Desde que mi segunda pubertad transformó mi vida por completo, había evitado a toda costa las reuniones familiares. Mis padres entendieron que un cambio tan drástico como el mío sería difícil de explicar, y menos aún de aceptar, para el resto de la familia. Durante cinco largos años, excusaron mi ausencia con historias de viajes o compromisos importantes, manteniendo mi secreto a salvo.
Todo cambió cuando mi tía, conocida por su insistencia, decidió organizar una reunión en nuestra casa. Mis padres me advirtieron con antelación, ofreciéndome la opción de pasar el día en un hotel para evitar la situación, pero algo en mí sabía que había llegado el momento. Era hora de enfrentarme a la familia y mostrarles en quién me había convertido.
El día de la reunión, mi madre me ayudó a prepararme, escogiendo para mí un elegante vestido azul que realzaba mis nuevas curvas de manera delicada pero innegable. Mis pies, ahora más pequeños, se acomodaron en unos zapatos de tacón bajo que combinaban a la perfección. Mientras me miraba en el espejo, noté cómo el reflejo mostraba a una mujer segura, una que no existía hace cinco años. Respiré hondo y bajé las escaleras, sintiendo el peso de todas las miradas sobre mí.
El silencio que inundó el comedor al verme fue ensordecedor. Mis tíos, atónitos, apenas podían disimular su sorpresa, mientras que mis primos, especialmente aquellos que solían ignorarme en el pasado, me miraban con un interés que rozaba la lujuria.
Sus ojos me devoraban, recorriendo cada detalle de mi figura, de mos pies hasta mi cabeza, como si intentaran despojarme de mi ropa con la mirada. Finalmente, tomé aire y me presenté, con una voz firme y decidida: "Soy Victoria".
La cena transcurrió con cierta tensión en el aire, pero en terminos generales bien, aunque los murmullos y susurros no se hicieron esperar, pero mis padres se mantuvieron cerca, apoyándome en cada momento, explicando mi demicado asunto con la segunda pubertad, un tema algo nuevo para oidos de los más mayores de l familia. Aun así, algo me inquietaba.
Esa noche, mientras todos seguian festejando, Yo decido ir a mi cuarto a encerrarme nuevamente pero una corazonada me invadió, un presentimiento oscuro y siniestro... algo no andaba bien. Cerré con llave mi habitación, pero no pude dormir. La sensación de que alguno de mis primos intentaría irrumpir en mi cuarto me mantenía en vela, con la mente llena de sombras....
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