Recientemente había llegado a este lugar, una combinación inquietante entre lo normal y lo aterrador. La casa, a primera vista, parecía una cualquiera en un vecindario suburbano con su césped bien cuidado y flores en el jardín delantero, pero el verdadero terror residía en mí. Hace unos meses, fui raptado en medio de la noche, llevado a un laboratorio secreto donde fui sometido a procedimientos horribles y transformado en una mujer. Fue un proceso largo y doloroso, pasando de ser un chico atlético a una mujer voluptuosa con pechos y una vagina, algo sacado de una película de horror.
Ahora, estaba en esta casa "perfecta". Los científicos del laboratorio me habían subastado al mejor postor para ser su "esposa". Mi nuevo "marido", un hombre de mediana edad con una mirada fría, se encargó de comprarme ropa y accesorios, ya que ahora era su propiedad. Todo lo que me rodeaba, desde los muebles elegantes hasta los vestidos caros en el armario, me recordaba constantemente mi nueva realidad.
Pocos días habían pasado, y aún no me acostumbraba a usar ropa femenina tan ajustada. Los vestidos eran cómodos, pero significaban renunciar a mi pasado. Mientras estaba en la casa, tratando de adaptarme, alguien tocó la puerta. Al abrir, me encontré con una mujer rubia y radiante. Ella sonrió y preguntó: "¿Está tu marido en casa?" Asentí con la cabeza, sintiendo una punzada de vergüenza, y poco después, mi nuevo marido se acercó.
La mujer se presentó como Desiree, su voz melódica pero extrañamente vacía: "Señor, usted y su esposa son los nuevos vecinos. Las demás esposas del lugar quisiéramos invitarla a un brunch para que conozca el lugar y se relacione con nosotras, claro, con su permiso".
Mi marido asintió y dijo: "Oíste, a las 4 vendrán por ti". Lo miré con enojo, pero no podía hacer nada más que obedecer. Entré a ducharme, sintiendo el agua caliente lavar mi desesperación momentáneamente. Al salir, me puse un vestido que él había elegido para mí. Pronto, solo me quedaba esperar.
Justo a las 4, Desiree apareció, vestida impecablemente y con una sonrisa de plástico, y dijo que me llevaría al lugar del brunch. Su actitud era casi robótica, con una falsa felicidad mientras hablaba sobre la comida y las demás esposas. Le hice preguntas sobre este lugar, pero ella las ignoraba, como si no hubiera oído nada.
Al llegar al lugar indicado, una casa de estilo victoriano decorada con gusto, las demás esposas me recibieron con esa misma actitud falsa de felicidad. Vi a uno de sus esposos, un hombre corpulento y con aspecto dominante, y todas actuaban extraño, como mujeres perfectas, o lo que se esperaba de ellas. Luego, el hombre se despidió de su esposa y se marchó.
Una mujer dijo: "Ya se fue", y sus actitudes cambiaron, ahora se veían más naturales, aunque con un aire de resignación.
Traté de tomar la palabra: "¿Qué está pasando aquí? ¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué está sucediendo esto? ¿Dónde estamos?" Quería respuestas, pero mi voz temblaba de ansiedad.
Una mujer me dijo que me calmara y explicó: "Al igual que tú, nosotras también fuimos chicos y pasamos por lo mismo. Ahora vivimos esta vida." Otra mujer, con un aire de tristeza, añadió: "Nuestras antiguas identidades ya no importan aquí. Estamos en una zona remota, lejos de cualquier civilización."
Otra mujer, con una mirada resignada, comentó: "No hay manera de salir de aquí. Lo único que nos queda es seguir con esta fachada de ser esposas perfectas. Ve el lado bueno, tu marido te dará todo lo que desees si te portas como una buena mujer y lo complaces en todo. Al principio lo sentirás extraño, pero te acostumbrarás a tu nuevo rol, así como nosotras. No hay escapatoria."
Finalmente, una mujer con una mirada más desafiante dijo: "Hay una forma de escapar... pero no creo que te guste. Solo tienes que ser sumisa, hacer tus deberes como esposa y, si tu marido te pide sexo, complácelo sin importar la perversión. Actúa como una tonta y, solo así, podrías convencer a tu marido de que te saque de este lugar para unas vacaciones. Entonces, podrías aprovechar para fugarte, aunque acabarías sin identidad, amigos o recursos... O bien, podrías quedarte y ser una buena esposa como nosotras..."
Las palabras resonaban en mi mente, cada una más pesada que la anterior, mientras miraba a las demás mujeres, todas compartiendo un destino similar, atrapadas en una pesadilla de la que parecía no haber escapatoria.
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