y mi cabello empezó a rizarse y a adoptar su peinado. Mi piel se volvió tersa y suave, y mi cuerpo empezó a redondearse en los lugares correctos. Me transformé en una copia exacta de mi madre.
Mirándome al espejo, vi una versión de mí que nunca había imaginado. Intenté quitarme el sostén, pero mis nuevos pechos me lo impidieron. El pánico me invadió, pero también una extraña sensación de satisfacción al ver lo femenina que me había vuelto.
Fue entonces cuando se abrió la puerta principal. Escuché unos pasos y una voz muy familiar: era el exnovio de mi madre, Javier. Habían terminado hacía meses porque él era muy intenso y le había sugerido a mi madre escaparse juntos para empezar una nueva vida.
Sentí pánico y vergüenza, pero también mariposas en el estómago. No me resistí cuando me atrajo a sus brazos y me besó. Pensé que me confundía con mi madre y que debía alejarme, pero mi cuerpo reaccionó a sus encantos y correspondí su beso. Sentí sus labios jugosos y sensuales, y el calor de su cuerpo me hizo olvidar mi situación.
Mientras lo besaba, los recuerdos de mi madre y Javier inundaron mi mente. Recordé cómo solían pasear por el parque, las cenas románticas y las noches que pasaban juntos. Mis propios recuerdos comenzaron a desvanecerse lentamente, reemplazados por los de mi madre.
Él me hizo la misma propuesta: escapar juntos y casarnos. Acepté, transformada en un clon de mi madre. Esa noche nos fugamos, dejando atrás mi vida anterior. Nos convertimos en una pareja amorosa, disfrutando de nuestros cuerpos.
Dejé a mi madre sola, sin saber por qué su hijo había desaparecido, mientras una nueva pareja de enamorados se embarcaba en un viaje sin retorno. Ahora, como la mujer que siempre quise ser, abrazo mi nueva vida, aunque siempre con la sombra y el misterio de lo que realmente sucedió aquella tarde en el parque....
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