Estaba en la sala de mi casa, mirando a mi esposo, Marcos, jugando con nuestras hijas, Ana y Sofía. Risas y diversión llenaban el aire, con los juguetes esparcidos por el suelo y las pequeñas carreras por la sala. Era una escena idílica, una vida perfecta que habíamos construido juntos.
Todo eso se interrumpió cuando oí que tocaron la puerta. Mi marido, al escuchar el sonido, dijo: "Yo voy," pero en ese momento lo detuve y dije: "No, mi amor, yo iré. Tú sigue con las niñas. Seguro es la vecina Wendy que necesita contarme algo otra vez." Mi marido sonrió, levantando las cejas, y dijo: "Okey, amor."
Caminé hacia la puerta, mis pasos resonando en el piso de madera. Pero al abrirla, me topé con una gran sorpresa. En la puerta estaban dos hombres que conocía muy bien: mi padre, Antonio, y mi hermano, Carlos. Eran las últimas personas que esperaba ver detrás de la puerta. Antes de que pudiera decir algo, mi padre dijo: "Buenas tardes, señora. No me conoce, pero creemos que usted pueda darnos algo de información sobre el paradero de mi hijo desaparecido."
Yo, con un nudo en la garganta y tratando de mantener la compostura, respondí: "¿Yo?" Preguntando con incredulidad.
Mi hermano contestó, con una mirada severa: "Sí, usted. Según un investigador privado que contratamos, usted fue la última persona con la que mi hermano tuvo contacto." Más nerviosa, traté de mantener la calma y dije: "La verdad no sé de qué me hablan," ciertamente un poco incómoda con esta situación.
Ahora un poco de contexto... Hace 10 años había iniciado mi vida independiente. La vida fue algo dura al principio, vivir solo y todo eso... hasta que conocí una milagrosa píldora de cambio de género. La comencé a tomar de vez en cuando, transformándome en la señorita Estella. Mi coartada era que Estella era mi novia y por eso se la veía en mi departamento, pero en realidad era yo bajo los efectos de la píldora. Pero un día se me ocurrió la brillante idea de vivir como Estella por el resto de mi vida... y así se resolvía el misterio de mi desaparición. Pero solo yo era la única que lo sabía. En mi vida como Estella, había formado una familia, era esposa y madre.
Obviamente, no podía contarles esto a mi padre y hermano, así que seguí insistiendo en que no sabía nada.
"Disculpen, lamento no poder ayudarlos más. No he visto a su hijo en años, pero mi vida continuó," dije, sintiendo un sudor frío recorrer mi espalda. "Ahora soy esposa y madre, y si su hijo está en algún lugar, estará viviendo su vida feliz." Mentía, y dije: "La última vez que lo vi, dijo algo sobre vivir la vida al máximo y hacer lo que deseamos... De seguro está bien por algún lado."
Después de esto, los hombres se marcharon con miradas de decepción y preocupación. Yo cerré la puerta lentamente, sintiendo una mezcla de alivio y temor.
Volví al sofá algo pasmada. Marcos me miró y me dijo: "¿Qué pasó, amor? Pareces que viste un fantasma." "Nada, mi amor," le dije, tratando de esbozar una sonrisa, "solo recuerdos del pasado."
"Ok, amor. ¿Qué tal si para que olvides esta situación vamos a una cena romántica?" sugirió, tomando mi mano y acariciándola suavemente. "Tú y yo podemos dejar a las niñas con mi hermana toda la noche y pasarnos juntos en intimidad, nosotros solos..."
Asentí, sintiendo el peso de los secretos que guardaba, pero agradecida por la oportunidad de escapar de esa confrontación aunque fuera por una noche. "Me parece perfecto, cariño. Necesito despejarme un poco."
Y así, mientras Marcos organizaba los detalles para nuestra noche juntos, yo me preguntaba cuánto tiempo más podría mantener oculta la verdad sobre mi pasado y mi verdadera identidad.
Otra vez no se ven las nuevas historias, haz algo
ResponderEliminar