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viernes, 23 de agosto de 2024

Vida virtual. (Dawn)



Karina se movía por la cocina con la agilidad de una mujer que había hecho de su hogar su reino. Esa mañana, había elegido un vestido azul que se aferraba a cada curva, destacando su voluptuosa figura de una manera casi provocativa. 


El tejido del vestido se estiraba sobre sus grandes senos, cuyos pezones se marcaban levemente a través de la tela, ya que había optado por no usar sostén. Sentía el peso de sus pechos balanceándose con cada movimiento, Sus tacones altos resonaban en el suelo, un clic-clac rítmico que acompañaba su andar decidido mientras sus caderas amplias se mecían con un ritmo natural, acentuando su andar sinuoso.


En la encimera, los ingredientes estaban dispuestos meticulosamente, listos para ser transformados en una comida casera que sus hijas y esposo adorarían. Cada vez que se inclinaba para tomar algo, sentía la presión del vestido contra su trasero generoso, una sensación que solía disfrutar, pero que ahora la hacía sentir extrañamente incómoda, como si algo no encajara del todo.


Afuera, el sol brillaba intensamente, bañando el patio en una luz cálida donde sus hijas jugaban despreocupadas, sus risas llenando el aire. La escena era tan idílica que Karina no pudo evitar sonreír, aunque una pequeña inquietud comenzaba a formarse en el fondo de su mente. Entonces, escuchó la puerta principal abrirse y cerrarse con un suave golpe, seguido por el sonido de pasos firmes. Su esposo había llegado a casa. Él se acercó a ella por detrás, envolviendo su cintura con sus brazos fuertes y dándole una palmada juguetona en su trasero antes de besarla profundamente. Karina respondió al beso, sintiendo una oleada de placer y familiaridad que la envolvía. Era todo tan perfecto, tan increíblemente perfecto, que le resultaba difícil creer que algo pudiera estar mal.


Pero en ese instante, una grieta se abrió en su mente, y con ella, su verdad emergió como un rayo desgarrador. Karina se detuvo, el beso de su esposo aún cálido en sus labios, y de repente recordó: ella no era Karina. No era la devota esposa y madre de tres hijas. No era la mujer que sentía ese profundo amor por su hogar y su familia. No, ella era Jared, un joven de 23 años que, hace lo que parecía una eternidad, había decidido probar un simulador de vida en realidad virtual. Al principio, solo había querido experimentar algo diferente, algo divertido. Pero el juego lo había atrapado, arrastrándolo tan profundamente en este mundo virtual que había olvidado quién era en realidad.


El horror se apoderó de él cuando comprendió cuán lejos había llegado. 

Todo se sentía tan real: el peso de sus senos, tan pesado y presente, como si siempre hubieran sido parte de su cuerpo; la ropa interior femenina, perfectamente ajustada a sus formas, envolviéndolo en una cotidianidad que jamás había conocido; la ausencia de su pene, un vacío que lo desorientaba cada vez que intentaba ajustar su postura. Su cabello largo rozaba suavemente su cuello cada vez que giraba la cabeza, y podía sentir el viento moviéndolo con delicadeza, como si cada hebra tuviera vida propia. El aroma de la comida cocinándose, la textura del vestido sobre su piel, y el toque de su esposo en su cintura… todo era tan tangible, tan inmersivo, que por momentos, Jared se olvidaba de que todo era falso.


El peor de los terrores, sin embargo, no venía solo de la confusión física, sino de las emociones y experiencias que había vivido como Karina. Había hecho cosas que nunca se habría imaginado como Jared. 

Recordó cómo se había dejado llevar por el placer, cómo su cuerpo había respondido al toque de su esposo, cómo había gemido de placer cuando la penetró por primera vez. Su vagina, algo que no debería existir, le había dado una satisfacción que lo dejaba atónito y aterrorizado. Incluso había sentido la intensidad del sexo anal, algo que nunca había considerado antes, y para su horror, había disfrutado de cada segundo. Había chupado el pene de su esposo, sintiendo su dureza en su boca, el sabor del semen cuando terminó… y lo había disfrutado.



Jared, ahora atrapado en esta simulacion, se sentía ahogado por la realidad virtual que lo rodeaba. Sabía que su esposo, sus hijas, su casa, todo era solo una simulación, una ilusión creada por unos y ceros, pero la intensidad de las sensaciones, la autenticidad de las emociones, lo mantenían prisionero.

pero lo más aterrador de todo era que Jared sentía que Karina se hacía más real, mientras él se desvanecía poco a poco en las sombras de su propia mente. ¿Cómo podría escapar, si cada fibra de su ser comenzaba a creer que esta vida, esta aterradora y perfecta vida, era suya?


El temor se apoderó de él cuando se dio cuenta de que el juego no tenía una opción de salida visible. Estaba atrapado, y cada vez más, comenzaba a aceptar que tal vez, solo tal vez, esta era su nueva realidad. Y lo peor de todo era que, en lo profundo de su ser, una pequeña voz comenzaba a susurrar que quizás… no quería escapar...

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