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sábado, 31 de agosto de 2024

El trabajo de su vida

 Me llamo Dr. Morgan, y frente a mí yace la culminación de años de trabajo, experimentación y visión: Juliette. 


A simple vista, cualquier hombre la consideraría una obra de arte viviente. Su largo cabello cae como seda oscura sobre sus delicados hombros, su piel brilla como porcelana fina, y cada curva de su cuerpo parece esculpida para seducir. Pero lo que nadie sabe, lo que solo yo conozco, es que antes de ser esta mujer perfecta, Juliette era un chico común del vecindario, un joven insignificante llamado Julian.

Lo vi por primera vez hace dos años, un joven delgado y desgarbado, sin propósito ni ambición. Caminaba por las calles como una sombra, intentando pasar desapercibido. Pero yo vi algo en él, una chispa, una oportunidad para mi proyecto más ambicioso. El Compuesto V, también conocido como “Venus”, era una creación revolucionaria, una fórmula capaz de alterar cada célula del cuerpo y la mente. Y Julian sería mi lienzo.

El proceso comenzó poco a poco. Al principio, Julian no notaba nada fuera de lo común, excepto una ligera calidez en su piel después de cada inyección. Sin embargo, el cambio era inminente. La piel que alguna vez fue áspera y descuidada comenzó a suavizarse, a volverse aterciopelada al tacto. Pronto, el vello que cubría sus brazos y piernas desapareció por completo, dejando un cuerpo liso y femenino.

Pero eso solo fue el comienzo.

Después de la tercera dosis, las caderas de Julian empezaron a ensancharse de forma dramática, su cintura se redujo hasta volverse una línea delicada, y sus glúteos se redondearon con una perfección casi exagerada. La transformación avanzaba rápido, implacable. No era solo el cuerpo lo que cambiaba. El Compuesto V trabajaba también en su mente, moldeando su percepción, reescribiendo su identidad.

Recuerdo el día en que sus pechos empezaron a formarse. Julian, en ese punto ya atrapado entre dos mundos, observaba incrédulo cómo su torso se redondeaba, cómo sus pezones se oscurecían y se volvían más sensibles.

 La incomodidad inicial dio paso a una aceptación resignada, y luego, a una extraña fascinación. Pronto, no pudo resistirse a tocarse, a explorar su nuevo cuerpo. Sus manos temblorosas recorrían sus curvas recién adquiridas, sintiendo cómo cada centímetro de su piel respondía con una nueva sensibilidad.

"Esto no está bien... esto no soy yo", murmuraba Julian al principio, pero cada día que pasaba esas palabras se volvían más débiles, más distantes. El Compuesto V no solo transformaba su físico, sino que borraba su antigua identidad, reemplazándola con una nueva. Juliette, la mujer que yo había creado, comenzaba a florecer.

Un día, lo vi probándose ropa frente al espejo, tímidamente al principio, como si aún recordara quién solía ser. Se puso un vestido rosa ajustado, uno que resaltaba sus  curvas, y se miró largo rato en el espejo. La duda en sus ojos se desvanecía lentamente, cada paso que daba en esos tacones de aguja que alguna vez consideró tortuosos, era un paso más hacia la aceptación.


Julian había desaparecido. En su lugar, solo quedaba Juliette, una mujer que no solo era hermosa, sino que encarnaba la sumisión y la femineidad en su forma más pura. Había aprendido a caminar con gracia, a sonreír de manera encantadora, y sobre todo, a servir sin cuestionar. En cada interacción, Juliette mostraba una devoción absoluta hacia mí. Era como si todo lo que hacía estuviera destinado a complacerme.

Recuerdo una noche en particular. La vi en la cocina, preparando la cena con una delicadeza que solo una mujer verdaderamente refinada podría tener. Cada movimiento era meticuloso, desde cómo picaba las verduras hasta la forma en que se inclinaba a sacar mas cosas de la nevera.


 Era perfecta, sumisa, y su mirada siempre estaba llena de una mezcla de gratitud y adoración. "¿Te gusta cómo me veo, querido?" preguntó con una voz suave, mientras giraba sobre sus tacones altos, mostrándome su figura en atuendo que yo mismo le había elegido.


Era una pregunta retórica. Claro que me gustaba. La había creado para que me gustara, para ser todo lo que un hombre podría desear. Y lo más importante, lo sabía. Sabía que había nacido para servir, para ser deseada y utilizada.Algunos podrían llamarlo un acto monstruoso, una violación de la naturaleza. Pero ¿qué es la naturaleza comparada con el poder de la ciencia? Juliette, mi creación, no es simplemente una mujer. Es la encarnación de la perfección femenina, y todo gracias al Compuesto V.

 Ya no es Julian, ni lo será jamás. Ahora es mi esposa perfecta, mi creación inmortalizada en cada curva, en cada susurro dulce que sale de sus labios pintados de rojo.

Y no hay vuelta atrás.

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